8 de febrero de 2022

SEXUALIDAD por Violeta Barrientos, Kathia Linares, Yasmin Ardiles y Carmen Rosa Cordova

 


Introducción

Como fenómeno interpersonal y sociocultural, en un milenio posterior al Sida, la sexualidad, sus prácticas y percepciones han cambiado mucho y hoy en día nos encontramos con una diversidad de fenómenos en relación a la orientación sexual como al género. Las categorías que en un momento fueron “claramente definidas” por binarismos masculino/femenino, hetero/homo, ahora han dejado de ser la constante. Se habla de sexualidades nómades, entendidas como el ejercicio de la sexualidad cambiante de la misma manera que de identidades de género que pueden transitar de un género a otro (transgeneridad).

Pese a que la violencia aún persiste, hoy en día hay mayores posibilidades para la expresión de identidades transgénero o intersexuales (cuerpo con ambos sexos). Nos preguntamos ¿Se trataría de presentaciones o montajes psíquicos, algunas vinculadas con la elección de objeto sexual y otras con la identidad de género? ¿Estas presentaciones o montajes, qué es lo que ponen en juego?  ¿Interpelan a los dos géneros clásicos y sus significaciones que son de polaridad binaria, es decir los/nos descentran? Además, ¿Cuestionan la figuración de la pareja y familia heterosexual como ideal normativo? Y para el psicoanálisis ¿Qué hay del complejo de Edipo, el complejo de castración y la diferencia sexual como condición para acceso al orden simbólico, la ley del padre, el falo como significante amo y significante del deseo?.

A propósito de lo expuesto y de las interrogantes presentadas, en este trabajo nos proponemos desarrollar un cierto marco de comprensión de la sexualidad desde el psicoanálisis, esto a través de la exposición de fragmentos y líneas teóricas/reflexivas que apuntan a intentos de comprensión de una entrevista a una persona transgénero a la cuál denominaremos B. Si por momentos, nuestra redacción se lee como desde la posición de Un sujeto o varios, definidos e indefinidos es parte del proceso de elaboración tanto de la entrevistadx como de nosotrxs como sujetos/objetos en el proceso. 

Violeta Barrientos

De acuerdo con Freud, la sexualidad se ubica en la frontera de lo psíquico y lo biológico.  En las interrelaciones humanas, es decir, aquellas que están normadas por una cultura, sabemos que se insertan ciertos límites/prohibiciones a la vivencia sexual. Estas normas pueden variar según el lugar y la época, en algunas de ellas pudiendo limitar más al “instinto sexual”, como p.ej., en Occidente. Los cambios culturales afectan los márgenes que se dejan al ejercicio de la sexualidad. Pueden también variar según la edad o el género del individuo, sea masculino o femenino, asimismo es de conocimiento que en las diferentes culturas las mujeres suelen recibir más limitaciones que los varones. 

Diferentes tipos de leyes y prohibiciones son las que caracterizan y hasta comparten las civilizaciones, p.ej., la prohibición del incesto, luego tenemos las relaciones del/entre mismo sexo, las intergeneracionales, entre otras. La sujeción a estas normas sociales, a la “ley del padre”, el “ingreso al orden simbólico” al adquirirse el lenguaje, así como al  interiorizarse los mandatos sobre los comportamientos de acuerdo al género, al sexo, y prácticas sexuales “acorde a”, vemos que es re-forzada mediante premios y castigos, re-conocimiento y des-conocimiento, lo cuál puede tener bastante que ver con las causas de determinadas estructuras/montajes psíquicos.

Los padres o quienes ocupen la función de sostenimiento e interdicción, son las primeras personas en transmitir los modelos culturales del lugar, época y sistema familiar o clan. Ellos pueden manifestar y transmitir ciertas represiones/opresiones culturales respecto a la sexualidad, las cuáles pueden ser incorporadas o rechazadas por los hijos. Entonces ¿Cómo es que se plantea esta primera “relación sexual” entre padres e hijos y por ende el amor entre los mismos? ¿Puede que esta relación sexual no exista, si alguno de los padres está ausente? ¿Qué ocurre si alguno de estos objetos “está” ausente? ¿Habría necesidad de buscar en otro esa presencia? ¿Qué pasaría si esta búsqueda de afecto tuviera respuesta o ligazón con Otro sujeto, pero no solo en términos de afecto, sino desde la relación sexual real?. En tanto, leemos un fragmento de B.

B: “Yo empecé a buscar donde mirar y donde ser mirado, es ahí donde encuentro un sostén amoroso que me deseaba y se fijaba en mí”. El niño busca ser amado por los padres si no ob-tiene esa respuesta, ¿busca otro objeto de su amor y alguien que lo mire?. En el caso B, nos narra que no tenía una imagen de pareja de los padres, el padre más bien era “picaflor” tenía una sexualidad muy activa, pero fuera de su casa, efectivamente no había relación sexual con la madre. ¿Es acaso que el niño no logra despegarse de la madre dada la ausencia de este padre?. 

¿Es posible que este niño encuentre la plena satisfacción a su deseo sin mayor interdicción?, pero como esta “realización” es prohibida, tanto por los tabúes sociales, como por una madre “celosa de sus crías” que destruye a quien se les acerque, ¿es que el niño busca dónde mirar y ser mirado por fuera de?. Pienso en el niño que ha “bebido” del amor de otro pecho, que es también, como ese padre, que desde el engaño es que desafía su custodia. ¿Es que ambos le han sido desleales con “Otro”?. Ese niño, ha hecho algo indebido, ¿será que Ley del Padre no corresponde al Deseo de esa Madre? Al recibir el castigo de esa madre ¿no es que el niño queda fijado a ella? esto, a través de una prohibición y de su obediencia, así como por y para la satisfacción del deseo de ella. 

B nos dice que como Otra figura materna tuvo a la abuela, quien le dice a su nieto (en ese momento el más querido, además él también la adora), “Te prefiero ver muerto a que seas maricón”.  Nuevamente, como en el caso de la madre, con esta sentencia ¿es que le está diciendo: actúas contra “la Ley del Padre” y “si no cumples mi deseo, no existirás para mí”? ¿Puede que la respuesta de B, se haya dado desde la sumisión al deseo materno (de la abuela también)? ¿Esto tiene que ver con la contención del propio deseo sexual dirigido a un objeto de su propio género? ¿su respuesta es su síntoma en la sexualidad adulta y/o montaje psíquico? Es posible que desde el mandato expreso de la madre abuela, se haya dado una fuerte represión y hasta la perturbación de su sexualidad. Entonces ¿cómo es posible ser queridx, cuál es la forma “adecuada” para ser amadx, por las progenitoras para B? ¿La posibilidad de ser amadx es obedeciendo al deseo de ellas, reprimiendo así el propio ser y placer en lugar de resolverlo aunque sea tan solo eligiendo un objeto de amor homosexual?. 

Kathia Linares

Kathia Linares (participante del CID-Lima)

¿Tiene la neurosis un carácter sexual? Pregunta de un aprendiz, pregunta fundamental para comprender la génesis de la neurosis. En ese vaivén de palabras, en esa injustificada forma de encontrarle otro sentido, a lo que sentido ya tiene, un sentido siempre sexual ¿Qué busca una histérica? A diferencia de los perversos que saben dónde encontrar el goce, nos dice Miller[1], los neuróticos buscan para no encontrar, y si lo encuentran, el deseo desaparece, y aparece esa insatisfacción, a ello lo llama vacilaciones del goce.

