19 de abril de 2024

TODOS FRENTE AL AGUJERO Y CADA UNO CON SU ARREGLO, EN UNA REPÚBLICA DE GOCES; Por Raúl Montesinos Parrinello



Las incoherencias aparecen rápido: es la utilidad de un discurso sostenido.

J. Lacan[i]

En este trabajo, me serviré de las psicosis ordinarias y sus enseñanzas para destacar, además de algunas de sus condiciones, dos principios que nos atraviesan a todos los seres hablantes. Puesto sobre la mesa por J.-A. Miller a fines de la década de 1990 y acaso más vigente que nunca en la clínica contemporánea, el concepto de psicosis ordinarias introduce una óptica distinta en la clásica división neurosis-psicosis y en la práctica clínica. Sin dejar de lado sus diferencias de base, permite ubicar matices y puntos de encuentro entre ambas estructuras; nos invita a pensar, como sabemos, en una cierta continuidad. De hecho, Anna Aromí y Xavier Esqué, en su texto de orientación para el congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP) de 2018 sobre este tema, destacan que el último periodo de Lacan subvierte el enfoque previo: la psicosis ya no se lee desde la neurosis, sino justamente al revés[i].

 Como marco de entrada, retomo la frase pronunciada por Lacan en 1978, propuesta por J.-A. Miller como eje de su curso de 2007-2008[ii] y por trabajarse en el próximo congreso de la AMP: «Todo el mundo es loco, es decir, es delirante»[iii]. Creo que este enunciado es especialmente orientador para acercarnos, en una neurosis o en cualquier psicosis, a la complejidad subjetiva y sus singularidades, y que puede aportar algo más allá del dispositivo analítico. Con este derrotero, planteo una primera pregunta: ¿en qué medida todos somos locos, delirantes?

 

El delirio del sentido

 Desde los inicios de su enseñanza, Lacan sostiene que los significantes, en sí mismos, no significan nada y que por eso mismo adquieren significaciones diversas[iv]. Que los significantes se articulen con otros significantes implica, como señala Miller, que la referencia está siempre vacía[v]; ante ello, inexorablemente, «todo sujeto se enfrenta a tener que descifrar un significante»[vi]. Si partimos de esta idea, hay, entonces —parafraseando también a Miller—, un cierto delirio en todo saber al agregarle a un S1 un S2 y generar una significación a partir de ahí[vii].

 Esto nos lleva a una semejanza fundamental entre los seres hablantes, y primer principio que resumo: que producir sentido es delirante[viii]. Como sostiene el mismo Miller, subrayando una idea de Lacan, todo saber —en tanto S2— es un delirio, así como el delirio es, de hecho, un saber, una interpretación[ix]. Si estiramos esta idea, finalmente, no hay una diferencia tan sustancial entre una metáfora delirante de una psicosis extraordinaria, un anudamiento precario de una psicosis ordinaria o una interpretación neurótica producida desde el fantasma[x]. Si seguimos esta lógica, asimismo, acortamos las supuestas grandes diferencias entre la locura y, por ejemplo, un discurso hegemónico como el de la ciencia. Lo que elaboramos en torno al psicoanálisis tampoco escapa a este axioma.

 Ahora, una segunda pregunta: ¿esta generalización del delirio del sentido borra las diferencias entre estructuras y entre delirios? Definitivamente no. En términos estructurales, habrá que establecer si el ser hablante se halla o no ante el vacío significante de la forclusión de un nombre-del-padre, así como las características de la significación fálica presente o ausente en cada caso. Se trata de ver, primero, sobre qué se ha montado cada ficción delirante. En este nivel, probablemente encontraremos una distinción clara entre la manifestación delirante de una psicosis extraordinaria y desencadenada y el, digamos, delirio neurótico. Pero ambos son, en el fondo, invenciones. La única diferencia, como sostiene Miller —siguiendo a Lacan—, es que unos son «los delirios de los discursos establecidos» y otros «los delirios verdaderamente inventados»[xi].

 Si nos limitamos al ropaje del sentido, justamente, el caso de las psicosis ordinarias es enseñante: estas suelen moverse mejor dentro de los discursos establecidos. Como orientación general, podríamos decir que el delirio psicótico suele presentar una certeza más inamovible y una dialéctica distinta frente al Otro, con menor separación y una implicación subjetiva distinta, generalmente ausente. Esto, sin embargo, puede ser difícil de diferenciar frente a las neurosis, precisamente por la característica ordinaria de la adecuación a los discursos establecidos. Entonces, ¿cómo guiarse clínicamente para identificar una psicosis ordinaria frente a una neurosis? Esta es la tercera interrogante que propongo.

