26 de septiembre de 2014

Eva-Lilith Nº 27


Boletín de las VIII Jornadas de la NEL 

Eva-Lilith
  Nº 27

 


Lo femenino del goce en algunos fenómenos de masa en la actualidad 


Tania Aramburo Guerrero
José Fernando Velásquez


En la actualidad existen algunas agrupaciones sociales que se caracterizan por ser inconstantes,  abiertas y efímeras; micromasas que se manifiestan en algunas redes sociales que son fácilmente adoptadas por los adolescentes, y agrupamientos transitorios generalmente alrededor de lo violento. Son algunos de los llamados “fenómenos” de masa contemporáneos.

En el texto de Psicología de las  masas Freud plantea tres preguntas analizando los fenómenos de masa que pueden aplicarse a los que se dan en la actualidad. Las preguntas planteadas son: ¿Qué es una masa?, ¿Qué le presta la capacidad de influir tan decisivamente sobre la vida anímica del individuo? Y, ¿En qué consiste la alteración anímica que impone a este último? [i] Y nosotros nos hacemos una cuarta pregunta: ¿Cómo se particulariza el fenómeno de masa contemporáneo?

Algunas redes sociales virtuales en Bolivia y otros países convocan a comunidades que se denominan como “las masas sin control”, “los chicos sin miedo”, “caníbales”, y en ellas se encuentran los pasos a seguir para poder identificarse. Páginas donde incitan a colgar imágenes de acciones violentas como ritos de pasaje y adscripción al grupo, tales como violaciones a compañeras de curso o a menores; grupos de la ruleta del sexo denominadas “sexys y descontroladas” (mujeres adolescentes de 13 - 15 años que publican la forma y la cantidad de relaciones sexuales que tienen al día o en una semana). Otras por el contrario que se nombran como “Bellezas y abstinencia sexual” que determinan la abstinencia sexual como elección y conductas subsiguientes. Como puede observarse, los significantes elegidos por estas micromasas son nombres de goce que hacen alusión al sin límites, significantes que determinan su singularidad y que identifican su pertenencia a este o aquel conjunto.[ii]

Los fenómenos de violencia como los linchamientos y el bulling escolar, son actos impulsivos realizados por un grupo de personas que se reúnen a dar con el paradero del autor de un delito. Los individuos reunidos, piensan, sienten de manera diferente de cómo lo harían estando solos. Por más que no coincidan en su modo de vida, en sus ocupaciones o en su inteligencia; en el momento que están reunidos desaparece la personalidad consciente, los sentimientos y las ideas surgen por sugestión y contagio. El individuo deja de ser él mismo, se convierte en un autómata carente de voluntad,  es decir, en parte de la masa, la cual es  impulsiva, voluble, inestable, inconstante, influenciable  y excitable.

En este tipo de fenómenos se  pude observar la inexistencia del orden simbólico tradicional, y en su lugar aparece la ley del sin límite, constituida en lo inmediato de la contingencia, la cual canaliza las exaltaciones del grupo. Aparece una pasión que no espera, satisface inmediatamente una necesidad en relación al castigo para el ladrón o violador. La multitud se siente totalmente omnipotente. No existen dudas ni certezas acerca de la culpabilidad del acusado. Alguien de la masa grita; “hay que lincharlos”, todos  alientan y realizan la acción. Posteriormente al acto existe un silencio pactado, ya que en muy pocos casos se llega a descubrir al autor material y al instigador de la acción.

En las agrupaciones producidas por el internet, en las pandillas y en los fenómenos de bulling y de linchamiento, no se dan relaciones interpersonales regidas por la significación fálica y el yo ideal (como los lazos afectivos enmarcados en una ley prohibitiva que los cobija a todos, o la identificación a un líder).  La identificación que se exterioriza es el goce del cuerpo en relación al objeto. El Otro en cuanto simbólico que sostenía el orden social evidencia su inconsistencia para establecerlo, y en su lugar el objeto a, el objeto del goce por fuera del fantasma, asciende a lugar de agente del vínculo social. El comportamiento social adquiere un comportamiento adictivo regido por el imperativo superyoico que ordena al sujeto a gozar.

El que esto se dé entre adolescentes puede corresponder a que las cavilaciones que son propias en esta etapa de la vida, por ejemplo, acerca de la identidad sexual, su identidad política, su consistencia fálica, con las dudas, las fantasías propias, sean económicamente tramitadas por esta vía económica libidinalmente de la identificación. Lo incierto es sofocado por la pertenencia al grupo. Todo lo que le ocurre como sujeto es rápidamente subsumido a una supuesta identidad del ser.