Freud nos dice “quien aprende a interpretar el lenguaje de la histeria, puede percibir que la neurosis no trata sino de la sexualidad reprimida de los enfermos”[2].  ¿Que se reprime?  La sexualidad como tal no es, el sujeto encuentra la forma de descargar esa energía, quizás involucre un goce, entonces ¿Qué se reprime? se reprime el sentido, ese sentido que está vinculado a lo sexual, y es donde el sujeto tiene que decir mediante el discurso que implica tal “sentido”. 

No dormía profundamente cuando él subió; después se volvió a dormir, y de repente se despertó y “sintió su cuerpo” en la cama. Se levantó de un salto y le hizo reproches: “¿Qué haces tío? ¿Por qué no te quedas en tu cama? “El intentó engatusarla: “Anda muchacha tonta, quédate quieta; tú no sabes qué bueno es eso”. –“no me gusta lo bueno de usted, ni siquiera dormir la dejan a una” decía Katharina, uno de los casos de Freud[3].

Claramente no se percató del carácter sexual que conllevaba la situación, ¿por qué? ¿Por qué no le dio ese sentido sexual? ¿Acaso no quiere saber? Es aquí donde ingresa la represión, que está cambiando ese significado para olvidar una escena, ¿es por eso que no quiere saber? Quizás es por ello que cambia el sentido, hay entonces un cambio de significado.

En el caso de Katharina, ella dice “No me deja dormir”, ella reprime la intención sexual del tío, le cambió el sentido, a lo que sentir el cuerpo de un hombre cerca significa, en aquel caso y para mantenerlo alejado de la conciencia lo olvida, luego ella ya no quiere estar junto al tío y comienza a inhibir, pues lo evita para no recordar; ¿y que lo activa? La realidad que ante un hecho real ya olvidado vuelve a aparecer, vuelve a recordar el pasado, retorno de lo reprimido; mira por la ventana y los síntomas se activan; Freud dice las personas sufren por el significado que le dan, no por la realidad en sí, sino por lo que esa realidad representa.  

¿Es necesario una escena traumática sexual para que se originen los síntomas histéricos? Solo nos queda imaginar el desarrollo de nuestro cuerpo pulsional, que con cada cuidado, cada caricia, cada experiencia de vida activa esa región erógena, boca ano, genital, vista, piel…  Esa experiencia del cuerpo deja marcas que el sujeto debe darle un sentido personal, algo del cuerpo siente, ¿esto qué implica?  El niño se encuentra obligado a darle un sentido, un sentido simbólico.

Como en el caso de B nos relata:

“La gente dice que eso fue abuso, violación. Pero yo no me lo viví de esa manera, me sentía amado y sentía, que yo amaba también. Lo recuerdo como juego, como placer, es parte de una época feliz. Él era un adolescente que vivía en mi casa de unos 14 años cuando yo tenía 3.  Luego de un tiempo que ya había mantenido relaciones sexuales con este chico de 14, tuve una visita en casa, mis primos. Yo los quería y por eso quise jugar el mismo juego que con este joven, en la intimidad. Ellos, mis primos, hablaron con mis padres, recuerdo que mi madre me llamo y me pregunto que eran esos juegos y yo le conté, el chico de casa jugaba esto conmigo. Solo recuerdo ver la escena de sangre. Mis padres fueron al encuentro de él, lo cosieron a patadas en el piso, mi mamá se violentó tanto que le cortó el rostro, la boca. Yo vi toda esa escena. No sé si corrí o me quedé. Verlo así tirado y ensangrentado, fue terrible y fueron mis padres quienes lo atacaron. Así lo veía en ese momento, ahora entiendo un poco más lo que paso. Sentí odio por mis padres, luego no estuve dispuesta a mostrar afecto por ellos, rechazaba que me engrieran.”

¿Que desea?, está claro que el sujeto está inmerso en un conflicto entre el deseo y la defensa, es la paradoja entre el acercamiento y la inhibición; el analista va a perturbar esa defensa lo dijo Lacan, se tiene que llegar a que el sujeto se haga cargo de su propio deseo, deseo que se forma a partir del otro. De ese otro que uno se identifica, esa imagen del otro y viene la pregunta ¿Qué soy yo en el deseo del otro? pregunta inconsciente, ¿es acaso que se posiciona en ese lugar? Es interesante como lo plantea Lacan en el caso Dora[4], él dice que Freud se hace la pregunta qué desea Dora en vez de preguntarse “Quién desea en Dora”, y todo por identificación. La tópica Freudiana nos dice que el yo se estructura en base a una pregunta, una pregunta que nos posiciona en el ideal del yo, el ideal de Dora era el señor K esa identificación imaginaria, es por ello que Lacan dice hay que ir más allá del Edipo; pues ella posiciona sus síntomas, en tanto ella es el señor K.

Yasmín Ardiles

Yasmín Ardiles (Participante del CID-Lima)

Sí, La mujer sí existe. La mujer soy yo. “Está claro que El hombre no existe”.

Este es Un modo de trasvestir la Realidad.

“Para poder relacionarme con ese otro Uno, yo soy otro incluso para mí mismx[5]”, nos dice Bassols, entonces yo le preguntaría: ¿quiénes pueden escribir sobre la relación entre los sexos?. Me gustaría animarme a ensayar una respuesta que quizá pueda estar equivocada, pero es la que ahora tengo en mente ¿podría ser/hacer-se desde lo trans? Desde su lugar como sujetos que dicen de las relaciones sexuadas entre el sujeto y el Otro ¿se podría reescribir la relación entre los sexos? ¿qué hay de la relación con mi sexo?, ¿queda por fuera?, ¿Yo no existo al igual que esa “La mujer” de la que habla Lacan? ¿Yo no existo al igual que El hombre del que habla Brousse[6]?. Entonces, ¿la operación para Ser consiste en reafirmar la (in)existencia de ese Otro a través de moi y no je?

“Nacemos en blanco, no tenemos impresiones, vamos incorporando experiencias. Vamos incorporando identificaciones que se convierten en identidad”. B.

B : Los modelos femeninos del cine mexicano fueron importantes referentes para mi. Las danzas, las colas, el mambo, toda esa profusión de elementos femeninos me encantaban. Entonces, Yo me trasvestí. Yo no era mirada, no existía, me alimenté de ese cine mexicano, María Félix la doña. Yo sé que no soy un personaje grato en esta sociedad. 

Y: ¿Qué significó para ti esta indiferencia, este no existir?

B: No lo decían, pero se sentía. Yo entendía que era por mi manera de ser, la resignación frente a la (in)diferencia era el mundo que me tocó vivir. No protesté. Yo no tenía un carácter fuerte para revelarme. Entonces se dio una posibilidad de existir pero incomodando al Otro. 