 

El desorden sutil de las psicosis ordinarias

 

A partir del caso Schreber, Lacan planteó una idea que nos guía hasta hoy para las psicosis: mencionaba que había ahí «un desorden provocado en la juntura más íntima del sentimiento de la vida en el sujeto»[xii]. Esta es una frase que, pienso, podría ser renovada —para no quedar fijados a ella—, pero que sigue resultando muy aguda. El desorden en las psicosis ordinarias es sutil. Y está, como propone Jean-Pierre Deffieux en Los inclasificables de la clínica psicoanalítica, en los detalles ínfimos[xiii]. Miller, al aludir a «los pequeños índices de forclusión» de las psicosis ordinarias, menciona una clínica de la tonalidad. Esta, más que fijarse en el hay - no hay, se soporta precisamente en las gradaciones, en un más-menos[xiv]. Hay una gradación entre el delirio evidente de una psicosis extraordinaria desencadenada y la latencia discreta de una psicosis ordinaria.

 Miller también propone atender a las por él llamadas externalidades, que serían tres y que tan solo menciono: la social, la corporal y la subjetiva[xv]. En una línea similar, José María Álvarez, citado por M. Fernández Blanco, apunta cuatro experiencias comunes a toda psicosis. Tampoco las reseño con exhaustividad aquí, pero tienen que ver con la certeza o revelación en cuanto al saber y la verdad; con la extrañeza y la autorreferencia en las relaciones con los otros; con la satisfacción y el goce en exceso; y con la desunión del cuerpo. En las psicosis ordinarias, estas experiencias aparecerían atenuadas[xvi]. Cada práctica clínica podrá aportar más detalles sobre estos desórdenes y sobre los distintos arreglos subjetivos, pero todas las anteriores son coordenadas para orientarse.

 Pienso que esta brújula para las psicosis ordinarias puede extenderse a cualquier caso que llegue al dispositivo analítico: se trata de hallar los tonos tenues del malestar de cada ser hablante, quien, por decirlo de algún modo, se bambolea entre la intrusividad del goce de lalangue y la extranjeridad del lenguaje del Otro, y quien, con algo de fortuna, consigue un arreglo en ese vaivén para convivir lo suficientemente bien con los demás, así como con un cuerpo que se tiene.

 

Todos frente al agujero

 

Llegamos, finalmente, a la gran similitud de fondo entre las neurosis y las psicosis, y de la que parte todo lo tratado antes: que todos tramitamos con lo real del goce y sus consecuencias. He aquí el segundo principio común a todos los parlêtres. Si vamos hacia los últimos planteamientos lacanianos, diremos que, ante el traumatismo inaugural de lalangue, ante un S1, cada parlêtre halla —o no— un modo de hacer con el goce que resulta de ese (des)encuentro. Tanto una neurosis como una psicosis, desde la represión más obsesiva y llena de sentidos superpuestos hasta la esquizofrenia más invadida por su emergencia, pueden ser leídas como modos diferentes de obrar con eso. En esta misma línea, resulta sugerente la afirmación de que un S1 —ese significante de goce privilegiado y previo— es equivalente a un fenómeno elemental[xvii].

 Aunque se trata de un término que merece investigación aparte, podríamos decir, en suma, que todos estamos frente a un agujero. Alrededor de este, cada quien hace lo que puede y monta su ficción-interpretación, con resultados variables. En buena cuenta, esto es lo que subyace en el aforismo lacaniano de que no hay relación sexual. Que todos estemos ante el agujero de lo indecible, que hallemos —o no— la manera de hacer con eso, que construyamos un delirio singular ante ese choque podría resumirse en el desencuentro irreconciliable entre un S1 y lo que viene a partir de ahí en cada sujeto, dentro o fuera de la cadena significante. De aquí parte también la pertinencia de la clínica universal del delirio que Miller proponía en 1993, una que entiende todos los discursos como defensas contra lo real[xviii].

