28 de abril de 2023

EL TAO DEL PSICOANALISTA, por Soledad Alvarado, Albor Debernardi y Jimena Rivas

 


Con la lectura del texto de Eric Laurent, iniciamos un trabajo orientado por los desarrollos de Lacan en Lituraterre de 1971, desde donde nos planteamos la pregunta: ¿Qué es el Tao del psicoanalista en una clínica que apunta a una vía por lo real? Como resultado surgió la construcción del texto a presentar.

Siguiendo las pistas para trazar el camino del analista, el texto de Eric Laurent comienza su abordaje considerando que “el psicoanalista tiene que profundizar en el lugar del más uno” (p.181), precisando que se trata de un lugar que es éxtimo al sistema de la lengua. Con relación al lugar éxtimo, Laurent señala: “Está fuera del sistema de la lengua y sin embargo adentro, un lugar que admite y que autoriza los sentidos nuevos que se producen, como cada vez que el efecto del chiste inscribe en la lengua un uso inédito o una manera de hablar nueva” (p.181).

Laurent se pregunta por cómo se conjugan en la función del psicoanalista, aquel que admite los sentidos nuevos y aquel cuya práctica se articula con la escansión. Sin embargo, señala que plantear una pregunta desde la conjugación no abarcaría todo lo que puede ser dicho de este lugar éxtimo al sistema de la lengua, disponiéndose así a una tarea de esclarecimiento.

De este modo, Laurent se orienta por la noción de la letra, mediante la revisión del texto de Lituraterre. Señala que, si bien el texto se centra en dos aspectos de la función de la letra – como la que produce un agujero y como objeto a – enlazando ello a una reflexión sobre la historia de la escritura, tomando los dos abordajes en las tradiciones occidental y oriental; Laurent pondrá más bien su atención en plantear que estos dos abordajes no se oponen entre sí y dirá que ambos ofrecen una “tesis sobre la letra que subraya el mismo punto” (p.182).

Así, Laurent toma a Lacan en “La instancia de la letra…” resaltando su desarrollo sobre el lenguaje como preexistente a la llegada del ser, específicamente en los diferentes modos según los cuales el ser adviene al lenguaje, conduciéndose por las figuras de la metáfora y la metonimia. “El inconsciente es el discurso del Otro” nos dice Lacan y en esta cadena discursiva, llevada por la metáfora y la metonimia, Laurent se interesa especialmente por el lugar de la barra que viene a organizar la repartición entre ambas. Nos plantea que Lacan releerá y reinterpretará el lugar de la barra que instalaba como razón del inconsciente. Razón del inconsciente como repetición, en la metonimia o como atravesamiento de la barra, en la metáfora.

A partir de este planteamiento, siguiendo el efecto de la letra, Lacan retoma el algoritmo, significante sobre significado (S/s) con la barra que separa los dos pisos y avanza sobre la cuestión de juntar metáfora y metonimia. Pone su atención en el efecto de la letra en la literatura, centrándose en aquello que la letra en la literatura nos produce, tomando como ejemplos los efectos de leer a Rabelais o a Kant. Entonces, la letra no puede ser reducida a su consideración como instrumento, ni a una huella, ni una impresión. Siendo así, apoyándose en el ejemplo de Pericles, considera que a partir de la letra surgen dos elementos, un ordenamiento: Al reunirse mitos hablados, cantos o procesiones dramáticas que pueden ser escritas y surge también un efecto de goce: Pericles en la tarea de establecer la mejor versión posible de los textos de Homero. ¿Qué significó esto para él? ¿Qué efectos produjo en él tal tarea?

Cuando Laurent habla acerca de la inscripción del goce en la letra, podría ser válido señalar que, ello, en relación con el camino del psicoanalista, consiste en la labor de puntuación dentro del análisis. Esta cuestión se logra apreciar en el sentido de la importancia en el análisis de saber escuchar al analizante y lograr puntuar y capturar señales del goce en el discurso.

Laurent señala en la siguiente viñeta que recortaremos, la voz del goce no se hará presente en todos los casos de una manera clara y explícita, y como en la letra, queda prendida en el litoral del discurso del parletre.

