11 de agosto de 2023

EL INCONSCIENTE REAL; por Iván D’Onadío Muñoz

 



Creo que se puede decir que Lacan conceptualiza el inconsciente real en El seminario 11, el seminario de los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis, el inconsciente claramente es uno de ellos.

Es un momento especial para él y para el psicoanálisis, ha sido “excomulgado”, como Spinoza, de la comunidad psicoanalítica (Lacan mismo hace esa analogía en su seminario), sus cursos dejan de “contar oficialmente” para los estudiantes que pertenecen a esta. Se dice, entre otras cosas, que fue sobre todo por el “corte” no programado de las sesiones que daba como analista.

El corte, la separación, la ruptura, tiñe y causa este seminario. Si bien en seminarios anteriores se lee este camino. Es a partir de este momento, que se clarifica que el inconsciente freudiano es leído desde otra cara, desde el intervalo, desde fuera de la estructura y la dialéctica, desde la cosa, desde lo real y la causa.

El primer día del seminario Lacan plantea la revisión del deseo de Freud como un cuestionamiento al origen del psicoanálisis. Del deseo como objeto. Aborda el inconsciente freudiano más allá de su estructura como un lenguaje, ¾su más sólida y conocida propuesta de lectura del inconsciente¾ y ahora lo hace desde la función de la causa. Se aleja de lo sistemático y se pone del lado de lo inasimilable, del ombligo del sueño.

Con esta intención, trae a colación el ensayo sobre las magnitudes negativas de Kant para acentuar que en la función de la causa siempre queda esencialmente cierta hiancia[1],  en este escrito se concluye que el concepto de causa es injustificable por la razón.[2] Lacan comenta también cómo este filósofo inscribe la causa como modalidad en las categorías de la razón pura pero que “no por ello queda más racionalizada”[3]. En ese texto, en Crítica a la razón pura, se plantea comprender el concepto de causa como fundado enteramente a priori en el entendimiento o como mera ilusión.[4]

Lacan separa la causa de lo determinado del lenguaje y de la ley, dice su famosa frase: “solo hay causa de lo que cojea”.[5] El inconsciente estaría en ese intervalo, mostrándonos “esa hiancia por donde la neurosis empalma con un real”[6]. Un real tomado desde la función de la causa, el que no estaría determinado. Esa hiancia característica de la causa la ubica en el orden de lo no realizado, de lo no nacido.[7] Esa misma hiancia inasimilable que Freud situó en el ombligo de los sueños.

Aquí Lacan localiza el UNO como ranura, como ruptura, como corte, el uno de la discontinuidad del Unbewusste. Nunca sobre una totalidad encubierta como otros analistas lo han pensado. No es el uno de Parménides, de una totalidad o de una falsa unidad o con el fondo de una ausencia, sino es el uno de la ranura, de la ruptura. En ese sentido Lacan dice que el Unbegriff es el límite del Unbewusste. El Unbegriff como el límite (como incomprensible o no realizado) asociado a la causa.

“El inconsciente se manifiesta siempre como lo que vacila en un corte del sujeto -de donde vuelve a surgir un hallazgo, que Freud asimila al deseo-”[8], este es el sujeto indeterminado que aparece y desaparece en el discurso en algún punto de sorpresa. Para Lacan la hiancia del inconsciente es pre- ontológicaes que no es ni ser ni no-ser, es no-realizado.[9] Lacan da el ejemplo del limbo en donde está la comadrona que hace abortos, de los seres intermediarios y repite la conocida cita de Freud del verso de Virgilio: “Flectere si nequeo superos, Acheronta movebo” / Si no puedo inclinar a los Poderes Superiores, moveré las Regiones Infernales . Lo óntico aquí no sería ese limbo sino la discontinuidad, la ranura por donde eso no realizado se muestra en un instante, la cualidad de evanescente, lo evasivo del mismo inconsciente.[10]

La función del concepto de inconsciente es “estar en relación profunda, inicial, inaugural, con la función del concepto de Unbegriff - o Begriff del Un original, o sea, el corte.[11] Ese corte también se vincularía a la función del sujeto, el cual se constituiría por los efectos del significante.

Lacan dice varias veces que el inconsciente freudiano, tan débil desde lo óntico, es ético. A lo largo del seminario siempre vuelve a poner en vitrina el deseo de Freud, esa sed de verdad, remarcando que no lo dice desde un lado de coraje impresionista sino más bien desde el encuentro con lo real. Ya en el seminario de la ética Lacan había esbozado esta idea: “la cuestión ética, en la medida en que la posición de Freud nos permite progresar en ella, se articula a partir de una orientación de la ubicación del hombre en relación con lo real”[12].