 Frente al goce indecible, en suma, todos deliramos: nos agarramos —con algunas excepciones— de un cuento simbólico que propone un orden[xix] en torno a lo real de un agujero irrepresentable. Esta es la razón por la que, especialmente a partir de la última enseñanza lacaniana, los análisis se orientan —al margen de estructuras— con lo real del goce desde el inicio y no a la ficción del sentido. Precisamente, el deseo del analista —lo menciono solo superficialmente— se dirigiría hacia ese lugar, el de lo más singular de cada uno.

 

Una república de goces

 

Termino esta elucubración de saber, este delirio sobre delirios ajenos, con una última pregunta, esta vez más allá de estructuras y prácticas clínicas: frente a este cada uno con su goce y ante el imperativo contemporáneo de gozar a toda costa y sin pérdida aparente, ¿qué hacer con el lazo social? Traslado aquí una idea que le escuché hace años a un profesor en el contexto de un curso de literatura. Él sugería asumir ese encuentro entre varios —de tan solo un semestre— como una república; lo decía en el sentido etimológico original, esto es, el de res publica: una cosa pública. Juego un poco con este significante y propongo que pensemos también en una república, pero de goces, y en plural.

 Entender que cada uno subsiste con su propia ficción significante, con su propia locura, y que hace lo que puede con su singular modo de gozar no implica romper el lazo social o refugiarse en la comodidad del derecho a lo particular, tendencia en una sociedad contemporánea que empuja a un universal que segrega o, finalmente, fagocita lo diferente. En cambio, el desafío en distintos niveles, desde el más íntimo hasta el más político, es perder algo del propio goce para convivir en este, digamos, mar de alteridades. Es decir, en vez de seguir alimentando el goce mortífero de cada individuo o de aislarse en comunidades cerradas de goces compartidos, y sin dejar de considerar lo real existente del goce de cada Uno o el desencuentro irreconciliable de la relación sexual que no hay, habría que poner a prueba otro vínculo: uno que no segregue al que goza diferente y que, asimismo, se deje descompletar por lo ajeno, eso que es, también, íntimamente propio.


Raúl Montesinos Parrinello, asociado a la NELcf-Lima



Bibliografía 


[1] Lacan, J., El Seminario. Libro 3. Las psicosis. 1955-1956 (Trads. J.-L. Delmont-Mauri y D. Rabinovich), Buenos Aires, Paidós, 1981/2009, p. 16.

[i] Aromí, A. y Esqué, X., «Las psicosis ordinarias y las otras, bajo transferencia», texto de orientación del XI Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, 2018, párr. 6. https://congresoamp2018.com/textos/las-psicosis-ordinarias-las-otras-transferencia/

[ii] Miller, J.-A., Todo el mundo es loco (Trad. S. Verley; Est. del t.: S. Tendlarz), Buenos Aires, Paidós, 2015, p. 308.

[iii] Lacan, J., «¡Lacan por Vincennes!» (Trad. N. González; Rev. S. Tendlarz), Revista Lacaniana de Psicoanálisis, n.° 11, 1978/2011, p. 7.

[iv] Lacan, J., El Seminario. Libro 3. Las psicosis. 1955-1956, op. cit., pp. 270-271.

[v] Miller, J.-A., «Ironía» (Trad. J. E. Cardona; Est. del t.: A. Aflalo), Consecuencias. Revista Digital de Psicoanálisis, Arte y Pensamiento, n.° 7, 1993/2011, párr. 25. https://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/007/template.php?file=arts/alcances/Ironia.html#notas

[vi] Miller, J.-A., Conferencias porteñas. Tomo 2 (Comp. y Ed. S. Tendlarz), Buenos Aires, Paidós, 1995-1996/2009, p. 296.

[vii] Miller, J.-A., Todo el mundo es loco, op. cit., pp. 311 y 340-341.

[viii] Miller, J.-A., «Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria» (Trad. D. Amadeo), Consecuencias. Revista Digital de Psicoanálisis, Arte y Pensamiento, n.° 15, 2008/2015, párr. 27. http://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/015/template.php?file=arts/Alcances/Efecto-retorno-sobre-la-psicosis-ordinaria.html

[ix] Miller, J.-A., Conferencias porteñas. Tomo 2, op. cit., pp. 296-297.