Entonces, pienso: de la in-diferencia a la diferencia, para luego pasar a la multiplicidad. Qué quiere decir: (re)signación, (re)asignación, quizás, simplemente se da la oportunidad de abrirse a palos la posibilidad de (auto)signar-se y hasta (auto)asignar-se. Ahora algunas definiciones breves para desarticular algunas palabras y articular un intento de nuevo sentido. Sabemos que el prefijo Re significa: repetir, reconstruir. Asignar: destinar, consignar. Signar: firmar, declarar, consentir, respaldar, suscribir. Resignar: aceptar, dar conformidad, someterse, también desde su raíz latina significa quitar el sello, abrir, revelar, anular, restitutir. Reasignar: señalar, fijar, nombrar, designar. Como refiere Brousse citando a Miller, “el falo es un metasignificante…“un significado, una significación, un sacrificio, un símbolo, un signo, un órgano…” [7]

B: A la hora de bañarme ignoraba mi pene, tenía una actitud de resignación. Habían ideas de cómo lograr prescindir de ese órgano. En ese momento lo pensaba, pero no estaba a mi alcance. Luego, si tuve la posibilidad de la reasignación genital, pero pensé: ¿por qué tendría que hacerlo? entonces, me di cuenta que era responder a un estereotipo de cuerpo femenino y vi que no respondía a mis deseos, si no a tratar de agradar a los demás. No llegué a someterme a esa operación. 

En el agujero negro de la diferencia sexual, Brousse nos dice que: “la diferencia sexual o no, pequeña o grande”, es uno de los principios del orden lingüístico. Asimismo, esta operación “enlaza y separa al mismo tiempo[8]”. Yo me pregunto si dada la (im)posibilidad de realizarse dicha operación en el registro simbólico, es que se realiza en el registro real, en el de la carne, esto en el caso de las reasignaciones de sexo. Mas, en un sujeto como B, que puede hablar de si, me pregunto ¿es que la operación se hace pero a través de la identificación imaginaria, a razón de auto nominarse, auto reasignarse desde el imaginario y luego desde lo simbólico?. Como Lacan afirma en el seminario Aún: “La mujer” no está inscrita en la ley universal de la castración, debe identificarse con el padre, cruzando al lado del todo, para luego inscribirse en lo fálico, para luego perderlo. Entonces, esta operación agrega pero no completa.

Y: ¿Y qué hay del amor? ¿Cuál es, cuál ha sido tu posición en el amor; amar, ser amada?.

B: Desmontar y montar. Mentalmente me he liberado de pensamientos, he revisado muchos hechos de mi vida, pero entender y comprender no te libera, está en el cuerpo. Hemos tenido idealización sobre el amor, me enamoré a los 14 años, un chico lindo, tenía tanta pasión como represión, calambre, eran como dos fuerzas encontradas. Lo deseaba y no me lo permitía. No tuve la fuerza para vivir la experiencia, yo era la que amaba, que si que no, y finalmente fue no. En ese momento era activa pero oprimida, me trajo mucha depresión ese no (no de mi mismx). Era un amor imposible, pensaba que sería castigada.

Y: ¿Y qué hay del odio? ¿En qué momento sentiste más odio? ¿Hacia qué o quién?

B: He estado tan ensimismada en mi misma, que no me han aflorado los odios, (mientras la escucho, yo pienso que el odio se dirigió hacia si mismx, su cuerpo, su órgano), no está permitido odiar a los padres, quizás estaba en la frialdad que podría expresar, quizás. Pero, igual no me permitía hacerlo, me distanciaba, no me permitía ni rechazarlos.  

Ahora, tomando algunas líneas de comprensión del texto de Freud (1915), La pulsión y sus destinos, pienso en que quizás B necesita transformar en lo contrario su odio, hasta incluso amar de manera activa, enlazandose así ella a sus vínculos primeros – primarios. Luego frente a su primer amor exogámico reprime su sentir y quizás hasta su devenir como sujeto activo – amante. Bien sabemos que toda propuesta activa si bien proporciona/asegura cierta existencia subjetiva, no deja de ser angustiante, laboriosa e incierta. En adelante, en las relaciones románticas su posición en el amor es pasiva, espera ser amada, elige ser más objeto e incluso por momentos su vivencia real sexual discurre más en el displacer, entonces me pregunto ¿es probable que ese resto de (in)diferencia permanezca en este ámbito?.

También, reflexiono sobre lo siguiente ¿de qué manera se puede amar pasivamente sin dejar de ser un hombre que sí existe?. En el seminario XX, sabemos que Lacan nos dice “no hay relación sexual” [9], es decir no hay un equilibrio entre los sexos. Esto quiere decir que no nos relacionamos con el Otro, sino, con la función fálica[10]. En el lado del No-todo, es decir en el lado de la mujer, la castración no es posible y/o no es una ley universal. ¿Será que la propuesta trans-ser-algo-alguien, promete poner-se a salvo de realizar esta operación? Entonces, ¿cómo se realiza la función de nudo?. Finalmente, ¿si la relación sexual es imposible, que es lo posible?, quizás mi angustia me hace ensayar una respuesta rápida y sin mayor desarrollo, por ahora, quizás hacer el amor es lo posible.

Carmen Córdova

Freud refiriéndose a las pulsiones nos dice que la pulsión está compuesta por 4 elementos: esfuerzo (tiene que ver con aquello que nos empuja e impulsa a hacer), meta (siempre será la satisfacción, pues la pulsión siempre buscará ser satisfecha), objeto (es lo más variable de la pulsión, en términos actuales podríamos decir quizá que el objeto de la pulsión es Queer), y la fuente (que tiene que ver con lo somático de donde proviene la excitación). Además, define las pulsiones en dos grupos: las yoicas o de autoconservación (orientadas a la conservación del Yo), y las sexuales (que en principio buscan la satisfacción del órgano).  El autor citado, nos dice sobre las pulsiones: “…son numerosas y brotan de múltiples fuentes orgánicas. Al comienzo actúan con independencia unas de otras y sólo después se reúnen en una síntesis más o menos acabada. La meta a la qué aspira cada una de ellas es el logro del placer del órgano”, “…en cuyo carácter se las conoce comúnmente como pulsiones sexuales”.

B: Mi pene, nunca lo usé. Cuando era chico y me veía, pensaba que había algo de más en mí, vivía negando-me, mi órgano. Hacía como que no existiera, pensaba que se iban a desprender (pene y testiculos). Pensé en cortarlo también; luego, con el tiempo, lo asumí como una parte más de mi cuerpo, una especie de brazo, por eso no le hacía daño, igual era mi cuerpo. Pero jamás fue un órgano de placer, nunca tuve una erección (me dolían los músculos de los testículos), nunca tuve una descarga. No me masturbaba, me daba asco. De niño (4 años) tuve mi primera experiencia sexual con un adolescente 10 años mayor que yo (B refiere que esa experiencia que se repitió varias veces, B no lo vivió como un abuso sexual, como lo mencionan otros cuando B cuenta esta experiencia, B la cuenta como una experiencia no traumática sino placentera). Después de que mi mamá y mi papá se enteraron de mi vivencia con este adolescente, se dio la escena de sangre, como la llamo yo, donde mis papas lo reventaron a golpes, mi pene y mi voz quedaron para siempre apagados, inexistentes. No quería ser castigado, como él, no quería que me pase lo mismo. Casi lo matan.

