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Figuras del arrebato a partir de M. Durás.- Ani
Bustamante
Opiniones y Comentarios
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Comentario al texto de Ángela Fischer.- Sandra
Cantor
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Comentario al texto de Ángela Fischer.- Alba Alfaro
Marilyn
Monroe frente a espejo deforme
Figuras
del Arrebato, a partir de M. Duras
Ani Bustamante
Asociada de la NEL Lima
Duras
escribe el Arrebato de Lol V. Stein cuando pasaba por una grave crisis debido a
la pérdida de un amor y a sus constantes problemas con el alcohol. En esta
época se muda sola a una casa cerca al mar, y allí escribe. Sobre esta
experiencia dice: “(En Trouville) fijé en locura el devenir de Lola Valérie
Stein” allí en medio de la soledad y el borde del abismo: “Hallarse en un
agujero, en el fondo de un agujero, en una soledad casi total y descubrir que solo
la escritura te salvará. No tener ningún argumento para el libro, ninguna idea
de libro. Una inmensidad vacía. Un libro posible. Delante de nada. Delante de
algo así como una escritura viva y desnuda, como terrible, terrible de superar”[11]
En este
sentido parece ser que es la propia escritura del arrebato la que sirve de
apoyo a M.Duras frente a la amenaza de disolución. La escritura desnuda de
Duras lugar donde deposita la locura, mientras anuda su cuerpo a la letra. Sin
argumento, sin linealidad. Gesto de la mano sobre la “escritura seca y
desnuda”. El arrebato es un texto dos veces clínico, su escritura hace
nudo entre el sinthome de Duras y la desnudes de Lol. (la desnudes de la
escritura y la de Lol)
La novela
gira alrededor de un baile, lo que en él sucede es que Lol pierde a su novio al
caer éste presa de una mujer de elegancia inquietante, flaca, encorvada que
“vestía su delgadez con un traje negro”. Ella, Anne-Marie Stretter era la
no-mirada, y Michael Richardson fue raptado sin vuelta atrás. Ella, la mujer
fatal, vestía el traje que iría a arrebatar a Lol, dejándola desnuda Lol
mira esta escena sin muestras de sufrimiento, lo que le produce el arrebato fue
que la pareja se marchara quedando Lol por fuera sin poder mirar cómo es que un
hombre desnuda a una mujer. Esta escena faltante la deja anonadada, suspensiva,
desnuda. Fuera de la escena, fuera del tiempo, de la angustia y, del cuerpo.
Fue reemplazada por la otra mujer quien se llevó su cuerpo. Un tiempo después
del baile Lol retoma la vida “normal” apoyada en la estructura burguesa,
milimétricamente ordenada, que le ofreció su marido durante 10 años. Luego de
ese tiempo, vuelven a su ciudad natal y encuentra a la pareja de amantes
compuesta por Jacques Hold y Tatiana Karl (viaja amiga de la infancia y quien
sujetó su mano el día del baile cuando el novio se iba con otra) este encuentro
pondrá en marcha el nudo.
Podemos
puntuar dos escenas separadas por un intervalo, en la estructura de la obra. La
segunda escena (en la que Lol encuentra a la pareja Hold-Tatiana)
no se debe plantear como la repetición del acontecimiento del baile, pues lo
que se rehace es un nudo[12].
Es importante, advierte Miller, hablar en términos de nudo que se rehace y no
de repetición: “Es necesario darse cuenta de que, cuando se habla de
repetición, cuando decimos que eso ocurrió una primera vez, se repite por
segunda vez y lo que sigue, se trata de una cronología bien tranquila. Para
poder afirmar eso hay que disponer de la flecha del tiempo, de un antes y de un
después que se ubican tranquilamente en su lugar, y si miramos desde un punto
más cerca, precisamente, no es para nada seguro que estemos en un tiempo donde
el antes y el después tengan esta tranquilidad”
Voy a
plantear dos ejes en relación a la temporalidad: uno diacrónico y otro
sincrónico
a) El
diacrónico, tiene que ver con la duración: como aquello que se sostiene
imaginariamente en una línea cronológica continua, predecible y sin fisuras
b)
El sincrónico tiene que ver con el instante: como
aquello que introduce lo discontinuo, la irrupción de algo que escapa de una
lógica causal, aquello que no entra en las conexiones y el cálculo.