[x] Puede verse sobre esto Castellanos, S., «Paranoias y locuras de la vida cotidiana», 2018, párr. 34. http://congresoamp2018.com/textos-del-tema/paranoias-locuras-la-vida-cotidiana/

[xi] Miller, J.-A., «La invención psicótica» (Trad. S. Salman), Virtualia, n.° 16, 1999/2007, párr. 62. https://www.revistavirtualia.com/articulos/500/formas-contemporaneas-de-la-psicosis/la-invencion-psicotica

[xii] Lacan, J., «De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis», Escritos 2 (Trads. T. Segovia y A. Suárez; 3.ª ed.), Ciudad de México, Siglo XXI Editores, 1966/2009, p. 534.

[xiii] Miller, J.-A., et al., Los inclasificables de la clínica psicoanalítica (Trad. N. González), Buenos Aires, Paidós, 1999, p. 202.

[xiv] Miller, J.-A., «Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria», op. cit., párrs. 33 y 65; y Miller, J.-A., et al., Los inclasificables…, op. cit., p. 319.

[xv] Miller, J.-A., «Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria», op. cit.

[xvi] Férnández Blanco, M., «El tiempo de la psicosis ordinaria», El Psicoanálisis. Revista de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, n.° 30-31, 2017, párr. 25. https://elpsicoanalisis.elp.org.es/numero-3031/el-tiempo-de-la-psicosis-ordinaria/

[xvii] Miller, J.-A., Conferencias porteñas. Tomo 2, op. cit., pp. 296-297.

[xviii] Miller, J.-A., «Ironía», op. cit.

[xix] Miller, J.-A., «Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria», op. cit., párr. 25.


11 de agosto de 2023

EL INCONSCIENTE REAL; por Iván D’Onadío Muñoz

 



Creo que se puede decir que Lacan conceptualiza el inconsciente real en El seminario 11, el seminario de los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis, el inconsciente claramente es uno de ellos.

Es un momento especial para él y para el psicoanálisis, ha sido “excomulgado”, como Spinoza, de la comunidad psicoanalítica (Lacan mismo hace esa analogía en su seminario), sus cursos dejan de “contar oficialmente” para los estudiantes que pertenecen a esta. Se dice, entre otras cosas, que fue sobre todo por el “corte” no programado de las sesiones que daba como analista.

El corte, la separación, la ruptura, tiñe y causa este seminario. Si bien en seminarios anteriores se lee este camino. Es a partir de este momento, que se clarifica que el inconsciente freudiano es leído desde otra cara, desde el intervalo, desde fuera de la estructura y la dialéctica, desde la cosa, desde lo real y la causa.

El primer día del seminario Lacan plantea la revisión del deseo de Freud como un cuestionamiento al origen del psicoanálisis. Del deseo como objeto. Aborda el inconsciente freudiano más allá de su estructura como un lenguaje, ¾su más sólida y conocida propuesta de lectura del inconsciente¾ y ahora lo hace desde la función de la causa. Se aleja de lo sistemático y se pone del lado de lo inasimilable, del ombligo del sueño.

Con esta intención, trae a colación el ensayo sobre las magnitudes negativas de Kant para acentuar que en la función de la causa siempre queda esencialmente cierta hiancia[1],  en este escrito se concluye que el concepto de causa es injustificable por la razón.[2] Lacan comenta también cómo este filósofo inscribe la causa como modalidad en las categorías de la razón pura pero que “no por ello queda más racionalizada”[3]. En ese texto, en Crítica a la razón pura, se plantea comprender el concepto de causa como fundado enteramente a priori en el entendimiento o como mera ilusión.[4]

Lacan separa la causa de lo determinado del lenguaje y de la ley, dice su famosa frase: “solo hay causa de lo que cojea”.[5] El inconsciente estaría en ese intervalo, mostrándonos “esa hiancia por donde la neurosis empalma con un real”[6]. Un real tomado desde la función de la causa, el que no estaría determinado. Esa hiancia característica de la causa la ubica en el orden de lo no realizado, de lo no nacido.[7] Esa misma hiancia inasimilable que Freud situó en el ombligo de los sueños.

Aquí Lacan localiza el UNO como ranura, como ruptura, como corte, el uno de la discontinuidad del Unbewusste. Nunca sobre una totalidad encubierta como otros analistas lo han pensado. No es el uno de Parménides, de una totalidad o de una falsa unidad o con el fondo de una ausencia, sino es el uno de la ranura, de la ruptura. En ese sentido Lacan dice que el Unbegriff es el límite del Unbewusste. El Unbegriff como el límite (como incomprensible o no realizado) asociado a la causa.