En el seminario se propone que lo más característico del inconsciente freudiano no es una lista de las formas del inconsciente sino la característica de tropiezo, de falla, que las engloba. Ahí hay algo que exige su realización. El estatus del inconsciente es ético. Es en esta “producción” dónde Freud desea ir a ver. Es donde busca y encuentra lo que sobrepasa al sujeto, el hallazgo, la sorpresa: “este hallazgo, en cuanto se presenta, es re-hallazgo y, además, está siempre dispuesto a escabullirse de nuevo, instaurando así la dimensión de la pérdida.[13]

Bastante más adelante en el seminario, poco después de plantear que el psicoanálisis resiste a través del analista, que es el único testigo de la evanescencia del inconsciente. Se vuelve a retomar la idea-palabra que indica la “causa” del inconsciente y también se remarca sutilmente su variable ética: “en este caso la palabra causa debe ser entendida en su ambigüedad, causa que defender, pero también función de la causa a nivel del inconsciente-, esta causa ha de ser concebida intrínsecamente como una causa perdida. Es la única posibilidad que tenemos de ganarla.[14]

Para terminar, creo que, en este seminario, en sincronía con el escenario que vivía el psicoanálisis, Lacan ha tomado partido por lo real más que nunca, por la experiencia evanescente del inconsciente en su clínica, ha mostrado la cara de lo real en cada concepto fundamental y ha sabido leer el deseo de Freud desde su contexto. Creo que está intentando darle a la función de la causa una estructura temporal a partir de lo imposible y a la vez tomar una certeza freudiana del lado de lo real. Una certeza, como lo hizo Descartes, que apunta a un real, pero a diferencia de este, sin la necesidad de una verdad objetiva en el Otro.   

Lacan plantea entender la función de la causa como “una interdicción que trae un ente al ser, pese a su no advenimiento, es una función de lo imposible sobre la cual se funda una certeza[15].


Asociado a la NELcf-Lima


Bibliografía

[1] Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, 1964. p. 29.

[2] Kant, I., Opúsculos de filosofía natural, Alianza Editorial S. A, Madrid, 1992. p. 161.

[3] Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, 1964. p. 29.

[4] Kant, I., Crítica a la razón pura, Titivillus ePub base r1.2, 1781. p. 255 (b124).

[5] Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, 1964. p. 30.

[6] Ibid.

[7] Ibid.

[8] Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, 1964. p. 35.

[9] Ibid., p. 38.

[10] Ibid., p. 39 y 40.

[11] Ibid., p. 51.

[12] Lacan, J., El Seminario, Libro 7, La Ética del psicoanálisis, Paidós, 1959-1960. p. 21.

[13] Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, 1964. p. 33.

[14] Ibid., p. 134.

[15] Ibid.



Comentarios sobre el trabajo de Iván D’Onadío Muñoz, “El Inconsciente Real”

Por Albor Debernardi


Voy a tomar en primer lugar una frase que Iván presenta en el tercer párrafo de su trabajo escrito, donde menciona: El corte, la separación, la ruptura, tiñe y causa este seminario”, refiriéndose al seminario 11. Esta frase no solo orienta su trabajo, sino también el contexto en el que se encontraba Lacan en esta época. Año 1964, desarrolla los cuatro conceptos fundamentales, inconsciente, repetición, transferencia y pulsión. Período en el cual inicia su seminario con una clase en la que relata cómo el Comité Ejecutivo de la IPA lo excomulgó, y unos meses después funda la escuela freudiana de París, instaurándose así, la experiencia de escuela. Es en este seminario, en este contexto, y ahora voy al final del desarrollo del trabajo de Iván, que Lacan toma partido por lo real más que nunca antes, por la experiencia evanescente del inconsciente, mostrando la cara de lo real en cada concepto fundamental”. En otras palabras, cambia la lectura del inconsciente freudiano, y lo aborda desde el corte, la fisura, “lo asemeja desde la función de la causa”1 donde “la causa es la hiancia misma”2.


Continuando con el texto de Iván, menciona que Lacan separa la causa de lo determinado del lenguaje y de la ley. Hace referencia a la frase de Lacan “sólo hay causa de lo que cojea”2, es decir, de lo que no andaría, de lo que no va. Ahora, si hablamos de ley, podemos pensar en lo que se repite siempre de la misma manera, “como la ley de la gravedad, pero si pensamos en las leyes, no queda demasiado lugar para lo nuevo”4. Es por esto, que la causa no es la ley, no es los S1, S2… articulados que determinan la cadena, buscando producir un sentido, esa ley vendría a suturar la dimensión de la causa, a taponarla, la causa es lo que siempre abre. 