En el malestar de la cultura, Freud sostiene que la mujer se convierte en enemiga de la civilización, puesto que el hombre se encuentra dividido entre lo femenino y la civilización. No hay más que una cantidad determinada de libido y lo que da de un lado debe quitarlo del otro. [iii] La mujer se encuentra más próxima al lugar de lo real, hay en ella un vacío que no puede ser velado ni representado por ningún significante.  Una fracción del goce femenino que no permite que se establezca un lazo según la tradición y la ley del “para todos”.

Los fenómenos de masa mencionados canalizan algo del goce femenino, y como tales se oponen a los semblantes tradicionales de la civilización. Ese goce que se expresa en el fenómeno social es singular, distinto a lo ideal y a lo predecible, es contingente. Son formas de lidiar con el desencuentro, todos se encuentran en el mismo lugar, con el mismo objetivo, pero cada uno solo con su goce.


[i]  Freud, S. “Psicología de las masas y análisis del yo”. Obras Completas, Vln.  XVIII. Buenos Aires, Amorrortu, 1976
[ii] Agamben, G. “La comunidad que viene”. Madrid, Pre-Textos, 1996.
[iii] Freud, S. “El malestar en la cultura”. Obras Completas, Vln. XXI. Buenos Aires, Amorrortu,
 
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Comisión Editorial Boletín Eva-Lilith
Raquel Cors Ulloa
María Hortensia Cárdenas
José Fernando Velásquez


 

23 de septiembre de 2014

Eva-Lilith Nº 26


 Boletín de las VIII Jornadas de la NEL 

Eva-Lilith
  Nº 26


Comentario a una cita de Jacques-Alain Miller Mónica Febres-Cordero de Espinel“La mujer hace objeción a Hegel. La mujer se rehúsa al juego malabar de la dialéctica, se rehúsa a entrar en razones”.Miller, J.-A., El ser y el Uno, inédito. Clase V, 2 de marzo de 2011 


En “La significación del falo”[1] Lacan establece la primacía del significante y señala sus efectos en la pasión por la que lo significable se convierte en significado. Lo significable está ahí, potencialmente, en espera que advenga la significación. La vía del falo establece el predominio de lo simbólico, y los poderes del lenguaje crean la oposición entre significante y  significado. Así mismo, la institución del sujeto como efecto de significación  se articula a la noción del Otro y al campo del deseo. Es un proceso que da cuenta del sentido y del desciframiento por la palabra. Lacan utiliza el concepto hegeliano de la aufhebung para indicar este funcionamiento. Aufhebung, relevamiento, que implica que lo significable al mismo tiempo se posterga y se conserva y en donde el falo resulta ser el significante de “esta aufhebung semántica”.[2]


En la última enseñanza de Lacan predomina la problemática del goce sobre la del deseo y  el goce femenino le permite “ir más allá del campo que él mismo había abierto”.[3] Porque  ya no se trata del goce edípico, sino de un goce que escapa a la castración y a las leyes del significante. En este punto, explica Miller, la  primera construcción lacaniana, inscrita en el pensamiento de Freud, Hegel y Saussure, vacila. Porque hay una porción del goce femenino que escapa a la lógica de la aufhebung, y es ahí donde la mujer objeta a Hegel y a la dialéctica.

Sin embargo, más allá de la sin razón que pareciera ser de la mujer en algunos aspectos, Lacan despeja que el más allá del Edipo no la concierne a ella solamente, sino a todo ser hablante. Miller extiende las consecuencias a los finales de análisis: es lo que queda fuera  del Nombre del Padre. Lo  encuentra en el acontecimiento de cuerpo como aquello que no entra en la dialéctica del significante y del proceso de rechazo y  aceptación del goce, tal como lo implica  la castración simbólica. Ahora, se trata de un goce positivado, de un cuerpo que se goza más allá de la prohibición. Ya no se articula a la dialéctica del deseo y es objeto de fijación. Porción de goce que, la feminidad lo muestra, resiste a la aufhebung.


[1] Lacan, J. “La significación del falo”, Escritos 2, Ed. Siglo XXI, Argentina, 1989
[2]  Miller, J. A., El ser y el Uno, inédito. Clase V, 2 marzo de 2011
[3] Ibid.
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Comisión Editorial Boletín Eva-Lilith
Raquel Cors Ulloa
María Hortensia Cárdenas
José Fernando Velásquez

20 de septiembre de 2014

Ernesto Sinatra - ¡Hay que gozar!



ERNESTO SINATRA

 “¡Hay que gozar!”

 Antes, en los tiempos de Sigmund Freud, la civilización instauraba un mandato paterno, de renuncia, “¡hay que dejar de gozar!”, pero –sostiene el autor– “el imperativo actual de la civilización es ‘¡hay que gozar!’”: esto propicia nuevos derechos, pero es causa de nuevos síntomas.