En la
novela vemos cruzarse esas dos modalidades. El arrebato se localiza del lado
del instante fuera del tiempo, en un goce no calculable ni medible, sin
ejes temporales ni espaciales, es pues un goce estático. Lacan lo nombrará como
una detención, detención frente a la imagen congelada de Ella “desnuda bajo sus
cabellos negros”. Se trata de la construcción de un fantasma con “valor de
moción suspendida”, un fantasma cubierto por un vestido. Aquí se marca esta
operación de reemplazo constante en la novela: “el sujeto y el cuerpo se
reemplazan uno a otro o, si se quiere, un vestido reemplaza al cuerpo”[13]
Duras nos
escribe ese instante de detención: “Lol progresa día a día en la reconstrucción
de este instante. Incluso llega a captar algo de su fulminante rapidez, a
desplegar, a aprisionar los segundos en una inmovilidad de una fragilidad
extrema, pero que para ella resulta de una gracia infinita”
Del lado
diacrónico es el narrador el que despliega la línea del tiempo, Hold ocupa el
lugar del sujeto, por lo tanto es el que sufre la angustia. Podemos decir
entonces que, Hold está en la diacronía de las palabras, mientras Lol está del
lado de la sincronía de la mirada.
Lacan opta
por leer el texto como una topología, en la que Lol no es UNA claramente
diferente de los otros DOS (pareja de amantes), sino es, más bien, Una que
queda suspendida en el “ser-de-a-tres”.
Podemos
acceder al nudo que Lacan “destuerce”, a partir de la primera escena de
la novela en la que Lol es ocultada-desvestida por su amante en el baile al
irse con otra mujer, mientras ella mira la escena en un rincón detrás de las
plantas.
En la
segunda escena, la del encuentro de Lol con la pareja de amantes, vuelve a
entrar en función el nudo, pero ¿cómo es este nudo? Lacan dice que “es lo
que el nudo estrecha lo que arrebata”[14].
Es decir, es un nudo que vuelve a cerrarse, “no es algo que se repite sino que
se cierra, se hace algo. No se trata de repeticiones significantes, sino más
exactamente se presenta un objeto, un goce que se localiza”[15]. En la segunda
escena Lol enmarcará, en la ventana del cuarto del hotel donde se encuentran
Hold y Tatiana, al fantasma; ella mirará desde el campo de centeno aquella
ventana. Lol se ubica en ese goce estático como una mancha gris, el objeto
mirada se localiza ahí (como en la primera escena detrás de las plantas). Lol
intentará llevar a cabo la escena inconclusa de la noche del baile, buscando
tramar su cuerpo real a la imagen del cuerpo de otra mujer desvestida por un
hombre, y así encontrar un cuerpo que le dé cuerpo a ella. Lol se realiza en
este ser-de-a-tres en el que queda suspendida, como manera de soportar la
inexistencia de la mujer. “
Todos
arrebatados
El
Homenaje hecho por Lacan en 1965 a Marguerite Duras puede verse como una
anticipación a los últimos trabajos de Lacan: Litturaterra (1971) y el seminario
El Sinthome (1975-1976), al ubicar la escritura como borde que cumpla la
función de acotar algo de la locura y operar como cuarto nudo que mantiene
unida la estructura terciaria. Ya en este Homenaje Lacan va articulando
la idea de que algo se anuda en el trazo de la escritura, algo del orden de una
cifra que, en el caso de Lol V. Stein “debe anudarse de otra manera, ya que
para atraparla hay que contarse tres”[16]
El
arrebato atraviesa el texto mismo, a cada personaje, a la escritora y a nosotros.
Pienso que esto nos puede servir para poner a funcionar esta última enseñanza
de Lacan y repensar el tema de la locura y el más allá del Edipo.