Siguiendo el texto de Iván, más adelante menciona la frase de Lacan: “El inconsciente se manifiesta siempre como lo que vacila en un corte del sujeto, de donde vuelve a surgir un hallazgo, que Freud asimila al deseo” Destaca, que este es  el sujeto indeterminado que aparece y desaparece en el discurso en algún punto de sorpresa”. Remarca aquí, el punto de evanescencia del inconsciente lacaniano, donde no hay articulación de los significantes, sino el inconsciente de la pulsación temporal.


Para finalizar, la frase que expone Iván al final de su texto: “Creo que está intentando darle a la función de la causa una estructura temporal a partir de lo imposible y a la vez tomar una certeza freudiana del lado de lo real… sin la necesidad de una verdad objetiva en el Otro”, engloba la conceptualización de inconsciente que Lacan desarrolla en este seminario.

Además en el Prefacio a la edición inglesa del seminario XI, Lacan esclarece un poco más al decir: “Cuando el esp de un laps, el espacio de un lapsus, ya no tiene ningún alcance de sentido (o interpretación), tan sólo entonces puede uno estar seguro de que está en el inconsciente… pero basta con que se le preste atención para que uno salga de él”5. Es decir, en el momento que aparece un S2, un sentido, aparece la cadena, ahí uno ya estaría por fuera del inconsciente.




Participante del CID-Lima


Bibliografia

[1] Gorostiza, L. (2020). Conferencia de Apertura del SCF Curso 2020, “El inconsciente freudiano, el nuestro y el actual” – Seminario del Campo Freudiano – Sección La Plata de la EOL. Seminario del Campo Freudiano. https://scf-laplata.com.ar/conferencia-de-apertura-del-scf-curso-2020/

 

[2] Ídem.

 

[3]Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, 1964. p. 30.

 

[3] Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, 1964. p. 35.

 

[4]BRODSKY, G. (2020): “Fundamentos 1. Comentario del Seminario 11. Buenos Aires, Grama Ediciones, p. 73.

 

[5]Lacan, J. (s.f.). Prefacio a la edición inglesa del Seminario XI. Escuela de la Orientación Lacaniana. https://www.eol.org.ar/template.asp?Sec=el_pase&SubSec=articulos&File=articulos/prefacio_seminar io11.html











4 de agosto de 2023

LOS SUEÑOS Y SUS DEVENIRES EN ANÁLISIS: UNA ORIENTACIÓN POR LO REAL DEL GOCE; por Raúl Montesinos Parrinello, comentarios de Jimena Rivas

 


Duermo cuando sueño lo que no hay;

me despierto cuando sueño lo que puede haber.

Fernando Pessoa[1]

 

Desde los inicios del psicoanálisis, los sueños han sostenido un papel central en esta praxis. Más de 120 años después, continúan revelando caminos a analizantes y analistas, y haciendo avanzar la práctica analítica. Si estiramos un poco la mirada, representan también un inesperado lugar de opacidad y resistencia frente a una sociedad contemporánea que promueve —a veces con severidad— sujetos transparentes[2], sin incertidumbres, dueños de sí mismos, incluso autogestionados. Los sueños, en cambio, dan cuenta del enigma subjetivo y son un escenario propicio para la emergencia del acontecimiento inconsciente, que se niega a desaparecer.

Este trabajo es un acercamiento a los sueños y nace especialmente de mi propia relación con ellos en el espacio analítico. En este punto del camino, e inicialmente motivado por la lectura del Seminario 11 de Lacan, parto —sin la intención de obtener respuestas cerradas o universales— de dos amplias preguntas: ¿en qué medida deseo y goce, puntos cardinales del trabajo analítico, se presentifican en los sueños del analizante?; y, ante ese devenir del sueño del neurótico y su relato, ¿cómo maniobra el analista? ¿Interpreta, agujerea el sentido de eso dicho u oscila entre estos actos?

Indago en estos asuntos, aunque de forma general en cada caso, a partir de dos entradas, que subtitulo así: (1) deseo y enigma subjetivo en el sueño y (2) repetición, despertar y goce en el sueño; en ambas, me pregunto por la posición del analista frente al relato del sueño en transferencia. Finalmente, cierro el recorrido desde un lugar más íntimo: con un fragmento de mi propia experiencia como analizante.

Deseo y enigma subjetivo en el sueño

El psicoanálisis nos confirma por diversas vías una enseñanza freudiana fundamental: que el yo no es el amo en su propia casa[3]. No somos lo que pensamos que somos ni lo que decimos ser, menos aún lo que mostramos. Lo inconsciente que nos habita da cuenta de ello: como nos lo recuerda Miquel Bassols, «cuando se trata del inconsciente, debemos decir algo me piensa; algo piensa en mí más allá de mí mismo y más allá de lo que yo creo ser, como sucede, por ejemplo, en un sueño»[4]. Dentro de sus formaciones, el sueño es, en efecto, quizá el escenario en que con más variedad se manifiesta este sujeto no unitario, zigzagueante, enigma para sí mismo.