Sigmund Freud interpretó que el malestar en la cultura mostraba que la renuncia pulsional –“¡hay que dejar de gozar!”, como mandato paterno de la civilización– no reinstalaba la felicidad, sino que, por el contrario, reforzaba el circuito infernal del superyó reintroduciendo la ferocidad del goce por medio de la prohibición. El malestar de la civilización en la época freudiana obedecía a la lógica que Jacques Lacan adjudicó a la posición masculina: el conjunto sostenido en el Todo, a partir de la culpa y el castigo, de los pecados y su expiación: de ese modo el imperativo proscriptivo de la civilización reforzaba el superyó. La Iglesia florecía con su negocio: “¡hay que dejar de gozar!, pero, si has pecado, puedes expiar tus pecados, pero, entonces, vuelves a gozar, y vuelves a la Iglesia para volver a expiar...”, etcétera. Pero, más acá de los inalterables intereses repetidos a perpetuidad por la Iglesia –con el objetivo de mantener su poder terrenal– las cosas han cambiado. El imperativo actual de la civilización ha devenido “¡hay que gozar!”, en una época que sabe demasiado de la inexistencia de la relación sexual.
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16 de septiembre de 2014

Eva-Lilith Nº 24


Boletín de las VIII Jornadas de la NEL
      Eva-Lilith
     Nº 24

Del goce que se resiste a ser nombrado 
 Héctor Gallo
Cada vez que un sujeto con sus dichos, o un autor con sus elucidaciones vuelve a las “inmediaciones del goce” de una época, es común que tropiece con una especie de roca viva que intentará evadir, bien sea abandonando la reflexión, o entregándose a elucubraciones que le harán perder valor epistemológico a sus ideas.  Lacan anota que el mismo Freud en parte nos abandona, se separa un poco de la cuestión, “cuando se aproxima” al goce femenino.

Después del debate que sobre este problema dejó abierto Freud con sus tímidas aproximaciones al edipo femenino, a la sexualidad femenina, a la feminidad, al masoquismo femenino y en rigor a la pregunta ¿qué quiere una mujer?, se han dicho muchas cosas, pero la forma de presentarlas las convierte en tonterías.

Este juicio de Lacan sobre las contribuciones que los posfreudianos han hecho  acerca del goce femenino, se funda en el señalamiento de un error metodológico que los autores cometen.  En lugar de presentar lo dicho como una contribución destinada a animar el debate y de exigir una evaluación que ubique las ideas en calidad de acompañantes del discurso inaugural elevado por Freud, son presentadas como aquello que por fin arrojará nueva luz sobre lo debatido.

La historia de las ideas ha demostrado que esta falta de modestia frente a los enigmas relacionados con el goce de los humanos, hace caer rápidamente en  afirmaciones tontas y quienes más cerca viven de tales afirmaciones, son aquellos personajes que se distinguen “por comerciar por cualquier medio con las distintas corrientes que” puedan haber atravesado el análisis del problema en los años en que su debate fue vigente.  Esto tiene una razón interna a su condición; la de ser personajes eminentes.

En el mundo universitario alguien es eminente cuando se supone que al abrir la boca siempre dejará salir la buena nueva sobre lo que es de actualidad. Los universitarios eminentes son personajes bien informados, comerciantes de las distintas corrientes de pensamiento concernidas en el análisis de lo que se debate, atentos a las últimas experiencias realizadas y cultivadores de un semblante de saber que difícilmente un alumno  se atrevería a poner en discusión.

El modelo que Lacan nos presenta de estos personajes que hablan para prometer una pronta resolución del enigma planteado, es el señor Gilllespie.  Este señor muestra “una singular alegría” porque según él al fin Masters y Johnson dejarán definitivamente resuelta la pregunta por el goce femenino, forma de hablar que resulta bastante cercana a la que caracteriza a los representantes del discurso medico cuando se refieren, por ejemplo, al descubrimiento de un nuevo medicamento que acabará por fin con la impotencia de los hombres.

Del orgasmo que se mide a lo femenino que fascina y horroriza

Mientras Lacan intentaba avanzar su teoría del goce a partir de la lógica del significante, los autores evocados se ocupaban del orgasmo vaginal a partir de cierto número de experiencias realizadas en la universidad de Washington.  Lacan se dedica a mostrar porqué el significante define al mismo tiempo la muerte del goce y también su emergencia localizada en el cuerpo, Masters y Johnson, en cambio, en lugar del aparato significante, emplearon aparatos cinematográficos y a través de este medio audiovisual llegan a considerar “que el mayor orgasmo, que sería el de la mujer, resulta de la personalidad total, [...]”.[1]

Tenemos dos aparatos, uno de deducción y otro de observación,  su empleo define también dos planos de la investigación, lógica y experimental en su orden.  El primer plano da primacía a lo cualitativo del goce y el segundo a su medición cuantitativa.  En el nivel cualitativo lo que interesa es determinar qué tiene que ver el goce con la emergencia del discurso y por ende con el saber, en el cuantitativo el acento se desplaza al más o al menos del orgasmo, por eso lo fundamental es la medición del goce, punto en el que se entrará sin remedio al campo de la tontería, porque se trata algo propio de la subjetividad como si fuera orgánico y cuantificable.