“El inconsciente se manifiesta siempre como lo que vacila en un corte del sujeto -de donde vuelve a surgir un hallazgo, que Freud asimila al deseo-”[8], este es el sujeto indeterminado que aparece y desaparece en el discurso en algún punto de sorpresa. Para Lacan la hiancia del inconsciente es pre- ontológicaes que no es ni ser ni no-ser, es no-realizado.[9] Lacan da el ejemplo del limbo en donde está la comadrona que hace abortos, de los seres intermediarios y repite la conocida cita de Freud del verso de Virgilio: “Flectere si nequeo superos, Acheronta movebo” / Si no puedo inclinar a los Poderes Superiores, moveré las Regiones Infernales . Lo óntico aquí no sería ese limbo sino la discontinuidad, la ranura por donde eso no realizado se muestra en un instante, la cualidad de evanescente, lo evasivo del mismo inconsciente.[10]

La función del concepto de inconsciente es “estar en relación profunda, inicial, inaugural, con la función del concepto de Unbegriff - o Begriff del Un original, o sea, el corte.[11] Ese corte también se vincularía a la función del sujeto, el cual se constituiría por los efectos del significante.

Lacan dice varias veces que el inconsciente freudiano, tan débil desde lo óntico, es ético. A lo largo del seminario siempre vuelve a poner en vitrina el deseo de Freud, esa sed de verdad, remarcando que no lo dice desde un lado de coraje impresionista sino más bien desde el encuentro con lo real. Ya en el seminario de la ética Lacan había esbozado esta idea: “la cuestión ética, en la medida en que la posición de Freud nos permite progresar en ella, se articula a partir de una orientación de la ubicación del hombre en relación con lo real”[12].

En el seminario se propone que lo más característico del inconsciente freudiano no es una lista de las formas del inconsciente sino la característica de tropiezo, de falla, que las engloba. Ahí hay algo que exige su realización. El estatus del inconsciente es ético. Es en esta “producción” dónde Freud desea ir a ver. Es donde busca y encuentra lo que sobrepasa al sujeto, el hallazgo, la sorpresa: “este hallazgo, en cuanto se presenta, es re-hallazgo y, además, está siempre dispuesto a escabullirse de nuevo, instaurando así la dimensión de la pérdida.[13]

Bastante más adelante en el seminario, poco después de plantear que el psicoanálisis resiste a través del analista, que es el único testigo de la evanescencia del inconsciente. Se vuelve a retomar la idea-palabra que indica la “causa” del inconsciente y también se remarca sutilmente su variable ética: “en este caso la palabra causa debe ser entendida en su ambigüedad, causa que defender, pero también función de la causa a nivel del inconsciente-, esta causa ha de ser concebida intrínsecamente como una causa perdida. Es la única posibilidad que tenemos de ganarla.[14]

Para terminar, creo que, en este seminario, en sincronía con el escenario que vivía el psicoanálisis, Lacan ha tomado partido por lo real más que nunca, por la experiencia evanescente del inconsciente en su clínica, ha mostrado la cara de lo real en cada concepto fundamental y ha sabido leer el deseo de Freud desde su contexto. Creo que está intentando darle a la función de la causa una estructura temporal a partir de lo imposible y a la vez tomar una certeza freudiana del lado de lo real. Una certeza, como lo hizo Descartes, que apunta a un real, pero a diferencia de este, sin la necesidad de una verdad objetiva en el Otro.   

Lacan plantea entender la función de la causa como “una interdicción que trae un ente al ser, pese a su no advenimiento, es una función de lo imposible sobre la cual se funda una certeza[15].


Asociado a la NELcf-Lima


Bibliografía

[1] Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, 1964. p. 29.

[2] Kant, I., Opúsculos de filosofía natural, Alianza Editorial S. A, Madrid, 1992. p. 161.

[3] Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, 1964. p. 29.

[4] Kant, I., Crítica a la razón pura, Titivillus ePub base r1.2, 1781. p. 255 (b124).

[5] Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, 1964. p. 30.

[6] Ibid.

[7] Ibid.

[8] Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, 1964. p. 35.

[9] Ibid., p. 38.

[10] Ibid., p. 39 y 40.

[11] Ibid., p. 51.