B dice que no quería ser castigado, golpeado por estos padres, ¿realmente será este el motivo por el cual su voz se apaga al igual que su capacidad placentera de órgano cuando ya adulto?. O es que al presenciar/ver la escena de sangre se re significa inconscientemente la vivencia real con este adolescente, un ingreso a la sexualidad abrupto y temprano, ¿dónde podría estar realmente alojado el trauma?. 

Me quedo pensando en cuan amenazado pudo sentir su yo ante tanta agresión en momentos tan primarios de la vida (abuso, violación, castigo, sangre). ¿Es que ante esta amenaza a su Yo, su órgano sufrió un retiro de la libido para ser colocada toda en la conservación del Yo de B?, ¿se podría entonces hablar de una meta inhibida (cortada en su fin) por lo cual nunca usó su órgano al servicio del placer? ¿Qué es lo que se ha colocado en su reemplazo, entonces?, ¿Cómo es que B siente placer? 

Freud respecto a los destinos de la pulsión menciona que estos pueden ser presentados también como variedades de la defensa contra las pulsiones. 

B: Luego de la escena de sangre, pensé que estaba enferma, que estaba en situación de pecado. Ya de adulto, descubrí que habían sitios de homosexuales donde podía tener encuentros, pero igual no lograba la descarga. Tenía una represión muy fuerte desde lo de mis padres. Mi compañero de tránsito gozaba conmigo,  yo no, yo tenía miedo de ser castigada si gozaba. Había instalado una actitud automática de privarme el orgasmo. Me sentía como una persona fría, como si yo solo permitiera que gocen conmigo, pero yo no con ellos. Saber que me miraban, que era sujeto de deseo, me emocionaba. Luego de tener relaciones sexuales con sujetos que no conocia, todo acababa, volvia a la nada, buscaba nuevamente los reflectores, buscaba ser nuevamente mirada. Siento que tome una posición pasiva en la vida por miedo a ser castigada.

Esto nos remite nuevamente a Freud (1915), al texto ya citado, pero ahora haremos referencia de manera específica a la Inversión en lo contrario. Entonces, ¿es posible que B haya dado una vuelta (contra la persona propia) de activo a pasivo en el devenir adulto?. O ¿es que se reafirmó su pasividad como posición en la vida (pensando que era pasivo ya en el abuso que sufrió de menor)? ¿Será que esta vuelta coloca a B en una posición de defensa ante sus pulsiones? ¿Es que B coloca el placer en ser mirado, gozando de mirarse en el otro? ¿Es que coloca la posición activa en el otro sujeto (alojando así su propia pulsión) así como a su vez esquiva la prohibición y evita el castigo?. Finalmente, pareciera, que aún cuando el sujeto se defiende de la pulsión cambiando de posición (activo a pasivo), la pulsión seguirá constante buscando que la meta no se altere y con ello conseguir la satisfacción (aunque no sea completa).

Bibliografía:

Brousse, M.H. (2019). El agujero negro de la diferencia sexual. Revista Rayuela. Recuperado de: http://www.revistarayuela.com/es/006/template.php?file=notas/el-agujero-negro-de-la-diferencia-sexual.html

Bassols, M. (2014). El objeto (a)sexuado. Blog de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Recuperado de: http://uqbarwapol.com/el-objeto-asexuado-por-miquel-bassols/

Freud, S. (1893 – 1895). Estudios sobre la Histeria. Obras completas: Tomo II. Amorrortu Editores.

Freud, S. (1905). Tres Ensayos de la Teoría sexual. Obras Completas: Tomo VII. Amorrortu Editores. 

Freud, S (1906). Mis tesis sobre el papel de la sexualidad en la etiología de la neurosis. Obras Completas: Tomo VII. Amorrortu Editores.

Freud, S. (1915). Los instintos y sus destinos. Obras Completas Sigmund Freud: 4 Tomos, Tomo II. Traducción, López Ballesteros.

Jacques- Alain Miller. (1986). La Pasión del Neurótico. Introducción a la Clínica Lacaniana.  Gredos.  

Lacan, J. (1955-1956). El Seminario de Jacques Lacan, Libro 3. Las Psicosis.

Lacan, J. (1972-1973). El Seminario de Jacques Lacan, Libro 20. Aún.  

Lacan, J. (1975). Escritos 2. Cinco. La significación del falo. 3era. Ed. Siglo XXI – 2009. 


[1] La Pasión de un Neurótico (1986) en: Introducción a la clínica lacaniana, pág. 66

[2] Mis tesis sobre el papel de la sexualidad en la etiología de las neurosis (1906) en: Obras completas vol. VII pág. 270

[3] Breuer & Freud. Estudios sobre la histeria (1893-95) en Obras completas Vol. II pág. 145.

[4] La pregunta histérica en: El seminario de Jacques Lacan Libro 3 la psicosis, pág. 249.

[5] El objeto (a)sexuado. M. Bassols.

[6] El agujero negro de la diferencia sexual. M.H. Brousse.

[7] M.H. Brousse (2019) citando a Miller (2008-2009) : En El agujero negro de la diferencia sexual. Pág. 4.

[8] El agujero negro de la diferencia sexual. M.H. Brousse. La diferencia y el poder binario. Pág. 1

[9] El Seminario de Jacques Lacan. Libro 20, Aún.

[10] Escritos 2. Cinco. La Significación del Falo. J. Lacan.

LA APROXIMACIÓN AL SÍNTOMA A PARTIR DE FREUD Y SU RELECTURA POR LACAN por Susana Valle

 


Relectura crítica y epistemológica de Freud por parte de Lacan

Freud inventa el psicoanálisis, partiendo del problema de la histeria femenina, donde sus pacientes se valían de su neurosis para huir de la orfandad social en la que se encontraban producto de las estructuras establecidas de la sociedad burguesa del siglo XIX. Sin embargo, su obra es desordenada, según Miller en su seminario dictado en Caracas en 1979 (p. 32) la teoría freudiana tuvo un eje con el libro “La interpretación de los sueños”, pero luego se expandió mucho superando las expectativas del autor. Es así como Lacan se encomendó a la tarea de conceder un orden a la teoría de Freud.[1]

Lacan elabora una lectura epistemológica de la obra freudiana, sin embargo, su deseo no fue mejorarla o sobrepasarla, en su lugar, se propuso ir al fundamento del discurso de Freud, es decir, el sujeto del inconsciente y de la práctica del psicoanálisis. El ejercicio del psicoanálisis era lo que inquietaba a Lacan, de esta manera, lo preocupaba también el texto de Freud, cuyo estilo era muy diferente al suyo. Freud fue descubriendo su teoría de forma progresiva, tuvo muchas dificultades y trabas, siendo neurólogo cambió de orientación lo cual le ocasionó críticas por parte de sus colegas y maestros, sin embargo, debido a su deseo, descubrió el inconsciente, es en este punto donde se aleja de sus alumnos y seguidores pues se quedaron en el “yo” como una manera de institucionalizar el psicoanálisis, a diferencia de Lacan que sí estuvo allí.