“Lacan, por el contrario, muestra que no hay que distribuir la cuestión del sentido y de lo fuera del sentido a partir de esta perspectiva, sino a partir de la oposición entre el efecto de significación y el lugar del goce. Y lo que hace la escritura es indicar este lugar del goce, inscribir lo que hizo Pericles al recoger los himnos, lo que hace Edgar A. Poe nombrando el goce de su época, el lugar del dandi que reflexiona y es testigo del gusto o del desprecio de su tiempo. Tenemos cada vez inscripción y huella de algo que es primario y que sobrepasa todas las significaciones en juego. Y lo que se inscribe en cada oportunidad es este acogimiento del goce en la letra, en la escritura”. (p.188)

Más adelante, Laurent retomará la noción del aspecto más uno, en donde se logra capturar cómo este viene a representar la situación en la que queda el sujeto de la alienación y posterior separación, que, habiendo sido bañado por el Otro, queda de un lado como sujeto barrado (S); por el otro extremo los efectos de saber representados por S2, y localizado en el medio, el objeto a, como resto de los efectos de saber y a decir el goce del sujeto. Esto lo señala en el siguiente gráfico de alienación-separación:


Donde, además, agrega una concepción importante, y es que “entre el efecto de sentido, señalado por S2, y el lugar del goce ya no hay una frontera sino una línea que por todas partes es heterogénea (...) la frontera, el litoral pasa al interior de la realidad psíquica. No es una frontera entre el interior y el exterior, está en el sujeto (...) Lo relevante, entonces, es que la división entre el saber inconsciente y el goce se produce del lado del sujeto” (p.192)

En este sentido, lo señalado acerca de esta frontera o litoral es una concepción muy importante, ya que posteriormente podrá permitir que Lacan localice la diferenciación entre “lo que tiene nombre y lo que no tiene nombre”, cómo ambos se articulan, y, sin embargo, poder nombrar algo de lo que no tiene nombre. Esta concepción será de mucha importancia para un acercamiento a lo real del goce y su relación con el deseo; y las barreras que enfrentará el sujeto para encontrar un saber hacer con este resto.

La reflexión que hace Lacan y que Laurent retoma en este apartado, gira en torno a las condiciones de un discurso que no es el del semblante, la condición en que un discurso toca el goce y su litoral a partir del significante. Para responder a estos cuestionamientos es que Lacan recurre al concepto chino del Tao a partir de sus conversaciones con su amigo Cheng.

El esquema que Lacan hace para explicar la noción del Tao nos muestra por un lado, un registro, donde se encuentra el hacer, seguido con algo que no tiene nombre, no habiendo deseo, y por otro lado otro registro donde se encuentra el hablar, eso que tiene un nombre, habiendo deseo. Dos registros, que no se pueden mantener juntos y que tampoco se puede pasar de uno a otro.

Cheng propone una solución, nos dice que es por el vacío medio, es un tercero en el binarismo chino del yin y el yang, aquello que está entre el centro y ausencia, el litoral, que implica una fractura del semblante que da lugar a un movimiento, a una transformación en movimiento continuo; y que produce un efecto, que sólo el discurso analítico es capaz de hacerlo.

Recurrimos al libro chino de las mutaciones “I Ching”, en el cual se hace referencia a que la indagación sólo es realizable en el ámbito del sí mismo, de la propia interioridad, de la cual procede toda respuesta válida y también toda apertura hacia nuevas indagaciones válidas. Lograr la armonía del individuo con el cambiante fluir de las corrientes universales, en adaptarse a los cambios, las mutaciones del acontecer. Y nos hace pensar en la circulación universal de la cual habla Lacan que privilegia la noción de sujeto/sujeto, y que en relación de este se sitúa en el interior mismo ese vacío medio, que separa dos cuestiones que no se pueden mantener juntas. Es por esta vía donde se articula la noción del Tao del psicoanalista, vía en que fija un modo del litoral que separa goce y la articulación significante.

Nos surge la pregunta: ¿Cómo opera este vacío medio? Laurent recurre al ejemplo que da François Cheng, sobre una interpretación que Lacan se permitió hacer por ser su amigo “... usted conoció muchas rupturas en su vida: con su pasado, con su cultura. Sabrá transformar estas rupturas en vacío medio actuante y reunir su presente con su pasado, Occidente con Oriente - sé que ya lo está- en su tiempo” (p.201).

Ese vacío medio actuante, es una posibilidad de mantener junto lo que no se mantiene junto, lo real y el sentido, el hacer y el hablar. Son registros que se enunciaron de manera distinta, pero se mantienen juntos por el tao del psicoanalista, por la posición del psicoanalista que es lograr sostenerse en su lugar, en tanto que, en ese lugar, actuar a título del vacío actuante, un lugar vacío pero actuante, actuar al modo del no actuar. Posibilitado por el discurso analítico, se produce un efecto, una transformación, un vacío medio actuante, allí donde hubo ruptura, allí donde la letra inscribió el litoral.

Consideramos que, sostener el lugar en la transferencia a título de vacío actuante, representa en el análisis la posibilidad de que el parletre localice algo del propio goce, que pueda así lograr la invención de un saber hacer con aquello que se había tornado insoportable.

Soledad Alvarado (Participante del CID-Lima)


Jimena Rivas (Participante del CID-Lima)

Albor Debernardi (Participante del CID-Lima)


Referencias bibliográficas:

  • Miller, J.A (2011). La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica. 1' ed. 4' reimp. - Buenos Aires: Paidós.
  • Wilhelm, Richard (1960). I Ching. El libro de las mutaciones. Traducción de D. J. Vogelmann. Barcelona: Edhasa. Ed. 2002.


