30 de junio de 2025

LA ILUSIÓN DE ATACAR LA VULVA DESLUMBRANTE; Por Leonardo Barbuy

 

  
 Mujeres del periodo Edo, dinastía que va hasta el momento en que Kunisada hace su grabado.


Les tableau

Utagawa Kunisada, en 1827, ilustra la llegada de Beanman y Beanwoman1 a la cima de un peculiar monte. Beanman parece remangarse y prepara su katana mientras Beanwoman cuebre su boca. Ambos se dirigen con clara determinación hacia una gran vulva de la cual emanan rayos de una potente luz -una vulva que pictóricamente “da a luz”-. La tarea de Beanman (acompañado por Beanwoman), como parte de una travesía asesina, es la de atacar y “domar” a la inmensa vulva.

En el relato Battle of the Sexes, de Jujitei Sanku, Beanman finalmente logra, a punta de espada, someter al “monstruo-vagina”; sin embargo, nuestro interés se concentrará en el momento climático del relato, elegido por Kunisada, la intención del ataque a la vulva refulgente: Beanman and Beanwoman attack on the vagina. Ilustración que hace parte de la serie New Tales of the Welling Waters (Sentõ shinwa).

Algunos años después, en 1866, por encargo del diplomático turco-egipcio Khalil Bey, el pintor francés Gustave Courbet realiza una obra para ser incluida en su gran colección privada del diplomático, dedicada al cuerpo femenino: L’Origine du monde.

Courbet, al parecer, solicita a Joanna Hiffernan, conocida como “Jo la irlandesa”, amante del pintor americano James McNeill Whistler2 y del mismo Courbet, posar para la pintura; sin embargo, el resultado no se centra en la representación de su identidad particular en términos de retrato. La pintura muestra una mujer desde las piernas hasta la altura del pecho, echada sobre una manta blanca que la cubre por encima de los senos -dejando ver uno de sus pezones- con las piernas abiertas permitiendo el pleno protagonismo de su pubis, poblado de vellos negros, y una pequeña parte del pliegue de sus nalgas que parece unirse al pliegue púbico. Los colores de la piel son rosáceos, el cuerpo parece nutrido, saludable, sin manchas o cicatrices.

En 2022, la feria ARTCO Madrid (una de las ferias internacionales de arte contemporáneo más importantes de España) expone la pieza Cerrar para abrir de la artista peruana Wynnie Mynerva, que consta de una pintura de grandes dimensiones acompañada de una video-instalación que muestra la inusual operación de reasignación de sexo a la que se somete la artista en la que se cierra tres cuartas partes de su abertura vaginal.

La compleja pintura, un autorretrato de colores fuertes entre rosas, rojos y negros, principalmente, muestra una serie diversa de figuras imbricadas entre sí, que por sectores parecieran entrelazarse incluso, unas dar forma a las otras, sin diferenciar límites específicos. Entre las diversas figuras, se pueden distinguir desde peluches, pistolas, ramas sin hojas, un cuchillo, una gata que sangra y otra negra sin rostro, unos corazones, entre muchos otros detalles; pero, sin lugar a dudas, es la representación del cuerpo de la artista lo que cobra centralidad y concentra toda emergencia pictórica, con las piernas abiertas mientras su vagina está siendo cosida por una gran aguja sujetada por una mano marrón sin cuerpo definido.

La pieza, como comentábamos líneas antes, se constituye a su vez por una video-instalación compuesta de segmentos pictóricos, dispuestos en una habitación amarilla, como extraídos de la gran pintura, fragmentos de figuras de su propio cuerpo, como un útero, una mano o unos órganos soportados por botas altas, entre otras. Y, en medio de estos “fragmentos”, una pantalla en la que se muestra de forma detallada el núcleo gravitacional de todo el trabajo: la intervención quirúrgica en la que la abertura de su propia vagina es cosida y cerrada tres cuartas partes de su longitud. Video que inevitablemente desplaza la mirada a ella misma; ¿y será que, por eso, de ella misma también? Video que atrae la atención, en principio, a su propio cuerpo, ya no como representación extrínseca del cuerpo, sino intrínseca. Lo que, quizá termina poniendo en tensión la fuerza de la extimidad en ámbito semántico que a priori pareciera ser propio de la intimidad.

Status quo ante bellum et bellum

Durante el siglo XIX, concebir las vulvas como seres devoradores, salvajes, incluso dentados o poseídos era parte de un sistema de creencias ampliamente difundido y asimilado en Japón. Relatos escritos, narraciones orales o ilustraciones evidencian un amplio e intrincado tejido de presupuestos profundamente enraizados en una suerte de neo-confucianismo japonés de corte imperial. La mujer y especialmente su sexo se constituía en buena medida como un acantilado insondable en el que los hombres podían caer, víctimas de su propia debilidad, incapaces de control y dominio. Los “hijos fuertes” del imperio (Molina Barea, 2019) se debían al lema ryosai kenbo (“buena esposa, madre sabia”), que era propio de la premisa kokutai ron (“cuerpo nación”) en un acto colonizador y patriarcal del cuerpo femenino como acto de lealtad al imperio.