La tontería es lo que se impone cuando, como en el caso de los autores citados, se pretende, para mantener una hipótesis insostenible, combinar dos metodologías investigativas que no tienen punto de comparación. El más del orgasmo femenino, que efectivamente es susceptible de fotografiar, aparece determinado por algo -la personalidad total-, que escapa sin duda a toda posibilidad de observación empírica, porque es una deducción solidaria del descubrimiento del yo autónomo, que es un término imposible de objetivar, porque es una instancia de la personalidad que se preserva del conflicto, y esto tiene que ver con la deducción, no con una fotografía que lo especifique como parte de una personalidad total ensanchada por un análisis.

¿En qué consiste, en consecuencia, la contradicción que Lacan devela en la formulación con la cual Masters y Johnson pretenden resolver el enigma del goce femenino? En suponer que “un aparato cinematográfico que recoge imágenes a color”[2], que se sitúa “en el interior de un apéndice que representa el pene y que capta desde dentro lo que pasa en la pared que, una vez introducido, lo envuelve”[3], puede permitir la revelación inequívoca de la personalidad total de una mujer.

¿Sobre qué base objetiva puede considerarse, dentro de una investigación de tipo experimental, que la primacía del orgasmo de la mujer depende de la personalidad total? No hay correspondencia entre el método de investigación empleado y la conclusión a la que se llega, porque de un lado orgasmo y goce son presentados como equivalentes, de otro se pasa del campo experimental al plano de la subjetividad, sin hacer ninguna consideración metodológica al respecto, hecho que enmascara la verdad del problema e impide poder saber algo de lo que distingue a una mujer de un hombre, examinados a partir de su relación con el goce y no de su diferenciación  anatómica.

Trabajos como los de Masters y Johnson, dice Lacan que no carecen de interés, pero a condición de mostrar en ellos el tono exacto de lo que descubren.  La superioridad biológica del organismo de la mujer no resulta de la personalidad total, tampoco explica la primacía del goce femenino porque este no tiene que ver con el género; más bien es un descubrimiento que si es puesto al margen de lo que Freud descubre y no como una prueba más del borramiento de su discurso sobre la pulsión, el inconsciente y la castración, resultará ser un buen acompañamiento.

La dimensión enigmática del goce es ilustrada por Lacan con la imagen de un tonel que tiene la particularidad de no permitir calcular la configuración de su fondo, ni el lugar hacia dónde conduce una vez que se entra en él. Esto quiere decir que el goce hay que definirlo como algo peligroso.  Pero no se trata de un peligro que el sujeto se  represente de manera penosa, sino de un peligro que también contiene un no sé qué fascinante.  Lacan ilustra esa doble dimensión de fascinación y horror, con una imagen patética: “se empieza en las cosquillas y se acaba en la parrilla”.[4]

Si más allá del placer de la tibia sensación corporal de las cosquillas se encuentra el increíble desgarramiento físico y psíquico del dolor y esto el sujeto casi nunca parece calcularlo, es porque el goce implica el encuentro con una mascarada de felicidad que en lugar de fortalecer al sujeto más bien lo induce al sacrificio. 

[1] J., Lacan, El reverso del psicoanálisis, El seminario 17, Buenos Aires, 1992, p. 76.
[2] Ibíd, p. 76.
[3] Ibíd
[4] Ibíd, p. 77.


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Comisión Editorial Boletín Eva-Lilith
Raquel Cors Ulloa
María Hortensia Cárdenas
José Fernando Velásquez

12 de septiembre de 2014

Eva-Lilith Nº 23


Boletín de las VIII Jornadas de la NEL
      Eva-Lilith
     Nº 23


Goce femenino y lazo social

Mercedes Iglesias


Mi pregunta va dirigida en torno al modo en que se enlaza el goce femenino con el Otro. Y, más específicamente, ¿cómo se establece un lazo en los fenómenos de masa que corresponden a nuestro tiempo? Ya Freud ofreció un análisis del modo en que se constituía una masa alrededor de un líder señalando que esta sufría un carácter hipnótico al someterse a la identificación al líder. Hoy en día esto no se da de la misma manera. Tenemos ciertamente fenómenos de masa al estilo planteado por Freud pero también existen otros modos que pueden ser analizados o pensados a la luz del goce femenino establecido por Lacan en su última enseñanza.
 
