2 de mayo de 2023

EL TAO DEL PSICOANALISTA, por Rodolfo Sánchez, Mery Mondragón

 


Soplo del vacío central

Rodolfo Sánchez

Lacan en Lituraterre, realizado a la vuelta de un viaje a Japón, intentaba abordar la problemática entre los lazos del sentido y lo real, pensar la escritura como anterior al habla, el discurso sin palabras deseado por Lacan, lo cual implica pensar la posición del analista de otra manera. Con anterioridad ya había estudiado chino, y recurre al poeta y semiólogo chino radicado en Francia François Cheng para trabajar juntos textos de la escritura china y japonesa que muestran un uso del lenguaje que va más allá de los efectos de sentido. Uno de los textos que trabajan es “El libro de la vía y de su virtud” atribuido a Laozi, padre fundador del taoísmo, del siglo VI a.C. referido a la Creación y la marcha del Universo, en chino Tao, que quiere decir la Vía, que también es "hablar". En francés vía y voz (la Voie, la Voix) El Tao es pues un camino de vida y al mismo tiempo la palabra, el texto es el siguiente:

El Tao de origen engendra el Uno 

El Uno engendra el Dos 

El Dos engendra el Tres 

El Tres engendra los Diez Mil seres 

Los Diez Mil seres endosan el Yin Y abrazan el Yang 

Por el soplo del Vacío-central Realizan el intercambio-entendimiento1  

Este soplo actuando en el Vacío central, es lo que le interesa a Lacan pues hace posible que se realice el intercambio, la comunicación entre el Yin y el Yang, sin este se plantarían cada uno por su lado, opuestos, en una oposición estéril. Mientras que, con la intervención del Vacío central, los dos partenaires entran en un campo abierto, distanciado e interactivo, y por esta interacción, acceden a la transformación mutua. Lacan se interesa en cómo articular este vacío central, el uso correcto de esta versión china del litoral, no como algo sólido que separa, sino como una nebulosa que permite entre ambos la coexistencia. Parece ser que en esta búsqueda le viene a la mente de Lacan una característica de la poesía china, que está invadida de metáfora y que esta y la metonimia no se oponen en el pensamiento chino. 

Comenta al respecto Cheng “En resumen –señalaba Lacan- cuanta más metáfora hay, más rica es la metonimia. En otras palabras, metáfora y metonimia salen una de la otra, se engendran mutuamente”2 . Esta evocación de Lacan nos permite entender cómo el soplo del vacío central no separa metáfora y metonimia como cuando las definimos con el objetivo de distinguir una cosa de otra, como comúnmente hacemos en el lenguaje para distinguir ciertos conceptos, si no que el cuidarnos de definir permite ahondar en ese vacío central, ese no saber motiva el saber. 

Para entenderlo Cheng le preguntaba a Lacan “¿cómo definía la metonimia y la metáfora? Él me dijo que se cuidaba bien de hacerlo. Que a partir de la idea de continuidad y de similitud, se puede siempre ahondar, pero lo importante es observar el lazo entre las dos figuras en su funcionamiento”. Después de ese comentario Lacan abre un libro para buscar un poema que ejemplifique lo que acababa de decir, el poema se llamaba "El Lago Qi", y tenía por tema una escena de despedida: Una mujer acompaña a su marido hasta el borde del lago tocando la flauta. Mientras ella permanece en la orilla, el hombre se aleja en barca en un largo viaje. Eso es lo que indican los dos primeros versos. El tercer verso dice que, en un momento dado, en el corazón del lago, ya lejos, el hombre se da vuelta. Y este último verso termina de manera un poco abrupta, como una detención en una imagen, con esto: "Montaña verde rodea nube blanca" 

En este verso aparecen dos metáforas, montaña verde y nube blanca, en una relación de metonimia.

¿Cuáles son estas metáforas? ¿en qué consiste esta relación de metonimia? En un primer momento buscamos definir qué es una y otra, trazar un límite entre estas, pero recordemos el soplo del vacío medio como una versión china de litoral, constante, que debemos intentar sostener cuidándonos de no definir, sino que a partir de la continuidad y similitud entre ambas poder ahondar, observar cómo se entrelazan en su funcionamiento, este soplo constante nos permitirá mantener un no saber que motive la búsqueda del saber, vía o camino del analista.

1 Jacques Aubert, François Cheng, Jean-Claude Milner, François Regnault y Gérard Wajcman; Lacan, el escrito, la imagen; México D.F.: Siglo Veintiuno Editores; 2001; p. 168. 

2 Ibid.


Soplo del vacío-medio y trazo unario en el lugar del analista,

Mery Mondragón 

Como mencionado, del texto se extraen nuevas miras sobre la labor analítica en consulta, pues las elaboraciones presentes en El camino del psicoanalista se inscriben en el intento de conjugar las funciones de aquel que admite sentidos nuevos (función más uno) y aquel que escande (función del psicoanalista como editor que puntúa el lugar del goce). De este intento de conjugación, deviene la pregunta: ¿Cómo hacer con la coexistencia del sentido y lo que está fuera de él? y, más precisamente, con la coexistencia del efecto de significación y el lugar del goce. Ambas preguntas se sitúan en la labor analítica y sería “formidable” que operando sobre lo primero, se impacte en lo segundo; esto es, lo real desde lo simbólico. Para lograr “tocar el goce y su litoral a partir del significante”3 , Lacan reflexiona junto a Cheng en torno a algunos textos clásicos chinos (como el tratado en la sección anterior) y encuentra formulaciones dan visos de lo que, desde el lugar del analista, puede favorecer la realización de esa resonancia en lo real; mencionaremos tres: el tao, el soplo del vacío medio y el trazo unario del pincel.