Freud nos plantea desde muy pronto otro de sus más conocidos aforismos: que la «interpretación del sueño es la vía regia hacia el conocimiento de lo inconsciente dentro de la vida anímica»[5]. Desde esa época nos indica también que «el sueño es el cumplimiento (disfrazado) de un deseo (sofocado, reprimido)»[6]. Es una posición que va puliendo con el avance de su investigación y el encuentro con los sueños traumáticos y el concepto de pulsión de muerte[7], pero que, desde ese momento, marca un norte que seguimos teniendo en cuenta hoy en los análisis.

Aunque ya empieza a esbozar una propuesta que va más allá del inconsciente estructurado como un lenguaje, el Seminario 11 de Lacan, como explica Graciela Brodsky, retoma el descubrimiento-invento del inconsciente como tropiezo de Freud —que se manifiesta en lapsus, sueños, etc.— para suponer un sujeto agente de esas fallas: el sujeto del inconsciente[8]. Probablemente este agente tampoco es el amo en el campo del sueño, pero —como anota Lacan interpretando a Freud— sin duda ahí está en su casa[9].

Estamos ante un Lacan que sostiene que el sujeto del inconsciente es efecto del significante y que se desliza en esa cadena[10]. Pasa por el Otro, que lo preexiste, para constituirse como sujeto; de ahí que el inconsciente es, en este momento de su enseñanza, el discurso del Otro. Y por eso también el deseo es el deseo del Otro. Me dice eso, pero ¿qué quiere? es la pregunta inconsciente con la que el sujeto busca desentrañar qué hay detrás del decir del Otro. El deseo —o, si vamos un poco más allá, el objeto causa del deseo—, hijo de la falta, discurre permanentemente en la metonimia significante[11]. Esto ocurre también en los sueños y sus decires.

El relato del sueño del analizante articula una cadena significante que busca una respuesta en la escucha del analista, generalmente —aunque dependiendo de las características de la transferencia establecida— en la forma de una interpretación: «Sueño esto enigmático que no sé qué significa y tú, psicoanalista experto, seguramente tienes una respuesta». ¿Cómo situar, entonces, la interpretación en torno a esta inquietud depositada en el encuentro con el analista? Sabemos que este no se coloca como amo del saber, sino que se posiciona en otro lugar.

En el mismo Seminario 11, Lacan nos proporciona un par de pistas en torno al deseo y su interpretación: la primera es que «toda enunciación habla del deseo y es animada por él»[12]; la segunda, que «la interpretación apunta hacia el deseo»[13]. Apuntar a desvelar el sentido del deseo inconsciente que discurre en el sueño, a veces huidizo, es una importante entrada, pero tiene un límite: también puede deslizarse metonímicamente. De hecho, desde Freud sabemos que desentrañar el deseo inconsciente del sueño no basta, pues hay un tope al desciframiento: el ombligo del sueño, ese lugar insondable «por el que se conecta con lo no conocido»[14].

Aquí aparece un punto bisagra en el acercamiento a los sueños y su interpretación: moverse del deseo inconsciente hacia un lugar distinto: el del goce. Este concepto es complejo y puede referir diversas significaciones en la teoría lacaniana, pero aquí lo entiendo, siguiendo a J.-A. Miller, como aquello emparentado con lo pulsional freudiano, esto es, «el primer real sobre el que se ejerce la donación de sentido»[15]. Finalmente, como resume Brodsky, el sueño es, fundamentalmente, «el campo por excelencia de la realización del deseo y de la existencia pulsional»[16].

Podríamos decir, sumariamente, que deseo y goce se disputan un lugar en el soñante y que, en esa línea, el analista también se mueve apuntando a esas dos manifestaciones. Ahora, ¿cómo encontrar algo del goce en los sueños? No existe una sola manera y todo depende de analizante y analista, pero hay dos faros que pueden servir de guía: las repeticiones que allí se presentan y los despertares ocasionados por los llamados sueños de angustia.

Repetición, despertar y goce en el sueño

Un sueño repetitivo es —así como cualquier acto o decir constante en el analizante— una brújula importante en el análisis. Nicolás Landriscini, reseñando a Miller, señala cómo el carácter insistente del sueño reiterativo lo asemeja a otra importante formación del inconsciente: el síntoma. El sueño reiterado da cuenta, en última instancia, del «acontecimiento de goce que produce el impacto de ciertos significantes sobre el cuerpo»[17]. Algo de lo traumático —de lo real, finalmente— insiste, recubierto por las representaciones del soñante y sus asociaciones. En otros términos, en la red de significantes —automaton—, algo de la tyche —encuentro con lo real[18]— se presentifica.

