“La época en que la política daba respuestas a la pregunta por el sentido, está terminada” Eric Laurent
Por Pablo Chacón
A pocos días del inicio del IX Congreso
Internacional de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP),
el psicoanalista francés Eric Laurent argumentó sobre el
agotamiento de la búsqueda de sentido en la práctica política
y en la religión en una época hegemonizada por el sueño
absolutista de la razón científica cifrada en el cálculo y el
individualismo democrático de masa, advirtiendo sobre la
concentración empresaria en los espacios del común.
Laurent, quien fue analizante de Jacques
Lacan, también es docente; del 2006 al 2010 presidió la AMP,
cuya acta de fundación se firmó en Buenos Aires el 3 de enero de
1992.
Entre sus libros figuran El goce sin rostro, La batalla del autismo, Ciudades analíticas, Psicoanálisis y salud mental, Lost in cognition, El sentimiento delirante de la vida y Los objetos de la pasión.
Esta es la conversación que sostuvo con Télam desde París, donde reside.
Entre sus libros figuran El goce sin rostro, La batalla del autismo, Ciudades analíticas, Psicoanálisis y salud mental, Lost in cognition, El sentimiento delirante de la vida y Los objetos de la pasión.
Esta es la conversación que sostuvo con Télam desde París, donde reside.
T: El congreso internacional de
2012 se centró en el orden simbólico. Este, que empieza en
unos días, tal como indicó Jacques-Alain Miller, sobre un
real. Sin embargo, en ambos casos se incluye la
perspectiva siglo XXI. ¿Cuáles serían las diferencias respecto
al siglo pasado?
L: La diferencia esencial con el siglo pasado es que estamos
en una época de triunfo de los poderes del cálculo; entramos en
the digital age. Como dijo Jacques-Alain Miller, esto
fue anunciado por Lacan en su fórmula Hay l’ Uno, en
francés Y’a dlun. Con esta contracción, quienes
piensan que el individualismo democrático de masa está
fundamentado sobre el uno del cuerpo, se equivocan. Lo nuevo es
la manera con la cual los cuerpos se articulan con el uno del
cálculo. Esto se puede ver en el libro de los responsables de
Google, Jared Cohen y Eric Schmidt, The new digital age,
como en Big Data, de Viktor Mayer-Schönberger y
Kenneth Niel Cukier. Ambos exploran cómo la acumulación de los
cálculos cambian nuestra relación con el mundo. El horizonte del
cálculo es una utopía. Un mundo puramenta calculable, sin nada
que pueda quedar afuera. Si nada escapa al cálculo, estaríamos
en un mundo sin contingencia, un mundo sin Real. El
psicoanálisis propone, al revés de esta utopía, el
reconocimiento de un real: un real vinculado al hecho de que la
relación sexual como tal no se puede calcular.
T: Precisamente, uno de los
últimos seminarios de Miller en castellano se titula El
ultimísimo Lacan. ¿Qué hay más allá de ese ultimísimo?
L: Las consecuencias clínicas que hay que explorar. La
articulación de los cuerpos al cálculo de las máquinas permite
el sueño de una transparencia total del uso de los cuerpos. Se
sueña un yo cuantificado, quantified self.
Pero esta articulación a las máquinas, a los smartphones, que
pueden saber todo del funcionamiento del cuerpo, sólo sostienen
el discurso del superyo contemporáneo. Un superyo a medida que
nos grita ¡Goza!, o tenés que mejorar tu performance.
El goce se revela aún más como lo que escapa al cálculo. Lo que
huye.
T: El discurso de la ciencia, ¿en qué relación cree usted está con las infinitas variantes de la religión (incluso laicas) y con cierto agotamiento epocal de las formas republicanas de la política?
L : El discurso de la ciencia nos promete the theory of
everything. Lo que hay de común con las promesas del Big
Data es el sueño de un mundo completamente simbolizado,
pero sin sentido. El sentido es de lo que se ocupa la religión.
Es la nueva complementariedad entre ciencia y religión. No fue
siempre así. En el siglo XVII, cuando surgió la ciencia, era
considerada un peligro para las creencias. Ya no es el caso.
La época del todo político en la cual la política daba respuestas a las preguntas sobre el sentido, está terminada. Las religiones laicas que cumplían esa función son cosas del siglo XX. El individualismo de masa no permite más estas creencias absolutas. Hay una fragmentación de los modos de vivir la pulsión. Pero subsisten trozos de común. El problema de la política mundial, como dice Paul Krugman, es saber si la concentración oligárquica del capital no pone en peligro todo el espacio de lo común. Parece que la política ha perdido su poder de regulación. Hay una llamada a un más allá de la política. Es un síntoma de la época.
Leer en Telam