El tao chino interesa a Lacan en la medida en que comprende, ya desde su definición y dos sentidos, la coexistencia por la que se pregunta. Abarcando “lo que tiene un nombre y lo que no tiene nombre”4 , el verbo tao: hacer-enunciar, que Lacan esquematiza sin nombre-el nombre, podría leerse también como lugar de goce-efecto de sentido. En el tao (vía-voz de origen), dividido en dos, llega a intercalarse el vacío medio como tercer componente, entidad dinámica que permite la interacción entre los dos que, de otro modo, se mantendrían en una “oposición estéril”5 . Cheng retoma a Loazi (Le livre de la Voie et de sa vertu) y marca la función de este soplo del vacío medio (soufflé du Vide-médian), como aquello que intercambia-armoniza (echange-entente); ¿qué?: yin-yang, sin nombre-el nombre y; precisando en el psicoanálisis lacaniano, intercambia-armoniza lugar de goce efecto de sentido. La definición de Cheng de este vacío medio remarca la afluencia, no oposición, entre el sujeto, los otros sujetos y el afuera; la transcribimos: “el vacío medio es ese soplo que viene de sí del sujeto cuando está a la vista de otros sujetos y que lo empuja fuera de sí para que el vivir y el hablar le sean indefinidamente posibles”6 .

Dado este intercambio-armonización de lugar de goce-efecto de sentido, el soplo del vacío medio podría intervenir en lo que en el significante a plu (llovió y gustó; deslizó en la cadena y gozó), poniéndolo “en duda en la lectura del inconsciente que opera en el discurso analítico”7 ; es decir, haciendo tambalear eso que en el significante a plu y coaguló. De manera análoga, Shitao propone el trazo unario del pincel, “equivalente del soplo en el orden pictórico”8 , que interviene mediante un trazo “que no indica, no significa”, permitiendo así “desbrozar el caos original”9 sin adicionar sentidos. Constatando que no se trata, desde el lugar del analista, del ordenamiento en la cadena significante, sino del trazo del pincel, escansión, puntuación: resonar en ese efecto de goce del cual el ordenamiento evita hablar.

Y esa resonancia, ya sea que la pensemos desde el soplo o la pincelada, denota un impacto más allá del sentido y, así, el acceso a lo verdadero (más allá del significante mentiroso). Retomando a Loazi (Le Livre de la Voie et sa vertu): “Siempre Sin-tener Deseo/ para captar el germen”; si, como Lacan propone, “el deseo viene del Otro, y el goce está del lado de la Cosa”10, el germen (como portador de transformación y no solo repetición) no será captado ni transformado a través de la articulación significante, sino por algo de otro orden. En su lugar, aquí podríamos articular la Letra, sin sentido, soporte de goce… Jeroglífico, soplo sin sentido, ¿la lalengua?...

Entonces, volviendo a la orientación inicial: en el lugar del analista correspondería sostener la función de soplo del vacío-medio, litoral entre saber y goce, que permita al sujeto acercarse a la Letra que lo orienta; presagiar el destino por el resquebrajamiento que se dibuja, como en la práctica adivinatoria china. Y sobre la búsqueda de Lacan del “uso correcto” de este vacío-medio; para terminar, podemos referirnos a Shitao (según Cheng) para quien adquirir el arte del Trazo requería un particular estado de Receptividad que “es primera y el Conocimiento segundo”. Así, la docilidad permite transitar el litoral, mientras se sabe que “El Camino que puede enunciarse /No es el Camino para siempre / El nombre que puede nombrarse / No es el nombre para siempre” (Le Livre de la Voie et sa vertu), haciendo patente que lo que no cambia es el vacío, “de donde surge constantemente el soplo”11 . 


3 Jaques-Alain Miller, La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica; Buenos Aires: Paidós; 2011; p. 194. 

4 Ibid. 

5 Jacques Aubert et.al.; Lacan, el escrito, la imagen; México D.F.: Siglo Veintiuno Editores; 2001; p. 168. 

6 Ídem. p. 154. 

7 Jaques-Alain Miller, La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica; Buenos Aires: Paidós; 2011; p. 200. 

8 Jacques Aubert et.al.; Lacan, el escrito, la imagen; México D.F.: Siglo Veintiuno Editores; p. 159. 

9 Idem. p. 193.

10 Jaques Lacan; Del Trieb de Freud y del deseo del psicoanalista; Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores; 1958; Escritos 2; p.832. 

11 Jacques Aubert et.al.; Lacan, el escrito, la imagen; México D.F.: Siglo Veintiuno Editores; 2001; p. 153.





Bibliografía 

Aubert, J., Cheng, F., Milner, J., Regnault, F. y Wajcman G. (2001). Lacan, el escrito, la imagen. México D.F.: Siglo Veintiuno Editores 

Lacan, J. (1958). Del Trieb de Freud y del deseo del psicoanalista. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores. 

Miller, J. A. (2011). La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica. Buenos Aires: Paidós.