Lacan hace
un viraje respecto a Freud cuyo punto de partida era la neurosis, introduciendo
la psicosis como paradigma; con lo cual ya no podemos desentendernos y creer
que la locura es un accidente en la estructura subjetiva básicamente
neurótica. Lacan hace de la psicosis el paradigma de la estructura,
y en la medida que avanza en su enseñanza va pasando de un modelo discontinuo
(en el cual las estructuras están demarcadas con mayor claridad) a uno continuo
en el que se borran los límites claros de las estructuras clínicas y en el que
el ordenamiento será dado por las formas de anudamiento, que tomarán énfasis
frente a la declinación del NDP.
Deleuze
diría sobre esto que es un paso de la estructura a la textura. Efectivamente,
puede ser muy revelador pensar el arrebato a partir del sexto paradigma del
goce de Miller, aquel que se aleja de la idea de estructura para poner el
acento en la “no relación sexual” y , más aún, en el “hay goce”. Goce que está
en disyunción con el Otro.
En el
arrebato nos topamos siempre con un imposible, con ese “no hay relación sexual”
tan poéticamente mostrado por Marguerite Duras: “Me gusta creer, como creo, que
si Lol es silenciosa en la vida es porque ha creído, durante la brevedad de un
relámpago, que esa palabra podía existir. Carente de su existencia, calla.
Sería una palabra-ausencia, una palabra-agujero, con un agujero cavado en su
centro, ese agujero donde se enterrarían todas las demás palabras. No se habría
podido pronunciar, pero se habría podido hacerla resonar... esta palabra, que
no existe, está ahí sin embargo: os espera a la vuelta del lenguaje, os
desafía, indómita, a levantarla, a hacerla surgir fuera de su reino horadado
por todas partes a través del cual fluye el mar, la arena, la eternidad del
baile de Lol V. Stein.”[17]
No hay palabra, hay goce.
Lol nos
dice algo acerca de la condición femenina, en tanto bordea lo indecible. Lol es
aquella que no está ahí donde está su cuerpo, que, a la manera histérica, hace
de un hombre su testaferro para llegar a una mujer. Lol nos da coordenadas para
pensar ese Otro goce por fuera del fálico, sus estragos y nuevos anudamientos,
en tanto ella representa la parte no subjetivable del goce.
Podríamos
hacer una secuencia: Histeria-Arrebato-Histeria rígida, pensar en una suerte de
topología de estas figuras de lo femenino, una banda de moebius que nos lleve
de “una-a-otra” de manera continua, por los bordes de un cuerpo que no acaba de
sostenerse en el espejo y que delata de manera dramática el naufragio del
sentido en la existencia. Si a esto le añadimos la actual feminización del
mundo y las teorizaciones contemporáneas sobre la histeria rígida como aquella
que no está sostenida por el amor al padre y que prescinde de su partenaire,
nos encontramos con un texto necesario para pensar lo femenino en estas épocas
de arrebato.
OPINIONES Y
COMENTARIOS
Comentario
al texto de Ángela Fischer, “Sin diferencia sexual, ni cuerpo”
Sandra
Cantor
Asociada NEL
Miami
El artículo de
Ángela Fischer me resulto sumamente interesante en tanto que plantea la omisión
de lo Real en el discurso actual, del mismo modo, me hizo reflexionar
mucho y me movilizó a formularme algunas preguntas acerca de algunas
cuestiones vinculadas con los así llamados “problemas de género”.
Así como Lacan
ubica en “Televisión” y luego desarrolla en el “Seminario XX” que a la mujer
solo se la mal-dice, tal como Ángela lo menciona acertada y
detalladamente en su artículo que se trata entonces de un problema lógico. Es
decir que no hay decir posible que no sea malo respecto de la mujer. Esto
me llevo a recordar el artículo de Freud, “Tres ensayos para una
teoría sexual” donde, con sorpresa, Freud deduce que no hay en las
fantasías ninguna diferencia entre hombres y mujeres y que de las mismas se
deduce el desconocimiento de la función de la vagina y del semen en
el acto reproductivo. Freud lo dirá textualmente de éste modo “Pero como
la investigación sexual infantil ignora dos elementos, el papel del semen
fecundante y la existencia de la abertura sexual femenina…los esfuerzos del
pequeño investigador resultan por lo general infructuosos y terminan en una
renuncia que, no rara vez deja como secuela un deterioro permanente de la
pulsión de saber”[18]. De lo antedicho
Freud concluye en la polaridad Fálico /Castrado, que aplica tanto para hombres
como para mujeres.