Lacan se valió de la lingüística, la topología, la lógica, la matemática, entre otras materias para dar cuenta de la práctica psicoanalítica de Freud, en este sentido la teoría lacaniana evoca a la sencillez pues propone matemas como puntos referenciales para comprender conceptos psicoanalíticos complejos, en su recorrido teórico dichos puntos no dejaron de afinarse. Buscando la precisión, Lacan fue hacía una simplificación progresiva, por ejemplo: el término “discurso universal” – el cual se encontraba en sus primeros textos – fue comprimiéndose hasta llegar a los términos S y S2, de esta manera, reemplaza conceptos que estudian o analizan los acontecimientos que envuelven a un sujeto, por esta minúscula estructura cuya finalidad es capturar lo elemental de las paradojas implicadas.

Es preciso indicar que al igual que Freud, Lacan también avanza y retrocede en cuanto a su teoría, sin embargo, en Lacan la dificultad que presenta el estudio de su discurso es justamente la marcha impasible de una postura a otra, en algunos casos hace modificaciones en puntos esenciales las cuales no se perciben a simple vista, en este sentido, Miller propone que el discurso de Lacan es de tipo topológico.[2] De este modo, Lacan condujo al psicoanálisis a sus cimientos, siendo uno de ellos la comprensión del síntoma al que Freud se aproximó a partir  de sus estudios sobre la histeria.

El binario sentido – goce a partir de las conferencias XVII y XXIII de Freud

Debido a su extensa obra, Freud simplificaba su teoría en sus conferencias de esta manera, exponía con rapidez delimitando sus fundamentos y lineamientos como una estructura, dándoles un carácter compendiado y continuo. En su conferencia XVII, titulada “El sentido de los síntomas” Freud indaga sobre el síntoma y su riqueza en sentido, es decir, cómo el síntoma se va armando con las vivencias del enfermo; para ejemplificar su teoría menciona dos casos de pacientes con neurosis obsesiva.[3] El primer caso corresponde al de una mujer casada con un hombre impotente y el segundo caso se refiere a una joven obsesiva quien realiza un ritual de dos horas para poder dormir, en ambos casos Freud, observó que los síntomas respondían o tenían relación con las vivencias sexuales de las pacientes. En su conferencia XXIII, titulada “Los caminos de la formación del síntoma” Freud aborda el tema de la libido, de la satisfacción pulsional y cómo dichas fuerzas pulsionales vuelven a coincidir en el síntoma, de esta manera, reflexiona sobre la obstinación del síntoma para repetirse una y otra vez.

Es así cómo Freud se dirige del sentido al goce en el síntoma. Por lo tanto, Lacan retoma la obra freudiana para elaborar su teoría de binario sentido – goce, donde se erige lo que abordará el núcleo de su enseñanza. Si el goce carece de sentido porque es pura satisfacción y a su vez esta unido a la repetición ¿cómo se enlazan el sentido y el goce? Para comprender esta aparente contradicción, Miller lo aborda en el seminario sobre las vías de la formación de los síntomas del año 1996, donde toca el punto de partida de Lacan con uno de sus primeros escritos titulado “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, en dicho escrito se enfatiza que el inconsciente al estar estructurado como un lenguaje encuentra sentido a partir de los significantes, lo que determina los fenómenos analíticos freudianos es el eje simbólico, es decir, el mundo del lenguaje, por esta razón la práctica psicoanalítica se da por medio de la palabra, a su vez  la imagen esta subordinada a lo simbólico, en efecto, a la palabra ya que construimos un cuerpo a partir de esta. Finalmente, propone que primero está lo real, pero luego, lo simbólico agujerea ese real para hacerse un lugar en el mundo.  Toda esta elaboración realizada por Lacan se resume en su esquema L, donde lo simbólico y lo imaginario se entrelazan, de esta manera, el sentido está situado en lo simbólico, o sea, en la palabra.

Con todo lo expuesto en el párrafo anterior se puede inferir que Lacan ha ingresado en el psicoanálisis con el binarismo antagónico entre sentido y goce, ha tomado los casos de Freud y les ha otorgado un orden, separando lo imaginario de lo simbólico, por consiguiente, el síntoma estaría situado en el ámbito de lo simbólico, mientras que la libido freudiana estaría ubicada en el ámbito de lo imaginario debido a su carácter narcisista basada en la imagen; entre un sujeto y otro hay libido, es decir, pulsión, es decir, goce. Entonces, las vias de la formacion de los síntomas es un camino esencialmente simbólico donde el síntoma es un sentido reprimido, un enigma. En consecuencia, el síntoma puede alojarse en el cuerpo mediante la histeria o en el pensamiento mediante la neurosis obsesiva. El Otro es quien determina el lenguaje y el deseo, el sintoma es la interpretacion que el sujeto da a la pregunta hacia el Otro ¿Qué quieres de mi?.

El camino de Freud en cuanto al síntoma

A partir de su segundo ciclo de conferencias Freud aborda el psicoanálisis in situ, dando prueba o evidencias de los síntomas neuróticos tales como: la histeria de angustia, la histeria de conversión y la neurosis obsesiva. De esta manera, la conferencia XVII es la apertura al nuevo ciclo freudiano, en esta etapa Freud aplica sus conocimientos previos sobre los sueños y los actos fallidos aplicados a los síntomas de la neurosis ya que tienen un sentido, por lo tanto, son interpretables. De esta manera Freud hace un recorrido y conecta los dos cauces de su teoría, por un lado, el descubrimiento del inconsciente, la interpretación de fenómenos aparentemente carentes de sentido y, por otro lado, el descubrimiento de la sexualidad infantil y su naturaleza perversa polimorfa. Siendo la histeria su punto de partida, donde el agente del retroceso libidinal no es tan claro, como sí lo es en el caso de la neurosis obsesiva ya que se regresa a la etapa previa de la organización sexual. Freud, da cuenta de que existe una adhesión a un goce anterior, de carácter sádico anal, mientras que en el mecanismo de la histeria es la depresión. En este sentido la neurosis obsesiva según Freud, es más compleja pues tiene represión y también regresión.

Freud asevera que el síntoma en el sujeto histérico es honesto, es decir, lo hace sufrir puramente, el paciente llega indicando que sufre, que hay algo que no lo deja vivir, a diferencia del obsesivo que no percibe el sufrimiento de su síntoma, debido a que es parte inherente a su personalidad y esto le causa placer. Entonces se puede inferir que los síntomas obsesivos son placenteros, exacerbando su narcisismo. 

Retomando los casos de la conferencia XVII, Freud los elige debido a que las pacientes presentan síntomas muy marcados en el ámbito sexual y porque están relacionados a las experiencias pasadas de las pacientes, donde la primera paciente repite una y otra vez una escena que la marcó, que fue vívida como un trauma, es así como Freud, conecta el sentido del síntoma con la libido, de cómo la paciente le da un sentido a su vivencia anterior. En suma, Freud a partir de estos casos puede inferir que la formacion de los sintomas suplen algo que está obtaculizado. 

En su conferencia XXIII, Freud insiste constantemente en la Traumbildung es decir formación, ya sea referente a la formación en el sueño y en el síntoma, dejando en claro que un síntoma no es un sueño, siendo la represión el impulsor para la formación de un sueño, es también la condición previa para la formacion de un síntoma. Freud indica que los síntomas sirven siempre a la satisfacción sexual, de ahí su diferencia con los sueños. Por lo tanto, Freud define el síntoma como medio de goce, considerando la existencia del vinculo entre el goce y la defensa, es decir, que a partir del síntoma se procura obtener satisfacción y al mismo tiempo se protege de la misma. Esto es lo que Lacan definirá como plus de goce.