Lacan detalla al respecto lo siguiente en el Seminario 11: «En el seno mismo de los procesos primarios, se conserva la insistencia del trauma en no dejarse olvidar por nosotros. El trauma reaparece en ellos, en efecto, y muchas veces a cara descubierta. ¿Cómo puede el sueño, portador del deseo del sujeto, producir lo que hace surgir repetidamente al trauma —si no su propio rostro, al menos la pantalla que nos indica que todavía está detrás?

Concluyamos que el sistema de la realidad, por más que se desarrolle, deja presa en las redes del principio del placer una parte esencial de lo que, a pesar de todo, es sin ambages real»[19].

Aunque la noción de lo real es compleja y variada en su enseñanza, Lacan nos propone ya desde este seminario una orientación sobre su relación con el sueño y el despertar: «El despertar, ¿cómo no ver que tiene un doble sentido?, ¿que el despertar que nos vuelve a situar en una realidad constituida y representada cumple un servicio doble? Lo real hay que buscarlo más allá del sueño —en lo que el sueño ha recubierto, envuelto, escondido, tras la falta de representación, de la cual sólo hay en él lo que hace sus veces, un lugarteniente. Ese real, más que cualquier otro, gobierna nuestras actividades, y nos lo designa el psicoanálisis»[20]. De hecho, la orientación por lo real es quizá el centro de este seminario y de lo que será la propuesta lacaniana en adelante. Los cuatro conceptos fundamentales, finalmente, se ordenan en función de la experiencia de lo real, de lo inasimilable, como sostiene Miller[21]. 

El despertar del sueño del analizante se nos presenta, entonces, como otra brújula certera del análisis. Algo perturbador motiva el escape del sueño angustiante: una presencia que no viene de fuera, sino de dentro. En este sentido, «el despertar a la realidad no es más que huida del despertar a lo real, el que se anuncia en el sueño cuando el sujeto se acerca, como Freud mismo lo indica, a aquello de lo que nada quiere saber»[22]. Baudini y Naparstek, siguiendo también a Freud, describen este momento del despertar como un encuentro con lo no tramitado, con la pulsión aflorante de lo traumático[23].

Ahora bien, ¿cómo tratar en el espacio analítico lo pulsional, eso no simbolizable, aquello de lo que a veces no se quiere saber y que despierta al soñante? Desde el Seminario 11, Lacan nos alcanza una orientación cuando afirma que el efecto de la interpretación es aislar un hueso de sinsentido en el sujeto, aquello irreductible a lo que, precisamente, está sujeto[24].

Orientado por el deseo inconsciente de su analizante, pero sobre todo por aquello que se satisface reiteradamente en el despliegue significante del decir de aquel, el analista interpreta, pero también va más allá y agujerea. Para ello, algunas veces subraya algo de lo dicho; otras, hace una escansión en la sesión. Intenta, en lo posible, bordear lo fijo del gozante, que empezará a surgir con el discurrir de los encuentros en el dispositivo.

En el caso de los sueños, en suma, el analista está guiado por una escucha que se sitúa, en palabras de Silvia Salman, «entre el sentido y la insistencia material del significante», es decir, «tanto en el nivel del relato del sueño, allí donde sus elementos cobran sentido para el discurso analizante, como en el nivel de lo que insiste más allá del sentido»[25].

Un relato sobre los sueños y sus manifestaciones en mi análisis

Termino este texto en un lugar más personal: el de mi propia experiencia con los sueños como analizante. Tomo como ejemplo solo una muestra, aún en desarrollo. Se fueron desplegando desde relativamente pronto en mi análisis ciertas manifestaciones sintomáticas que terminaron tocando algo del sueño y el despertar. Resumo dos someramente.

Una consistía en unas muy eventuales palpitaciones, término que utilicé desde un inicio para nombrarlas; irrumpía ocasionalmente en mí, sin causa aparente, una llamativa pero breve aceleración de los latidos del corazón y el pulso.

La segunda manifestación, aunque de un orden distinto, acaecía en el dormir: en medio de ese estado, algo en mí despertaba, pero mi cuerpo no respondía y continuaba en reposo, acaso cumpliendo firmemente un deseo de dormir. Esto me ocurría, sobre todo —es la explicación que encontraba conscientemente—, en momentos de mucho cansancio, pocas horas de sueño y ruidos en el entorno que activaban levemente mi percepción. Estos episodios solían estar acompañados de una sensación de falta de aire que, muchas veces —nueva justificación que me planteaba—, tendía a coincidir con la presencia de algún objeto —una almohada, una manta— o cierta postura que dificultaban mi respiración. Averigüé luego que el saber científico tenía clasificado este fenómeno: experimentaba una supuesta parálisis del sueño. Tomé prestado el concepto con desconfianza, pero también con una pizca de expectación por las resonancias y evocaciones que podía sugerir en mi caso.

