En este capítulo Eric Laurent, se ocupa de la función y operación del psicoanalista. Hace un recorrido por el texto de Lituraterre (Lacan, 1971) ocupándose de la función de la letra.
Según el desarrollo que plantea, se extrae que J. Lacan hace una separación de la idea plasmada en el texto “La pizarra mágica” (Freud, 1925) donde considera la letra como huella, inscripción. Freud, refiere que el lenguaje estaría inscrito como en una pizarra con dos hojitas que al ser levantadas quedaría una huella, y ésta sería la inscripción inaugural que marcará el inconsciente del sujeto.
En referencia, Lacan dirá que no se trata de buscar la huella.
Oponiéndose a pensadores de la época que referían lo mismo como Derrida quien consideró
que existe una huella fuera del sentido y que se intentará atraparla, aunque
nunca se llegue a reabsorberse por el sentido.
Para Lacan se trata de considerar lo que no es la letra y la letra no es impresión, que lo importante seria la resonancia de sonido que produce en el cuerpo del sujeto.
Eric Laurent, propone desarrollar la función de más
uno en Lacan, considerando dos aspectos como: el aspecto agujero y el de
más uno, ubicando el lugar del analista como éxtimo que se encuentra fuera del
sistema de la lengua del sujeto pero que puede estar como editor de textos y
productor de nuevos sentidos.
Siguiendo el texto, Lacan revisa el efecto de la letra,
que sitúa el lugar de la barra como razón del inconsciente, cómo repetición: o
se repite por debajo y es metonimia, o atraviesa la barra, es metáfora que
puntúa el permanente deslizamiento del significante sobre el significado. Lacan
discute el lugar primario de la barra para repartir metáfora y metonimia, y
lucha contra la tesis de una impresión primera, o bien del carácter de
instrumento primero, fundamental; admite que esto puede servir para la metáfora
y la metonimia, pero no alcanza. Intenta
separarse de la importancia de la letra como escritura y pone énfasis en la
voz, en la palabra.
Realiza
un ordenamiento de la historia del lenguaje como observa en el escrito, de lo
que serían primero cantos, mitos hablados, procesiones dramáticas. Y la
escritura fue una herramienta que transformó todos estos textos en instrumento
útil. Sin embargo, todos estos manuales evitan hablar del efecto de goce que
esto produjo.
Frente
a la problemática en cuestión: no es por medio de la oposición entre metáfora y
metonimia, ni por medio del viejo sistema de la barra como se puede situar
mejor el lugar metaforizado del sujeto, sino en el interior de él mismo, en la
relación sujeto/ sujeto, que es a la vez la relación con otro sujeto o la
relación con él mismo dirigiéndose al Otro.
Laurent
introduce el discurso científico para precisar que es la ciencia que parece no
dejar un resto, no producir un litoral entre el significante y el goce, como
haciendo un contrapunte con el sujeto para el psicoanálisis, un sujeto que no pasa
todo por un discurso científico que apunta a un real matematizable.
En
tal sentido, se ubica la constitución del sujeto al pasar por la alienación a
un significante dado por el Otro que al ser consentido dejará una impronta
desde la cual el sujeto se identifica y empieza el discurrir su vida. Se puede
tomar el ejemplo de Michel Leiris con el que Laurent comenta respecto a su “lizmente”
como este recuerdo y lo que produjo el significante con la desdicha y desgracia
que va teniendo en la vida. “Se ve aquí lo que alojó de goce en secreto. Se ve
también que la escritura no está primero, sino la formulación significante del
tipo «lizmente» y que deja un poco de lado el «fe», que después, además se
enganchará con los «fe» en general. Pero sin duda de manera motivada él saca un
significante. Luego la letra permite leer que hubo un “felizmente”, y que hay
una parte que cayo.”[1]
En
el discurso analítico la escritura es captada en los efectos de lectura de un
significante. el sujeto produce su identificación, y esto en nombre de la
desgracia, de la huella de la voz inscripta para siempre antes de toda
nominación. Y esto se produce, finalmente, siempre que se introduzca cierto
vacío entre la identificación con el significante amo y la cadena inconsciente.
En tal sentido el camino del psicoanalista
está en posibilitar en posición de vacío, la emergencia de estos significantes
donde el sujeto se determina para tomar una distancia entre esas grietas,
rupturas a modo de una construcción a partir de ello para un discurrir en la
vida con lo que uno tuvo en su historia.
Claudia Pérez (Asociada a la NELcf-Lima) |
Referencia Bibliográfica.
- [1] Miller, J. A. (2003). La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica. Grupo Planeta (GBS).
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