Susana Valle (participante del CID-Lima)

Bibliografía:

  • FREUD, S., “Estudios sobre la histeria” en Obras completas Vol. II, Amorrortu, Buenos Aires, 2001.
  • FREUD, S., “El sentido de los síntomas” (Conferencia 17) y “Los caminos de la formación del síntoma” (Conferencia 23) en Obras completas Vol. XVI, Amorrortu, Buenos Aires, 2001.
  • MILLER, J.-A., “Seminario sobre las vías de formación de los síntomas” en Introducción a la clínica lacaniana, ELP-RBA, Barcelona, 2006.
  • MILLER, J.-A., “La enseñanza de Lacan” en Seminarios en Caracas y Bogotá, Paidós, Buenos Aires, 2015.

[1] “Lacan varias veces volvió a empezar, tratando de hacer de esta teoría lo que él mismo llamó un jardín a la francesa, como por ejemplo Versalles: con caminos rectos, con puntos de referencia precisos que son obras de arte, puntos de vista centrales que permiten dominarlo todo…. Una ubicación impecable y una satisfacción para el espíritu, que está en la simetría y en la armonía”. (Miller, p. 32).

[2] “En topología en cambio nos ocupábamos de las propiedades que permanecen invariables aun cuando el triangulo sea deformado por todos sus lados, en este caso ya no se distingue el triangulo isósceles del triangulo equilátero, ni tampoco se distingue de un círculo, por ejemplo. En lacan entonces la topología no es simplemente un tema entre otros. Les propongo considerar que su discurso mismo tiene una estructura topológica”. (Miller, p. 27).

[3] “Los síntomas neuróticos tienen entonces su sentido, como las operaciones fallidas y los sueños, y, al igual que estos, su nexo con la vida de las personas que los exhiben”. (Freud, p. 2290)

LA LIBIDO Y EL SÍNTOMA por Andrea Soto

 El síntoma es rico en sentido y se entrama con el vivenciar del enfermo

– Freud, 2001


A partir de esta frase se podría entender que el síntoma tiene una razón de ser, una explicación, la cual se encuentra vinculada con las experiencias de vida (reales o imaginarias) de la niñez del sujeto que lo presenta. “Los síntomas neuróticos tienen entonces su sentido, como las operaciones fallidas y los sueños, y, al igual que estos, su nexo con la vida de las personas que los exhiben” (Freud, 2001).

El síntoma tiene dos sentidos, uno que lo hace y otro de goce. Es decir, como se ha dicho en el párrafo anterior, es capaz de ser explicado, interpretado, descifrado. Asimismo, no es algo que aparece y desaparece, es permanente y se repite pues encuentra en eso el goce, la satisfacción de un deseo libidinoso inconsciente. A esta búsqueda constante de satisfacción se le conoce como pulsión.

Entonces, para comprenderlo mejor desarrollemos un ejemplo, el sujeto X inicia una nueva relación con el sujeto Y, pero pasados algunos meses sucede algo que empieza a generar angustia en el sujeto X quien desarrolla una respuesta física a la situación (alergia cutánea). En este escenario, la expresión física del malestar del sujeto X sería el síntoma. Sin embargo, el síntoma no viene solo dado que el suceso ocurrido ha conectado con la marca inicial del sujeto X, activando en su inconsciente la experiencia libidinal fijada experimentada en su niñez. Esto ocasiona pulsaciones que buscan satisfacerse para controlar al síntoma, por ejemplo, el sujeto X inicia una demanda de atención, un requerimiento excesivo de muestras de afecto, mensajes, llamadas, entre otros, los cuales demanda una y otra vez.

Es aquí donde entra en relación activa la libido fijada en las vivencias infantiles (no siempre verdaderas). “Juzgamos posible, respecto de cada aspiración sexual separada, que partes de ella queden retrasadas en estadios anteriores del desarrollo, por más que otras puedan haber alcanzado la meta última. Advierten ustedes que nos representamos a cada una de estas aspiraciones como una corriente continuada desde el comienzo de la vida, que descomponemos, en cierta medida artificialmente, en oleadas separadas y sucesivas (…) Pero permítame añadir todavía que una demora así de una aspiración parcial en una etapa anterior debe llamarse fijación (a saber, de la pulsión)” (Freud, 2001). Estas son creadoras de los síntomas y nos sirven para el análisis de los mismos.

Inicialmente, para Freud, la libido era una expresión de la pulsión sexual, la energía que funcionaba como fundamento de las transformaciones de estas pulsiones, pero la transformación de la libido del objeto en narcisismo trajo consigo una inevitable desexualización. Por este motivo, entendemos la libido como aquella energía que se gasta en el síntoma y alimenta las pulsiones repercutiendo en nuestra conducta. El estimulo pulsional (necesidad) no proviene del exterior, sino del interior del propio organismo y solo se cancela con su satisfacción.

La fijación libidinal ha podido surgir por la constitución sexual, que está relacionado al vivenciar previo, histórico del sujeto (lo que estuvo antes de él) y el vivenciar familiar, que se refiere a las experiencias que tuvo durante su desarrollo. “Si a pesar de que la libido está dispuesta a aceptar otro objeto en lugar del denegado (frustrado) la realidad permanece inexorable, aquella se verá finalmente precisada a emprender el camino de la regresión y aspirar a satisfacerse dentro de una de las organizaciones ya superadas o por medio de uno de los objetos que resignó antes. En el camino de la regresión, la libido es cautivada por la fijación que ella ha dejado tras sí en esos lugares de su desarrollo” (Freud, 2001).

Andrea Soto (participante del CID)


Bibliografía

  • BECERRA – FUQUEN, F., “Principios del síntoma:  del desciframiento al goce” en Revista Affectio Societatis 12(22), 105 -112. Medellín, Colombia: Departamento de Psicoanálisis, Universidad de Antioquia, 2015. Recuperado de http://aprendeenlinea.udea.edu.co/revistas/index.php/affectiosocietatis
  • FREUD, S., “El sentido de los síntomas” (Conferencia 17), “Algunas perspectivas sobre el desarrollo y la regresión. Etiología.” (Conferencia 22) y “Los caminos de la formación del síntoma” (Conferencia 23) en Obras completas Vol. XVI, Amorrortu, Buenos Aires, 2001.
  • FREUD, S., “Pulsiones y destinos de la pulsión” en Obras completas Vol. XIV, Amorrortu, Buenos Aires, 2001.
  • ILEYASSOF, R., “El psicoanálisis y la singularidad del modo de goce” en Virtualia #34, 2018.
  • MILLLER, J. – A., “Seminario sobre las vías de la formación de los síntomas” en Introducción a la clínica lacaniana, ELP – RBA, Barcelona, 2006.