Podría decirse que, en el primer ejemplo, en la vigilia, mi «cuerpo» se activaba y avisaba de una verdad inconsciente que mi yo no alcanzaba a comprender; en contraste, en el segundo, aquel dormía y no respondía ante mi intento «consciente» de despertar, de «respirar». En ambos estados, y por vías disímiles, un enigma inconsciente se me abría.

Un interesante giro, sin embargo, se hizo presente con insistencia en sueños posteriores. Tanto las palpitaciones como los intentos de despertar y la falta de aire empezaron a aparecer en sueños de angustia: en momentos culminantes, ante situaciones, digamos, indeseadas —y ciertamente angustiantes—, «sentía» dentro del sueño, con irrefutable claridad, palpitaciones o dificultad para respirar. Me despertaba inmediatamente por esa causa, solo para descubrir que todo era parte del soñar. A veces, siempre en el instante anterior al despertar, estos episodios venían acompañados de un movimiento de cabeza, como un decir no; otras, de una frase repetida: «Esto no puede ser real». En el acto, abría los ojos, de golpe… y así me escabullía de la pesadilla.

El «síntoma» representado en mis sueños empezó a funcionar, entonces, como defensa y salida frente al sueño de angustia: algo en mí se servía de esa representación —y de manera reiterada— para escapar de un encuentro ¿real? en esa instancia, por ahora en parte velado y, sin duda, insoportable, probablemente del orden de la pulsión, de la que vengo huyendo en diversos escenarios. Mi síntoma —subraya en un corte mi analista— me despierta, en el sueño y en la vigilia.

Exploro así algunas vías relacionadas con el lado metafórico y de cierto sentido del síntoma y el sueño, rieles que están más del lado del llamado por Miller inconsciente transferencial. Pero queda una cara real —más cercana a un inconsciente real— por descubrir detrás de ese lugarteniente que recubre la falta de representación, en principio una modalidad de goce singular que el propio síntoma envuelve y que aparece en mi sueño… Un núcleo envuelto imposible de simbolizar e interpretar que habrá de tomar alguna forma —o letra— en algún punto del camino. Algo de ese orden empieza a manifestarse, aún rodeado de espejismos. Hacia esa dirección me dirijo, orientado por mis síntomas, mis sueños repetidos y mis despertares.

Por el momento, sigo atento a lo que va mostrándose y ocultándose en mis sueños y en los relatos que hago de ellos; y, sobre todo, a sus insistencias, sus puntos más angustiantes, sus significantes primordiales, sus restos. Aunque seguramente algunos elementos permanecen velados frente a mi lectura actual —quizá sesgada—, prosigo deseante este trayecto analítico, a la espera de nuevos encuentros, en la vigilia o en los sueños… O tal vez en el entre del tenue litoral que los separa.

 

Raúl Montesinos Parrinello, participante del CID-Lima


Bibliografía 


[1] Pessoa, F., Libro del desasosiego (Trad. S. Kovadloff; 7.ª ed.), Buenos Aires, Emecé Editores, 1998/2005, p. 161.

[2] Véase al respecto Baudini, S. y Naparstek, F., «El sueño. Su interpretación y su uso en la CURA lacaniana», Lacan 21, vol. 2, 2019, párrs. 1-2. http://www.lacan21.com/sitio/2019/11/09/el-sueno-su-interpretacion-y-su-uso-en-la-cura-lacaniana/

[3] Freud, S., «Una dificultad del psicoanálisis (1917[1916])» (Trad. J. L. Etcheverry; 2.ª ed.), en Obras completas, volumen XVII, Buenos Aires, Amorrortu, 1979/1992, p. 135.

[4] Bassols, M., El inconsciente trans-ferencial [Videoconferencia en YouTube para UBA Psicología], 25.11.2020, a partir de 13:10. https://www.youtube.com/watch?v=QvSriiZrijs

[5] Freud, S., «La interpretación de los sueños (segunda parte)» (Trad. J. L. Etcheverry; 2.ª ed.), en Obras completas, volumen V, Buenos Aires, Amorrortu, 1979/1991, p. 597.

[6] Freud, S., «La interpretación de los sueños (primera parte)» (Trad. J. L. Etcheverry), en Obras completas, volumen IV, Buenos Aires, Amorrortu, 1979/1991, p. 177.