Parece ser que
toda tentativa de decir, culmina en un mal decir respecto de lo femenino
y en esto Freud tampoco es la excepción. No hay saber de lo femenino, y por
esta vía, solo queda la relación con el falo/castrado. Esto me
causa la siguiente pregunta: ¿el mal decir actual es mejor o peor que el mal
decir de otras épocas?
Si el acceso
simbólico a lo propio de lo femenino no es vía el decir, parece entonces
dejarnos la vía de la escritura y no la del sentido. En todo caso, parece que
lógicamente hablando son tan malas éstas como sus antecesoras. Pero si
diríamos que son tan malas las actuales, ¿qué motivó el cambio? Es claro que,
en algún sentido, los mal decires no son iguales. No respecto a la lógica,
claro. En ese punto, es cuestión de escritura indudablemente.
Tomo un ejemplo
muy ilustrativo mencionado en el artículo de Ángela. Un ejemplo que,
evidentemente no tiene las mismas consecuencias en los Estados Unidos, donde se
generó el cambio que en el resto del mundo lo cual me hizo pensar.
Ángela cita a
M. Barros quien dice “El forzamiento de la palabra ‘género’ expulsa el
cuerpo, y constituye el paradigma de un proceso de neutralización y
desexualización del lenguaje. Se instaura entonces una retórica
descafeinada que sustituye ‘negro’ por ‘afroamericano’ o impone leyes
de cupos” (el subrayado es mío)
Precisamente
sobre el cambio de Negro a Afroamericano, y el efecto “descafeinado que
seguramente, en otros lugares del mundo tiene este cambio, quisiera
ejemplificar lo que digo respecto de los mal decires. Sin duda, este cambio, no
afecta en nada a aquello que solo se accede ví la letra, sin embargo, como
lacan dice “…durante siglos, cuando se tocaba la lengua había que prestar
atención…Porque se encontró que cuando se tocaba la lengua tenia efecto, un
efecto que no era la diversión. “[19]
No sé si puedo transmitir en este pequeño comentario la diferencia que en los
Estados Unidos hay entre Black y african-american. Seguramente no es la misma que
hay entre negro y afroamericano. Enunciar la una o la otra en los Estados
Unidos, tiene consecuencias y repercusiones totalmente diferentes. Es lo que
separa a los esclavos, la imposibilidad de acceder a la educación, a la salud a
un buen trabajo, con la posibilidad de ser presidente. Claro que en términos de
lo particular del goce femenino, y si pensamos en términos de funciones
matemáticas, black y african american, son equivalentes. Ambos no alcanzan a
cruzar el muro del maldecir. Pero más allá de eso (o más acá para ser
precisos), un maldecir tiene consecuencias distintas que el otro.
Este trabajo me
deja con muchas ganas de investigar sobre este tema ya que se abren muchas
preguntas que, al menos para mí, no son fáciles de responder. No todos los maldecirse
son iguales más allá de compartir el grupo de los malos decires.
Gracias Ángela
por tu trabajo que me sirvió de disparador para pensar en estas
cosas.
Alexander Dolgikh
Comentario al texto de Ángela Fischer, “Sin
diferencia sexual, ni cuerpo”
Alba Alfaro
NEL Maracay
Ángela
Fischer aborda de manera muy acertada un tema sensible y polémico de nuestra
época. Más allá de los logros sociales alcanzados por los movimientos
feministas basados en la perspectiva de género, el psicoanálisis nos permite
ubicar lo que se pone en juego en este tratamiento de lo real sexual y sus
consecuencias en la clínica.