Si bien es cierto que caracterizamos al goce femenino como más allá de lo fálico, lo adjetivamos como exceso, sin límite, el no-todo, puntual, evanescente, creo que no por ello debemos suponer que es algo que emerge esporádicamente, sino que por el contrario, debe ser entendido como lo que se encuentra a la base de todos los demás goces. “Digamos que siguiendo la vertiente del goce femenino, Lacan apreció cuál era el régimen del goce como tal; apreció que hasta entonces había sido pensado siempre en psicoanálisis desde el lado masculino, en tanto la puerta de su última enseñanza viene a abrirse con la concepción del goce femenino como principio del régimen del goce como tal.”[1]
 
“El no-todo no resulta de que nada lo limite, ya el límite se sitúa allí de otro modo”[2]  Salman[3]señala que hay una doble perspectiva del no-todo. Una, como ilimitado en el sentido del sin límites que estaría más bien del lado de los excesos; aquí, encontramos un goce que se horizontaliza y se vuelve comunitario, es un llamado al ‘todos’ donde se ubican los diferentes fundamentalismos actuales. La otra vía, es la que permite la experiencia analítica que produce un efecto de diferenciación de este goce y que hace obstáculo al régimen del individuo de masas. Este goce singular muestra la inconsistencia del Otro y también podemos decir que es un goce que agujerea el mundo simbólico o la medida común del falo.
 
Aceptando esta doble vertiente del goce femenino, pienso que también se puede ubicar una tercera vía. Esta se encuentra en ciertos movimientos de masa que han llamado la atención en los últimos tiempos: el movimiento de los indignados en Madrid, los  acontecimientos de Ucrania así como las manifestaciones y guarimbas que se dieron en Venezuela. Estos fenómenos carecen de un movimiento orientador claro, de un slogan, de una ideología determinada, constituyen un evento de masa donde muchos individuos en determinado momento se unen por una convocatoria dada en los medios virtuales. Es un punto en el tiempo que no sólo logra convocar a una masa sino que también tiene efectos políticos reales sean o no victoriosos.
 
Al respecto Agamben[4] afirma que actualmente la distinción no se da entre lo inefable del individuo versus lo universal inteligible sino que existe algo que denomina una singularidad cualsea. Esta singularidad no dispone de identidad alguna que hacer valer ni de lazo o pertenencia que revocar. Y es esto lo que el Estado no soporta. La singularidad implica el No-Estado. Como sostiene Badiou el Estado no se funda en el ligamen social sino en evitar su disolución. El ser que viene o el que tenemos en la actualidad es la figura de la singularidad pura.[5] No tiene identidad, ni está determinada respecto a un concepto, pero no es simplemente indeterminada, más bien es determinada en tanto relación con una totalidad de posibilidades. Parecería que estas singularidades   muestran una dimensión del goce femenino, un goce que agujerea lo simbólico y muestra así la inconsistencia del Otro.
 
A juicio de Agamben[6] cada vez es menos plausible la oposición de democracia y comunismo. La lucha es entre el Estado y el No-estado (la humanidad). Esta singularidad que declina toda identidad es el principal enemigo del Estado. “Allí donde estas singularidades manifiesten pacíficamente su ser común, allí habrá una Tienanmen, y antes o después, llegarán los carros blindados.”

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Comisión Editorial Boletín Eva-Lilith
Raquel Cors Ulloa
María Hortensia Cárdenas
José Fernando Velásquez

9 de septiembre de 2014

Eva-Lilith Nº 22


Boletín de las VIII Jornadas de la NEL
      Eva-Lilith
     Nº 22

                                     Ese goce Otro
Viviana Berguer


“EL GOCE COMO TAL ES EL GOCE NO EDÍPICO, el goce concebido en tanto sustraído, fuera de la maquinaria del Edipo, ES EL GOCE REDUCIDO AL ACONTECIMIENTO DEL CUERPO”  – goce que aunque concierne a todo ser hablante, sin embargo, es nombrado por Lacan como femenino.

La definición del goce, entonces, según esta cita encuentra su soporte en oposición al Edipo, como “sustraído” y “fuera” de la codificación simbólica. Un “sin ley” e “indecible” cuya referencia entonces, se orienta al cuerpo.

Ahora bien, me preguntaba si los fenómenos de retorno de goce en la psicosis – también sustraídos y fuera de la codificación del falo – ¿serían femeninos?

Sabemos que en la esquizofrenia, el acontecimiento de goce se vive en el cuerpo propio pero, bajo la forma de la alucinación (visual, auditiva, cenestésica). Es en el cuerpo donde retorna el goce, con la manifestación de la presencia del objeto en lo real allí donde, de haber operado la metáfora paterna, encontraríamos el síntoma o el fantasma, algún velo. El sujeto sufre el goce a través de vivencias de descomposición, fragmentación, que no son fantasmáticas – y responden a la ruptura interior del discurso que desencandena la estructura y que se escucha en el lenguaje de órganos, el discurso desarticulado, la metonimia desatada.