[7] Puede verse un resumen de este recorrido en La Barbera, S., «Sueños traumáticos y repetitivos. Del Wunsch a lo real», Scilicet. El sueño. Su interpretación y su uso en la cura lacaniana (Comp. A. Harari), Buenos Aires, Escuela de la Orientación Lacaniana, Grama Ediciones, pp. 147-148; o, en el mismo Scilicet, en Testa, A., «Sueños traumáticos bajo transferencia», pp. 149-150.

[8] Brodsky, G., Cuadernos del ICdeBA 2. Fundamentos 1. Comentario del Seminario 11, Buenos Aires, Grama Ediciones, 1999, pp. 34-36.

[9] Lacan, J., El Seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. 1964, Buenos Aires, Paidós, 1973/2010, p. 52.

[10] Por ejemplo, en ibid., p. 155.

[11] Ibid., p. 222.

[12] Ibid., p. 147.

[13] Ibid., p. 183.

[14] Freud, S., «La interpretación de los sueños (primera parte)», op. cit., p. 132; puede verse también Montalbán Peregrín, M., «El sueño, formación del inconsciente real», Scilicet. El sueño. Su interpretación y su uso en la cura lacaniana (Comp. A. Harari), Buenos Aires, Escuela de la Orientación Lacaniana, Grama Ediciones, pp. 26-27.

[15] Miler, J.-A., El ser, es el deseo (Trad. S. Baudini), clase del 11 de mayo de 2011 del curso de J.-A. Miller, párrs. 29-30 https://congresoamp2020.com/es/articulos.php?sec=el-tema&sub=textos-de-orientacion&file=el-tema/textos-de-orientacion/el-ser-es-el-deseo.html

[16] Brodsky, G., Cuadernos del ICdeBA 2. Fundamentos 1. Comentario del Seminario 11, op. cit., p. 48.

[17] Landriscini, N., texto parte de la sección Traumdeutung | Lecturas del XII Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, 2020. https://congresoamp2020.com/es/articulos.php?sec=traumdeutung&sub=lecturas&file=traumdeutung/lecturas/20-02-10_nicolas-landriscini.html

[18] Lacan, J., El Seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, op. cit., p. 60.

[19] Ibid., p. 63.

[20] Ibid., p. 68.

[21] Miller, J.-A., Seminarios en Caracas y Bogotá (Comp. y Ed. M. H. Cárdenas), Buenos Aires, Paidós, 2015, p. 471.

[22] Miller, J.-A., «Despertar» (Trad. E. Berenguer), Scilicet. El sueño. Su interpretación y su uso en la cura lacaniana (Comp. A. Harari), Buenos Aires, Escuela de la Orientación Lacaniana, Grama Ediciones, p. 16.

[23] Baudini, S. y Naparstek, F., «El sueño. Su interpretación y su uso en la CURA lacaniana», op. cit., párr. 23.

[24] Lacan, J., El Seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, op. cit., pp. 257-258.

[25] Salman, S., El escándalo del cuerpo hablante, texto de orientación del XII Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, 2020, párrs. 9-10. https://congresoamp2020.com/es/articulos.php?sec=el-tema&sub=textos-de-orientacion&file=el-tema/textos-de-orientacion/el-escandalo-del-cuerpo-hablante.html



COMENTARIO DEL TEXTO: "Los sueños y sus devenires en análisis: una orientación por lo real del goce"; Jimena Rivas

¿Por qué la vida del alma no se duerme? (1)

Gracias, Raúl, por tu texto y tus preguntas, ya que con ellas me ayudaste a elucidar el apuntalamiento de mi analista cuando le traje mi último sueño.

Te haces dos preguntas amplias e interesantes, e intentas responderlas de alguna manera, por lo que me gustaría que nos agregases algunas puntualizaciones. Te preguntas acerca del deseo y goce, su presentificación en los sueños del analizante y la maniobra del analista con esto, por lo que me pregunto, ¿Interpreta, agujerea el sentido de lo dicho u oscila entre estos actos?

Esta última pregunta me parece interesante con miras al tema de las jornadas de escuela “Cortes e interpretaciones”.

Para iniciar voy a tomar de tu texto el siguiente extracto “el relato del sueño del analizante articula una cadena significante que busca una respuesta en la escucha del analista”, a decirse, la puesta en escena del sujeto supuesto saber y de la transferencia.