La
perspectiva de género, inscrita en la época del Otro que no existe, pretende
resolver por un universal, por un “para todo x”, la problemática del goce
ligada a la sexuación.Tal como lo plantea una autora
feminista en un sitio de Internet: “Aunque existen divergencias en su
conceptualización, en general la categoría de género es una definición de
carácter histórico y social acerca de los roles, identidades y valores que son
atribuidos a varones y mujeres e internalizados mediante los procesos de
socialización”[20]. Ella propone entre otras
“características y dimensiones” de la perspectiva de género las siguientes: “[…] es una relación asimétrica; si bien las relaciones
entre mujeres y varones admiten distintas posibilidades (dominación masculina,
dominación femenina o relaciones igualitarias), en general éstas se configuran
como relaciones de dominación masculina y subordinación femenina[…] es una
búsqueda de una equidad que sólo será posible si las mujeres conquistan el
ejercicio del poder en su sentido más amplio (como poder crear, poder saber,
poder dirigir, poder disfrutar, poder elegir, ser elegida, etcétera).”[21]
En efecto se
trata de la disimetría estructural, derivada de lo imposible de la relación
sexual, que sitúa en términos de poder los vínculos de amor para el ser
hablante. “Hay
sumisión del lado del amante y el amor es un fenómeno de amo” nos dice Miller[22]. Lo femenino sitúa entonces esta
disimetría propia del encuentro con el Otro sexo, como algo problemático tanto para los hombres como
para las mujeres. El goce aparece para taponar esta dificultad y orientar en
cada uno la elección del partenaire sexual.
Intentar
entonces absorber esta problemática en términos de género implica forcluir la
sexuación, la diferencia sexual. Se trata de una aspiración a eliminar el Otro
sexo, en un intento por eludir la dimensión de lo femenino, especialmente en
las mujeres.
Miller hace
referencia a las “mujeres de hierro” de la política, explicando esta posición
de la manera siguiente: “El que el Otro no exista, asume la forma: si el
Otro no existe, ¿por qué no yo en su lugar?”[23]
La
consecuencia es el retorno de lo ilimitado, de la vuelta al Otro primordial,
del odio en la vertiente del amor. Los efectos aparecen no solo en una
radicalización de la desigualdad y del malentendido entre los sexos, sino
también en un retorno de lo real en fenómenos de violencia sexual, tal como lo
señala Ángela Fischer.
El
psicoanálisis, afirma Miller “transforma el Otro que no existe en sujeto
supuesto saber”[24] Así, “a
falta del Otro que no existe, donde se inscribía su significado aparece el
sujeto supuesto saber como efecto de significación engendrado por el
dispositivo analítico”.[25]
Comité organizador BORDES:
Piedad
Ortega de Spurrier, Marcela Almanza, Elida Ganoza, Johnny Gavlovski E., Ruth
Hernández
[11] Duras, Marguerite, Escribir, p.
22. Tusquets editores.
[12] Lacan, Homenaje a M. Duras,
p.210. Ed. Paidós
[13]Laurent, Éric: El sofisma de Lol
V. Stein, en: Miller, Jaques Alain; Los usos del Lapso, p. 401
[14] Lacan, J, Homenaje a M. Duras.
[15] Laurent, Éric, op cit, p.404
[16] Lacan, J; op.cit. p. 209
[17] Duras,
Marguerite; El Arrebato de Lol V. Stein, p.40
[18] Sigmund Freud.
Tres ensayos de teoría sexual. 1905. Amorrortu Editores Tomo VII pág. 179.
[19] Jacques Lacan.
El seminario 19… o peor. Paidos, pág. 81
[21] Ibídem, se trata de las categorías enumeradas por esta
autora, como 4 y 8 respectivamente.
[22]J.-A. Miller, Sobre fenómenos de amor y odio en
psicoanálisis, 1992, en Introducción a la clínica lacaniana, ELP-RBA, Barcelona
2007, p. 302.
[23] J.-A. Miller, El Otro que no existe y sus comités de ética,
Paidós, Ob. Cit., p. 109.