En la paranoia, también el sujeto es objeto del goce del Otro, pero el goce retorna vía el Otro; y entonces, las ideas de persecución: el Otro me goza. El sujeto sabe sobre el goce del Otro sobre sí, e intentará - vía el delirio - reconstituirse de esta experiencia de ser gozado por una dimensión exterior a sí mismo; en un esfuerzo de recuperar una condición activa, dirá sobre el poder de la palabra de un Otro insensato en su cuerpo.

También el Otro con el que se confronta la mujer es un Otro exterior a sí misma, que la goza – ella también es objeto de ese goce en su cuerpo. Sin embargo, allí, en su goce – que es suplementario al fálico -, la mujer no habla. El goce toma su cuerpo, la divide, la extravía – y ella…calla… no sabe. Para ella, se tratará de un goce que le es enigmático e insituable. Una relación con un vacío.

Y el efecto – entre otros - es un éxtasis vivificante, cuando queda articulado al deseo; o la angustia, cuando vacila; el rechazo y entonces, los síntomas – cuando responde la histérica con su estructura.

La experiencia femenina, pues, es bien distinta de la experiencia de la psicosis. Si bien encontramos proximidades, hay un punto clave: ¿ese goce es del Otro? o es ¿un goce Otro, que es suyo, que le pertenece, pero del cual es extraña?

Un goce al margen de las palabras – no inscripto en el discurso común -, pero no sin ellas. 

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Comisión Editorial Boletín Eva-Lilith
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Eva-Lilith Nº 21


 Boletín de las VIII Jornadas de la NEL 

      Eva-Lilith
     Nº 21

 
 Respuestas a Eva-Lilith
Por: Cecilia Gasbarro

Eva-Lilith.: En este momento de nuestra elaboración sobre la clínica psicoanalítica donde nombramos lo femenino como el pivote de la experiencia, ¿Cómo ubicar aquello que se afirmaba en Freud y en Lacan, sobre la primacía del falo?

Cecilia Gasbarro.: La primacía del falo conserva, para mí, toda su vigencia en la doctrina del psicoanálisis lacaniano, justamente para poder ubicar al goce femenino como un más allá del falo. Enunciada y elaborada por Freud, luego seguida por Lacan desde “La significación del falo” hasta el armado de sus fórmulas de la sexuación, esta noción no plantea ninguna preferencia o supremacía (significación a la que podría deslizarse dada la acepción común del término “primacía”). Por el contrario, responde al hecho de que el falo es el único operador a partir del cual hay que armar dos posiciones sexuadas. Paradoja que se produce por la inexistencia de la relación sexual, una de cuyas consecuencias puede enunciarse como la ausencia de un significante que dé cuenta de una inscripción de lo femenino como tal. Si la elaboración freudiana era proclive al deslizamiento hacia una supuesta primacía del pene, Lacan -desde los inicios de su indagación respecto del falo y la sexuación- se esforzó en demostrar la diferencia entre el órgano masculino y el falo: como significante primero, como letra que deviene función después. Me disculpo por la enorme reducción de esta última frase, porque implica saltearse muchos pasos en la indagación de quince años de enseñanza de Lacan, pero mi interés es resaltar que el corazón de la llamada “primacía del falo” habita en las fórmulas escritas en el comienzo de su última enseñanza. No podemos prescindir de ellas. No conviene además, si no queremos que “lo femenino” advenga como un inefable idealizado o denostado, pero imposible de cernir siquiera en sus bordes.

Eva-Lilith.: El psicoanálisis, como dice en algún lugar Miller, ha inventado tal vez otro goce, el goce puro de la palabra, y recomienda que el analista esté alejado del goce que podría resultar para él mismo de esa posición. ¿Cómo se hace el giro desde ese otro goce puro de la palabra al goce donde el significante no comunica, sino que solo nombra?

C.G.: Es cierto que es aconsejable que el analista se mantenga advertido del efecto cautivante del sentido, del religare que no lo diferencia de la religión, o de la estafa. Para ello cuenta con su análisis –que es preciso que lleve lo más lejos posible- la práctica del control y la formación epistémica. ¿Cómo se  hace el giro...? No me parece que haya fórmulas transmisibles integralmente para eso. Podría decir algo más amplio: cómo emplear el equívoco para hacer resonar en una interpretación aquello que se enraizó en el cuerpo a partir del traumatismo de lalangue –que inscribió algo en el mismo lugar en que hizo agujero (trou-matisme). Hay que ir caso por caso, como ya es canónico decir entre nosotros. Se pueden encontrar ejemplos preciosos en muchos testimonios de pase, especialmente hacia el final del análisis. El que tengo más a mano en este momento es el mío, se los paso.