25 de abril de 2023

EL CAMINO DEL PSICOANALISTA por Claudia Pérez Farfán

 



En este capítulo Eric Laurent, se ocupa de la función y operación del psicoanalista. Hace un recorrido por el texto de Lituraterre (Lacan, 1971) ocupándose de la función de la letra.

Según el desarrollo que plantea, se extrae que J. Lacan hace una separación de la idea plasmada en el texto “La pizarra mágica” (Freud, 1925) donde considera la letra como huella, inscripción. Freud, refiere que el lenguaje estaría inscrito como en una pizarra con dos hojitas que al ser levantadas quedaría una huella, y ésta sería la inscripción inaugural que marcará el inconsciente del sujeto.

En referencia, Lacan dirá que no se trata de buscar la huella. Oponiéndose a pensadores de la época que referían lo mismo como Derrida quien consideró que existe una huella fuera del sentido y que se intentará atraparla, aunque nunca se llegue a reabsorberse por el sentido.

Para Lacan se trata de considerar lo que no es la letra y la letra no es impresión, que lo importante seria la resonancia de sonido que produce en el cuerpo del sujeto. 

Eric Laurent, propone desarrollar la función de más uno en Lacan, considerando dos aspectos como: el aspecto agujero y el de más uno, ubicando el lugar del analista como éxtimo que se encuentra fuera del sistema de la lengua del sujeto pero que puede estar como editor de textos y productor de nuevos sentidos.

Siguiendo el texto, Lacan revisa el efecto de la letra, que sitúa el lugar de la barra como razón del inconsciente, cómo repetición: o se repite por debajo y es metonimia, o atraviesa la barra, es metáfora que puntúa el permanente deslizamiento del significante sobre el significado. Lacan discute el lugar primario de la barra para repartir metáfora y metonimia, y lucha contra la tesis de una impresión primera, o bien del carácter de instrumento primero, fundamental; admite que esto puede servir para la metáfora y la metonimia, pero no alcanza.  Intenta separarse de la importancia de la letra como escritura y pone énfasis en la voz, en la palabra.

Realiza un ordenamiento de la historia del lenguaje como observa en el escrito, de lo que serían primero cantos, mitos hablados, procesiones dramáticas. Y la escritura fue una herramienta que transformó todos estos textos en instrumento útil. Sin embargo, todos estos manuales evitan hablar del efecto de goce que esto produjo.

Frente a la problemática en cuestión: no es por medio de la oposición entre metáfora y metonimia, ni por medio del viejo sistema de la barra como se puede situar mejor el lugar metaforizado del sujeto, sino en el interior de él mismo, en la relación sujeto/ sujeto, que es a la vez la relación con otro sujeto o la relación con él mismo dirigiéndose al Otro.

Laurent introduce el discurso científico para precisar que es la ciencia que parece no dejar un resto, no producir un litoral entre el significante y el goce, como haciendo un contrapunte con el sujeto para el psicoanálisis, un sujeto que no pasa todo por un discurso científico que apunta a un real matematizable.

En tal sentido, se ubica la constitución del sujeto al pasar por la alienación a un significante dado por el Otro que al ser consentido dejará una impronta desde la cual el sujeto se identifica y empieza el discurrir su vida. Se puede tomar el ejemplo de Michel Leiris con el que Laurent comenta respecto a su “lizmente” como este recuerdo y lo que produjo el significante con la desdicha y desgracia que va teniendo en la vida. “Se ve aquí lo que alojó de goce en secreto. Se ve también que la escritura no está primero, sino la formulación significante del tipo «lizmente» y que deja un poco de lado el «fe», que después, además se enganchará con los «fe» en general. Pero sin duda de manera motivada él saca un significante. Luego la letra permite leer que hubo un “felizmente”, y que hay una parte que cayo.”[1]

En el discurso analítico la escritura es captada en los efectos de lectura de un significante. el sujeto produce su identificación, y esto en nombre de la desgracia, de la huella de la voz inscripta para siempre antes de toda nominación. Y esto se produce, finalmente, siempre que se introduzca cierto vacío entre la identificación con el significante amo y la cadena inconsciente.

En tal sentido el camino del psicoanalista está en posibilitar en posición de vacío, la emergencia de estos significantes donde el sujeto se determina para tomar una distancia entre esas grietas, rupturas a modo de una construcción a partir de ello para un discurrir en la vida con lo que uno tuvo en su historia.

Claudia Pérez (Asociada a la NELcf-Lima)

Referencia Bibliográfica.

-     [1] Miller, J. A. (2003). La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica. Grupo Planeta (GBS).