Tome la siguiente viñeta de Miller, extraída de la bibliografía N°2 de las jornadas de la NEL-cf 2023 “Cortes e Interpretaciones”, que toma un poco de tu pregunta por el deseo, y además el deseo también de ser interpretado por el analista, dice lo siguiente:

“Si Lacan no hace de la interpretación uno de los conceptos fundamentales del psicoanálisis, es porque la incluye en el concepto mismo del inconsciente. Y es que para él el deseo inconsciente no es distinto de su interpretación. Y la equivalencia inconsciente-interpretación es lo que significa el término mismo `Sujeto supuesto saber´”. (2)

Lo que me lleva a la pregunta que te haces más adelante acerca de la maniobra del analista y la interpretación, puedo decir algunas cosas:

-          “la interpretación apunta hacia el deseo” desde el lado del analista

-          Desde el lado del analizante, yo diría, el deseo de saber, de encontrar sentido, nos lleva nuevamente a lo pulsional de la transferencia, el amor que se dirige al saber.

Pero develar sentido, también tiene un límite, y su límite es lo real. Tomas dos concepciones de lo real en el sueño, el–ombligo del sueño- y el despertar. El ombligo del sueño como aquello que se resiste y se encuentra fuera de los límites de la interpretación, para Lacan, algo más allá de lo desconocido, lo No Reconocido. Un agujero en el que el sentido se escapa.

Es esto, justamente, lo que no permite al analizante alcanzar su fin dentro del sueño. Persigue una interpretación, una verdad, pero despierta. “Lacan nos muestra que la verdad no es más que articulación significante. En ello es como el sentido, en tanto llama a la interpretación, al desciframiento”.(3) Los sueños, como herramienta, nos permiten acercarnos a índices de verdad, índices de real, sin embargo, también se cae en el deseo de satisfacción de creer que se terminará de elucidar todo su contenido y que logrando eso habremos logrado un paso más allá en el análisis. Complicado porque podemos caer en mentiras.

Y, entonces, ¿desde dónde se interpreta en una orientación por lo real?

-          No hay una metodología ni modelo de la interpretación, y es algo que creo que está en juego para todos en la formación, y es por ello que una técnica es “para todos”, y no para el caso por caso.

-          En ese sentido, intentamos apuntar a la falta, a un significante primordial, a mover lo fijado en el sujeto, a movilizar la ficción que se ha construido, el propio delirio de cada uno.

Para finalizar, tomo un recorte de Silvana di Rienzo en el “Dejamos Aquí N° 2” Boletín de las Jornadas de la NEL-cf 2023 “Cortes e Interpretaciones”

Alejada de la comprensión, del añadir sentido y del lugar de saber, advertida del registro de la verdad mentirosa, la escucha analítica apuntará en cada encuentro singular, uno por uno, a las formaciones del inconsciente, a las articulaciones de la cadena significante, pero fundamentalmente a la irrupción de lo que itera en el síntoma, eso fijo que no cambia, que resiste, y que forma parte de su núcleo opaco, no dialectizable en la cadena significante, por fuera del sentido, “…el significante efectúa, pone en ejecución el significado, en tanto la letra es materia”. [1] Esta escucha analítica que circula entre el significante y la letra, “se trata de una presencia que circule entre una escucha y una lectura”[2], entre el sentido y el fuera de sentido. No es una escucha pasiva, sino que orientará el acto analítico, interpretaciones y cortes en la modalidad que convenga cada vez y en cada caso, apuntando a la implicación subjetiva, a hacer de esa queja inicial un síntoma analítico, a despejar las identificaciones coaguladas, pero también y sobre todo, apuntando a hacer resonar, a tocar, a conmover la singular modalidad de goce de ese parlêtre. Transferencia y deseo del analista mediante, las interpretaciones y cortes así orientados solo podrán leerse retroactivamente a partir de sus efectos. (4)


 

 


 








 

Jimena Rivas, asociada a la NELcf-Lima


Bibliografía

1.      Freud, S. (2009). Oblas completas – Conferencias de introducción al psicoanálisis (Partes I y II) – Tomo XV – 1ª ed. 12ª. Reimp.- Buenos Aires: Amorrortu, p. 81.

2.      MILLER, J.-A. (2009) “Adiós al significante”, en Conferencias Porteñas, Tomo II, Paidós, Buenos Aires, p. 269. Recuperado de: https://jornadasnelcf.com/xiii/wp-content/uploads/sites/2/2023/06/NEL-Bibliografia-2%C2%B0-Entrega-1.pdf

3.  Giraldo, M. (2020). Un final abierto. Artículo publicado en Papers 4: Congreso AMP 2020. pp. 17-20. Recuperado de: https://congresoamp2020.com/es/el-tema/papers/papers_004-es.pdf

4.  Di Rienzo, S. (2023). Algunas versiones de la escucha  y la interpretación, hoy. Artículo publicado en Boletín N°2 “Dejamos Aquí…” – Jornadas de la Nel 2023. Recuperado de: https://jornadasnelcf.com/xiii/portfolio-items/dejamos-aqui-2/?portfolioCats=45