Se trata de un sueño poco antes del final del análisis: -Veo que una de mis hijas atraviesa la calle corriendo, y es atropellada por un camión; su cuerpo cae. La asisto desesperada y veo, en la parte posterior de su cuello, el relieve producido por la marca del camión (el logo de Mercedes Benz). Al contarlo en análisis, la interpretación aísla: “Es la marca en el cuerpo. ¿Por qué te pone tan nerviosa?”

Se ve bien aquí que es por la vía de la equivocación del significante marca que opera la interpretación, al mismo tiempo que nombra un “es eso”. Son las dos vertientes; una alude directamente a la marca; la otra le quita peso con su resonancia equívoca. Las dos –no una sin la otra- producen un barrido de los múltiples sentidos que había despertado el sueño antes de su relato en análisis.

Eva-Lilith.: Tal vez los hombres estén más cautivos de los semblantes que las mujeres al estar ellos más necesitados de velarlas y, a su vez, al estar ellas más próximas a lo real. ¿Cómo se manifiesta esto en la clínica contemporánea?

C.G.:  Es una pregunta muy interesante, porque obliga a reflexionar si cabe sostener aún esta diferencia o más bien verificar que vacila cada vez más, sobre todo en lo que hace a la relación de ellos con el “hacer de hombre”, semblante que les permite entrar en la comedia sexual. En el Seminario 18 (pág. 31 y 32 de la edición castellana) Lacan plantea que, a veces, se produce un efecto que perfora el semblante y produce un pasaje al acto; el ejemplo que evoca es violar a una mujer (¡o inversamente! agrega de manera enigmática, pero que sugiere que podría suceder al revés. Dejaremos esto para otra indagación). Violar a una mujer, golpearla, matarla, ha llegado a una escalada tal que se impone el feminicidio como figura jurídica, para intentar nombrar y legislar respecto de un síntoma social en ascenso. Eric Laurent ha aludido varias veces a esto para ejemplificar qué implica que el hombre  se haga estrago de una mujer. Es un más allá del semblante, sin duda. Sin llegar a tales extremos, la clínica cotidiana nos hace escuchar las quejas de las mujeres respecto de la renuencia de los hombres a encarnar un semblante que les permita a ellas armar el discurso histérico clásico. ¡Es el revés de la queja histérica que conocíamos!  En todo caso, no se puede sino decir que a una mujer le resulta muy difícil, en la actualidad, que su Otro goce surja tomando como referencia al portador del falo, para ir más allá de él en tanto suplemento, Otra para sí misma. Es difícil que pueda ejercer eso si tiene que ocuparse de asumir los de él, que no le conciernen, pero sin los cuales no hay cómo entrar en el mundo.

He aquí entonces una pregunta que se impone en la clínica contemporánea. ¿Cómo hace entrar una mujer su Otro goce en el mundo? Es, entre otras, una indagación que, con un grupo de colegas, hemos puesto al trabajo –en la EOL- en un ciclo de noches clínicas llamadas “De la histeria sin Nombre del Padre”, por segundo año consecutivo.   
  
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Comisión Editorial Boletín Eva-Lilith
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4 de septiembre de 2014

Lacan y la doctrina del Uno. Lectura del Seminario 19 “…o peor” A cargo de: Claudio Godoy







Viernes 5 de setiembre:

9:30 a.m. a 1 p.m. Antecedentes del Seminario 19. Un discurso que no sería del semblante. El paradigma de la no-relación. Más allá del estructuralismo. No hay relación sexual. Haiuno. Platón y el Parménides. El Uno y el Ser. El Uno que no accede al Dos. Ontología y Henología. La ontología es una vergüenza. El Uno en Frege y Cantor. Los números irracionales. Lo imposible de numerar. Uno de la diferencia y Uno de atributo.

Bibliografía:
LACAN, J. (1971-72): El Seminario. Libro 19: “…o peor”, Paidós, Buenos Aires, 2012. Capítulos VIII, IX. X y XI.
LACAN, J (1972-73): “Reseña de enseñanza”, en LACAN, J. (1971-72): El Seminario. Libro 19: “…o peor”, op. cit., p. 235-240.
MILLER, J.-A. (1986-87): Los signos del goce, Paidós, Buenos Aires, 1998, cap. III y IV.
PLATÓN: “Parménides”, en Diálogos, Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1988, T. V , p. 29-136.
LEGUIL, C. (2012): “Usos lacanianos de la ontología”, en Virtualia N° 25, Revista digital de la Escuela de la Orientación Lacaniana, http://virtualia.eol.org.ar/027/template.asp?Lacan-de-la-ontologia-a-la-henologia/Usos-lacanianos-de-la-ontologia.html 
ZALOSZYC, A (2012): “El Uno, cosa inverosímil”, en Virtualia N° 25, Revista digital de la Escuela de la Orientación Lacaniana, http://virtualia.eol.org.ar/027/template.asp?Lacan-de-la-ontologia-a-la-henologia/El-Uno-cosa-inverosimil.html

3:00 p.m. a 6:30 p.m.
El nudo borromeo y la demanda. La topología de la palabra. Primeras referencias al nudo borromeo. “Te demando que me rechaces lo que te ofrezco porque no es eso”. Demanda, rechazo y oferta. Destinador, destinatario y mensaje. Gramática y significación. Geometría de la tétrada. “No es eso” y objeto a. La vueltas de la demanda.