LA REPETICIÓN EN EL SÍNTOMA Y SUS IMPLICANCIAS EN LA CONCEPCIÓN DE LA CURA ANALÍTICA por Zaida Avendaño

La construcción del corpus teórico psicoanalítico, en tanto teoría de una praxis, experimentó a lo largo de la obra freudiana sucesivas reformulaciones que respondieron a los fenómenos clínicos, los obstáculos y los límites que Freud encontró en su práctica. En concreto, uno de los fenómenos clínicos que llevó a Freud a introducir nuevos soportes teóricos y reformulaciones en la cura analítica fue la repetición del síntoma en el tratamiento. Así, desarrolló construcciones teóricas tales como: compulsión de repetición, transferencia, resistencia y pulsión de muerte, entre los más importantes. El presente ensayo tiene por objetivo explicar el rasgo esencial del síntoma en la teoría freudiana: su repetición; y precisar las reformulaciones que esta implicó en la dimensión de la cura analítica. Para ello, se enmarcará la repetición del síntoma a la luz de los conceptos antes mencionados, y se explicitarán las implicancias de esta en el desenlace de la cura analítica.

En base a su trabajo con pacientes neuróticos, Freud descubrió que los síntomas tienen un sentido[1] y que, al igual que los sueños y actos fallidos, se pueden interpretar. En esa línea, destacó inicialmente como tarea de análisis descifrar el sentido del síntoma para llegar a la cura: advirtió que, al interpretar y comunicar el sentido del síntoma, este desaparecía. Sin embargo, esa inicial eficiencia interpretativa no se mantuvo por mucho tiempo, ya que, en su práctica clínica, reconoció algo particular del síntoma: la insistencia en su repetición[2].

La repetición del síntoma llamó la atención de Freud como un fenómeno clínico en el tratamiento psicoanalítico en tanto desafiaba los límites de la inicial concepción de la cura. Frente a ello, abordó la repetición y la incluyó en su elaboración teórica como compulsión de repetición. Inicialmente, la ubicó como una manera de recordar lo reprimido y olvidado, que guardaba siempre relación con un fragmento de la vida sexual infantil[3] y que regularmente se escenificaba en el terreno de la trasferencia, es decir, de la relación con el analista (Freud, 1914). En todos los casos el analizado iniciaba la cura con la compulsión a repetir, a revivenciar cierto fragmento de su vida olvidada. A lo que el analista debía cuidar que, a la par, este conserve cierto grado de reflexión en virtud de la cual esa realidad aparente pueda individualizarse cada vez como reflejo de un pasado olvidado. Para Freud, ello garantizaba el posterior éxito terapéutico.

En función a lo mencionado, el nuevo objetivo del tratamiento para Freud residía en esforzar al máximo el recuerdo y admitir la mínima repetición. Al respecto, advirtió que, si se establecía una transferencia positiva, era posible sustituir el repetir por el recordar; mientras que, si se establecía una transferencia negativa, se producían resistencias que comandaban la repetición (Freud, 1914). En ese último escenario, el analizado no solo repetía en vez de recordar, sino que repetía bajo las condiciones de la resistencia: mientras mayor era esta, más era sustituido el recordar por el actuar (repetir).  De ese modo, la resistencia se servía de la transferencia para obstaculizar el análisis: los síntomas se afirmaban en su repetición, produciendo detenciones en la cura y empeoramientos cuando debían producirse mejorías. En dichas reacciones terapéuticas negativas, el papel del yo, a la luz de la segunda tópica, pasó a ser determinante: Freud (1920) advirtió que, si bien lo reprimido insistía como compulsión a la repetición, la resistencia provenía del yo del sujeto. Al respecto, indicó que lo que la compulsión de repetición le genera al yo -en tanto retorno de lo reprimido que intenta abrirse paso a la consciencia- no es algo más que displacer, puesto que saca a la luz operaciones de mociones pulsionales reprimidas. Tal displacer genera la resistencia expresada en la sustitución del recordar por la compulsión a repetir.

En la experiencia del análisis, Freud constató que la compulsión de repetición revivenciaba, mediante el síntoma, satisfacciones que ciertas posiciones infantiles habían procurado antes a la vida del sujeto, lo cual calzaba en lo teorizado respecto al principio de placer que rige los procesos psíquicos. Sin embargo, lo novedoso para él fue que “la compulsión de repetición devolvía también vivencias pasadas que no contenían posibilidad alguna de placer, que en su momento no pudieron ser satisfacciones, ni siquiera de las mociones pulsionales reprimidas desde entonces” (Freud, 1920, p.20). De hecho, los neuróticos repetían en la transferencia todas las ocasiones indeseadas y situaciones afectivas dolorosas, reanimándolas incluso con gran habilidad: repetían, a pesar del displacer; la compulsión forzaba a ello. En esa línea, Freud ubicó a la compulsión de repetición como “una función del aparato anímico que, sin contradecir al principio de placer, era independiente de él y parecía más originaria que el propósito de ganar placer y evitar displacer” (Freud, 1920, p.31). Así, esta se instauraba más allá del principio de placer, y era más originaria, más elemental, y más pulsional que este.

En función a lo mencionado, Freud entramó lo pulsional y la compulsión de repetición: le atribuyó a esta última un alto grado de carácter pulsional[4]. Esto exigió una nueva definición de las pulsiones que, sin negar la anterior[5] que ya había descrito en su teoría, pusiera en primer plano una naturaleza conservadora no bien reconocida hasta ese momento en las pulsiones: las pulsiones no rigen sólo la vida anímica, sino también la vegetativa, y estas pulsiones orgánicas se revelan como unos afanes por reproducir un estado anterior (Freud, 1933). Agregó que “en el momento mismo en que uno de esos estados, ya alcanzado, sufre una perturbación, nace una pulsión a recrearlo y produce fenómenos que podemos designar como compulsión de repetición.” (Freud, 1933, p. 98). En ese sentido, afirmaba que la repetición en el síntoma respondía a la naturaleza conservadora de las pulsiones.

Ahora bien, poner en primer plano la naturaleza conservadora de las pulsiones, llevó a Freud (1930) a distinguir dos tipos de pulsiones, cuya acción eficaz conjugada y contrapuesta permitía explicar los fenómenos de la vida. Las pulsiones de muerte persiguen la meta de conducir al ser vivo hasta la muerte. Mientras que, el otro grupo de pulsiones, las pulsiones de vida -tanto las sexuales como las de autoconservación- tendrían como propósito “configurar a partir de la sustancia viva unidades cada vez mayores, para obtener así la perduración de la vida y conducirla a desarrollos cada vez más altos” (Freud, 1920, p. 253). En función a ello, si la compulsión de repetición y lo pulsional se entraman en íntima naturaleza, en tanto su “naturaleza conservadora”, la pulsión de muerte sería la que más se afirma en su carácter de pulsión, de fuerza irreprimible y, por tanto, es la que más se relaciona al carácter compulsivo. La pulsión de muerte se expresa como un más allá del principio del placer que encuentra en el empeoramiento y/o en la repetición del síntoma el vehículo para manifestarse como reacción terapéutica negativa, como resistencia.

            En lo sucesivo, Freud amplió el entendimiento de las resistencias en la cura y de la insistencia del síntoma al explicar la lucha del yo contra las mociones pulsionales que incitaban la formación de síntomas. Indicó que “los síntomas son indicio y sustituto de una satisfacción pulsional interceptada, son resultado del proceso represivo” (Freud, 1916 – 1917, p. 326). Es decir, un síntoma se engendra a partir de una moción pulsional afectada por la represión del yo; sin embargo, a pesar de ella, la moción pulsional encuentra su satisfacción en cierto sustituto: uno harto mutilado, desplazado e inhibido, por supuesto. Freud (1926) indica que cuando ese sustituto llega a consumarse, no se produce ninguna situación de placer al yo; en cambio, tal consumación cobra el carácter de compulsión de repetición: el síntoma se forma, se repite y causa displacer.