[12] Lacan, J., El Seminario, Libro 7, La Ética del psicoanálisis, Paidós, 1959-1960. p. 21.

[13] Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, 1964. p. 33.

[14] Ibid., p. 134.

[15] Ibid.



Comentarios sobre el trabajo de Iván D’Onadío Muñoz, “El Inconsciente Real”

Por Albor Debernardi


Voy a tomar en primer lugar una frase que Iván presenta en el tercer párrafo de su trabajo escrito, donde menciona: El corte, la separación, la ruptura, tiñe y causa este seminario”, refiriéndose al seminario 11. Esta frase no solo orienta su trabajo, sino también el contexto en el que se encontraba Lacan en esta época. Año 1964, desarrolla los cuatro conceptos fundamentales, inconsciente, repetición, transferencia y pulsión. Período en el cual inicia su seminario con una clase en la que relata cómo el Comité Ejecutivo de la IPA lo excomulgó, y unos meses después funda la escuela freudiana de París, instaurándose así, la experiencia de escuela. Es en este seminario, en este contexto, y ahora voy al final del desarrollo del trabajo de Iván, que Lacan toma partido por lo real más que nunca antes, por la experiencia evanescente del inconsciente, mostrando la cara de lo real en cada concepto fundamental”. En otras palabras, cambia la lectura del inconsciente freudiano, y lo aborda desde el corte, la fisura, “lo asemeja desde la función de la causa”1 donde “la causa es la hiancia misma”2.


Continuando con el texto de Iván, menciona que Lacan separa la causa de lo determinado del lenguaje y de la ley. Hace referencia a la frase de Lacan “sólo hay causa de lo que cojea”2, es decir, de lo que no andaría, de lo que no va. Ahora, si hablamos de ley, podemos pensar en lo que se repite siempre de la misma manera, “como la ley de la gravedad, pero si pensamos en las leyes, no queda demasiado lugar para lo nuevo”4. Es por esto, que la causa no es la ley, no es los S1, S2… articulados que determinan la cadena, buscando producir un sentido, esa ley vendría a suturar la dimensión de la causa, a taponarla, la causa es lo que siempre abre. 


Siguiendo el texto de Iván, más adelante menciona la frase de Lacan: “El inconsciente se manifiesta siempre como lo que vacila en un corte del sujeto, de donde vuelve a surgir un hallazgo, que Freud asimila al deseo” Destaca, que este es  el sujeto indeterminado que aparece y desaparece en el discurso en algún punto de sorpresa”. Remarca aquí, el punto de evanescencia del inconsciente lacaniano, donde no hay articulación de los significantes, sino el inconsciente de la pulsación temporal.


Para finalizar, la frase que expone Iván al final de su texto: “Creo que está intentando darle a la función de la causa una estructura temporal a partir de lo imposible y a la vez tomar una certeza freudiana del lado de lo real… sin la necesidad de una verdad objetiva en el Otro”, engloba la conceptualización de inconsciente que Lacan desarrolla en este seminario.

Además en el Prefacio a la edición inglesa del seminario XI, Lacan esclarece un poco más al decir: “Cuando el esp de un laps, el espacio de un lapsus, ya no tiene ningún alcance de sentido (o interpretación), tan sólo entonces puede uno estar seguro de que está en el inconsciente… pero basta con que se le preste atención para que uno salga de él”5. Es decir, en el momento que aparece un S2, un sentido, aparece la cadena, ahí uno ya estaría por fuera del inconsciente.




Participante del CID-Lima


Bibliografia

[1] Gorostiza, L. (2020). Conferencia de Apertura del SCF Curso 2020, “El inconsciente freudiano, el nuestro y el actual” – Seminario del Campo Freudiano – Sección La Plata de la EOL. Seminario del Campo Freudiano. https://scf-laplata.com.ar/conferencia-de-apertura-del-scf-curso-2020/

 

[2] Ídem.

 

[3]Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, 1964. p. 30.

 

[3] Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, 1964. p. 35.

 

[4]BRODSKY, G. (2020): “Fundamentos 1. Comentario del Seminario 11. Buenos Aires, Grama Ediciones, p. 73.

 

[5]Lacan, J. (s.f.). Prefacio a la edición inglesa del Seminario XI. Escuela de la Orientación Lacaniana. https://www.eol.org.ar/template.asp?Sec=el_pase&SubSec=articulos&File=articulos/prefacio_seminar io11.html