Bibliografía:
LACAN, J. (1971-72): El Seminario. Libro 19: “…o peor”, op. cit., capítulos V y VI.
LACAN, J. (1972): “El atolondradicho”, en Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 473-522.

-Comentario del caso clínico “Entre el grito y el acto” de Yovana Pérez.

Sábado 6 de setiembre:

9:30 p.m. a 12:30 m.
La función  El Todo y el no-todo. El goce fálico y el goce femenino. Las fórmulas de la sexuación. Cuerpo y goce. La ilusión de la relación sexual. El amor y la ausencia de relación sexual. Entre el hombre y la mujer hay un muro. La carta de amuro. El padre y lo peor. La función del e-pater. Los cuerpos atrapados por el discurso. La sexualidad y el agujero en lo real. El Uno y el síntoma. Iteración del Uno y geometría fractal. La palabra y la función de lo escrito. Leer un síntoma.

Bibliografía:
LACAN, J. (1971-72): El Seminario. Libro 19: “…o peor”, op. cit., capítulos XIII, XIV y XV.
LACAN, J. (1971-72): Hablo a las paredes, Paidós, Buenos Aires, 2012.
LACAN, J. (1973): “Televisión”, en Otros escritos, op. cit., p. 535-572.
MILLER, J.-A. (2011): “Leer un síntoma”, en El Blog de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, http://www.blogelp.com/index.php/leer-un-sintoma-jacques-alain

Conferencia de Claudio Godoy en la PUCP









Jueves 4 de setiembre, 18:00 hrs


Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP)
Auditorio Gustavo Gutierrez


Conferencia: Avatares de lo femenino

            La sexualidad de los seres hablantes está en ruptura con la naturaleza,  no se reduce a la evidencia del dato anatómico sino que es el resultado de un proceso, de una elección inconsciente difícil de sondear, que Lacan ha denominado “sexuación”. La oposición macho-hembra funciona bien en el mundo animal, allí donde la fijeza del instinto traza de manera suficientemente inequívoca en qué consisten sus modos de comportamiento y apareamiento, a la vez que somete a cada individuo a la impronta de la especie. Son estas ataduras las que el lenguaje deshace haciendo imposible cualquier complementariedad armónica preestablecida. Es lo que se enuncia como “no hay relación o proporción  sexual”.
        
 En las formulaciones freudianas las posiciones sexuales derivaban de una lógica que implican el complejo de Edipo, y la castración. Los dos sexos encontraban en un único elemento simbólico las vías en la que inscribir la sexualidad: el falo. Esto generó diversas polémicas dentro y fuera del campo de psicoanálisis, se denunció el “falocentrismo” y los “prejuicios” en los que Freud habría supuestamente caído al remitir a las mujeres a la controvertida penisneid (envidia del pene). Estas críticas buscaban resolver el presunto atolladero restituyendo alguna suerte de simetría y equivalencia. Sin embargo, el creador del psicoanálisis, pese a tratar de buscar los avatares de la feminidad en la lógica fálica, no dejó nunca de plantear un enigma descuidado por sus contradictores: ¿qué quiere una mujer? Fue su manera de señalar que la respuesta anteriormente propuesta no agotaba la pregunta por lo femenino. Más aún: que ésta implica una infinitud. Será en ese punto de misterio que Lacan centrará su indagación -sumamente original- sobre lo femenino, no para instaurar una equivalencia ni una complementariedad, siempre engañosas, sino para marcar una diferencia irreductible. Lo femenino no se confunde entonces con ninguno de los atributos, apariencias o ideales con los que, en una época o cultura determinada, se pretende definir una identidad para las mujeres. Una mujer está no-toda allí, lo cual remite a una alteridad que está más allá de lo que pueda decirse, que escapa al lenguaje, que es más real.
         
Es así que “El hombre -afirma Lacan- sirve de relevo para que la mujer se convierta en ese Otro para sí misma, como lo es para él”. La cuestión es cómo una mujer puede enmarcar esa alteridad que la habita -para la cual reservamos el término “femenino”- sin mal-decirla, sucumbir al rechazo o perderse en el extravío. Trataremos entonces de señalar, a partir del modo en que se revela en la experiencia psicoanalítica, cómo esta dimensión presenta consecuencias en la relación que una mujer mantiene con su cuerpo y su goce, pero también respecto al amor, al deseo y la maternidad.

Claudio Godoy

      El ingreso es libre 

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