Es así como la lucha inicial contra la moción pulsional encuentra su continuación en la lucha contra el síntoma; sin embargo, en tanto el síntoma ya se ha formado y no puede ser eliminado, el yo ve necesario avenirse a esa situación y sacarle la máxima ventaja. Freud (1926) indica que el yo – por sus características de tendencia a la reconciliación, ligazón, unificación y compulsión a la síntesis – intenta cancelar la ajenidad y el aislamiento del síntoma y trata de ligarlo e incorporarlo a su organización mediante tales lazos. De esa forma, se adapta al fragmento del mundo interior, representado por el síntoma, tal como suele adaptarse al mundo exterior objetivo, real. En síntesis, “el síntoma se fusiona cada vez más con el yo, se vuelve cada vez más indispensable para este” (Freud, 1926, p.95).

Freud (1926) advirtió que, tras ese proceso, se evidencia algo que llamó ganancia (secundaria) de la enfermedad[6]: el yo obtiene en el síntoma, una satisfacción narcisista de la que estaba privado. Dicha satisfacción viene en auxilio del afán del yo por incorporarse el síntoma y refuerza la fijación de este último. En ese sentido, se explicaban las resistencias generadas cuando se intentaba prestar asistencia analítica al yo en su lucha contra el síntoma. Estas, sin duda, evidenciaban las ligazones de reconciliación entre el yo y el síntoma. De esa forma, el síntoma se afirmaba en su repetición.

A modo de síntesis, Freud (1939) ubicó al síntoma en su obra como un fenómeno neurótico de naturaleza compulsiva que, a raíz de una gran intensidad psíquica, mostraba una amplia independencia respecto de la organización de los otros procesos anímicos adaptados a los reclamos del mundo exterior real y obedientes a las leyes del pensar lógico. Así, la repetición – compulsión de repetición – en el síntoma se instaura más allá del principio de placer en tanto refleja el carácter conservador de las pulsiones que impulsan su formación. De igual forma, la repetición en el síntoma encuentra su expresión más siniestra en la de pulsión de muerte que obstaculiza la cura como resistencia, siendo explicada esta última por la fusión del síntoma – sustituto de la satisfacción pulsional – con el yo.

En función a todo lo mencionado, Freud analizó las implicancias de la insistencia en la repetición del síntoma en el curso final del tratamiento. Al respecto, ubicó dos condiciones para el fin del análisis: la primera, en relación con el síntoma y el fin del padecimiento que trae aparejado: “que el paciente ya no padezca a causa de sus síntomas y haya superado sus angustias, así como sus inhibiciones” (Freud, 1937, p. 222). La segunda, en relación con el fin de la repetición: “que el analista juzgue haber hecho consciente en el enfermo tanto de lo reprimido, esclarecido tanto de lo incomprensible, eliminado tanto de la resistencia interior, que ya no quepa temer que se repitan los procesos patológicos en cuestión” (Freud, 1937, p. 222).

Freud advirtió que ambas condiciones, relacionadas al síntoma y su repetición, implicaban una satisfacción en juego: la satisfacción de la pulsión. En ese sentido, destacó la intensidad de las pulsiones como un obstáculo para la cura y el fin del análisis: el factor cuantitativo de la intensidad pulsional pone un límite en la eficacia de la experiencia analítica, ya que la pulsión es ineliminable, constitucional (Freud, 1937). Advirtió Freud que la pulsión solo puede ser domeñada, es decir, admitida en su totalidad dentro de la armonía del yo, para ser asequible a toda clase de influjos por las otras aspiraciones que hay en el interior de este, y ya no seguir más su camino propio hacia la satisfacción. Sin embargo, destacó que en el análisis el domeñamiento pulsional implica un punto de fracaso: no es sin restos; en ese sentido, el resto pulsional se presenta también como obstáculo a la curación. En conclusión, la pulsión, que se satisface en el proceso de formación y repetición del síntoma, hace de límite a la experiencia analítica.

De esta manera se intentó hacer un recorrido de la obra Freudiana que explique la repetición en el síntoma. Al respecto, se evidenció la importancia de realizar ese recorrido por los conceptos de compulsión de repetición, transferencia, resistencia y pulsión de muerte. De igual forma, se evidenciaron los cambios en la teoría, y la consecuente implicancia en la práctica analítica a raíz de los cuestionamientos que la repetición del síntoma ofrecía.

Zaida Avendaño (Participante del CID-Lima)

Referencias Bibliográficas

Freud, Sigmund (1893/1895). “Estudios sobre la histeria”, en Obras completas (Vol. 3), Buenos Aires, Argentina, Amorrortu, 2001.

Freud, Sigmund (1905). “Tres ensayos de una teoría sexual”, en Obras completas (Vol. 7), Buenos Aires, Argentina, Amorrortu, 2001.

Freud, Sigmund (1914). “Recordar, repetir y reelaborar”, en Obras completas (Vol. 12), Buenos Aires, Argentina, Amorrortu, 2001.

Freud, Sigmund (1915). “Pulsiones y destinos de Pulsión”, en Obras completas (Vol. 14), Buenos Aires, Argentina, Amorrortu, 2001.

Freud, Sigmund (1916-1917). “El sentido de los síntomas (Conferencia 17)” y “Los caminos de la formación del síntoma (Conferencia 23)”, “El estado neurótico común (Conferencia 24)” en Obras completas (Vol. 16), Buenos Aires, Argentina, Amorrortu, 2001.

Freud, Sigmund (1920). “Más allá del principio del placer”, en Obras completas (Vol. 18), Buenos Aires, Argentina, Amorrortu, 2001.

Freud, Sigmund (1923). “El yo y el ello”, en Obras completas (Vol. 19), Buenos Aires, Argentina, Amorrortu, 2001.

Freud, Sigmund (1926). “Inhibición, síntoma y angustia”, en Obras completas (Vol. 20), Buenos Aires, Argentina, Amorrortu, 2001.

Freud, Sigmund (1937). “Análisis terminable e interminable”, en Obras completas (Vol. 23), Buenos Aires, Argentina, Amorrortu, 2001.


[1] El sentido de los síntomas fue ampliamente desarrollado por Freud a la luz de la primera tópica en obras como Estudios sobre la histeria (1893/1895), y específicamente en la 17º de las Conferencias de introducción al psicoanálisis (1916-1917).

[2] La insistencia en la repetición del síntoma, y la expresión de otros fenómenos neuróticos que no encontraban su inscripción en lo formulado en la primera tópica, marcó un segundo momento en la obra de Freud: lo llevó a ampliar su teoría conduciendo a la formulación de la segunda tópica.

[3] Freud desarrolla ampliamente lo referente este tema en Tres ensayos de teoría sexual (1905).

[4] Freud desarrolla esta particularidad en Más allá del principio de placer (1920) y también en Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis (1933).

[5] Véase Pulsiones y destinos de pulsión (Freud, 1915).

[6] Freud desarrolla ampliamente este tema en la 24º de las Conferencias de introducción al psicoanálisis (1916-1917).