Cuerpos al servicio de un status quo ante bellum designado fervientemente a someterlos, domarlos, poseerlos. Una posesión fundamentada en un irremediable pavor del hombre ante el vacío insondable del sexo de una mujer. Una posesión que da cuenta de una posición que, al parecer, históricamente la neurastenia del hombre, como se denominaba a una idea de desequilibrio masculino en el Japón psicoanalítico post-freudiano de inicios del siglo XX (Molina Barea, 2019), forzó a depositar toda responsabilidad en la patologización atribuida en la invención de la histeria femenina.

Pero, en este mecanismo estratégico de conquista, colonización, se esconde una paradoja fundamental: ¿cómo puede domarse y poseerse lo que no hay?

En el triunfo de Beanman hay una pérdida, un fracaso irremediable. No hay trofeo, no hay cabeza de enemigo que llevar al emperador, no hay desmembramiento. ¿Cómo cortar un agujero?, ¿cómo atar un vacío?, ¿cómo vencer un abismo? Toda operación de victoria se resume en una miserable ficción de control inabarcable. Hay que inventar algo que pueda colocarse en el lugar del vacío y así justificar la conquista de un algo y no de nada. Pero aquí, luego de conseguir falsamente el objetivo, lo que queda es un fracaso. Es así que la doma solo puede fingir consumarse en la clausura de lo visible.

Una suerte de ceguera ante el abismo como respuesta: quizá si no se ve, no amenaza. De ahí que tal vez una lectura posible e interesante se encuentre en interpretar en Kunisada el intento por representar el poder de la vagina-monstruo en su luz deslumbrante, dándole materia a ese vacío. Al atacarla, entonces, lo que se ataca es la luz y no es posible ver sin luz. Hay que quitar la posibilidad de la mirada al vacío inabarcable. Lo que se doma, entonces en realidad, es la mirada masculina en la ilusión del dominio de la mujer. En este sentido, la obra de Courbet se posiciona de una forma distinta y es ahí donde radica su potencia en relación a la mirada y lo visible. Courbet asume la posición que se dispone ante lo insondable y el ataque ya no es a la vagina refulgente, sino a la mirada misma. Es decir, Courbet busca la posibilidad de la luz, mirar el último lugar de lo visible, mirar L'Origine du monde. Las piernas se abren para mostrar un punto en el que la mirada anuncia el límite de lo visible, tras el cual no hay a dónde llegar. Entonces, solo es posible volver. Como diría Miguel Ángel Hernández, para el sujeto mirar será recibir en el rostro todo el peso de lo visible (Hernández, 2021). Un situarse en la función-cuadro que anuncia el límite de la representación en ese acto en el que la mirada es mirada por la mirada del otro como límite de lo visible. No es menor, en este caso, tener en cuenta que en distintas ocasiones la obra de Courbet fuera censurada en diferentes ámbitos y plataformas. L'Origine du monde fue parte de dos colecciones privadas, la de Khalil Bey, destinada -bajo mi lectura- al misterio de lo que es una mujer y la de Jacques Lacan (quizá, me inclinaría a pensar, destinada al misterio de lo que no es una mujer). Colecciones privadas; ¿privadas de qué?, en principio privadas de mirada pública. Para pasar luego a ser exhibida en el museo de Orsay, en Paris.

Con una diferencia de cerca de doscientos años, la obra de Wynnie Mynerva se dispone en lo que Hernández desarrolla como una de las posiciones del arte contemporáneo: la bulimia. Hernández sostiene que cierto arte contemporáneo [...] intenta vaciar esa pantalla [lugar de la obra], adelgazarla, por medio de la utilización de dos estrategias extremas: no ofrecer nada a la visión, sometiéndola casi a la ceguera, u ofrecer demasiado, tanto, que el ojo no pueda soportarlo y tenga que vomitar. O lo que es lo mismo: anorexia y bulimia (Hernandez, 2021).

En Cerrar para abrir, Wynnie Mynerva muestra el proceso de cierre de lo invisible. Como cuenta ella en una entrevista realizada el artista peruano Miguel López, a raíz de la exposición de su obra en la Galería Ginsberg de San Isidro en el año 2021, fue solo cuando durante una circunstancia en la que caminando por la calle un hombre la aborda y toca su vagina que ella piensa, por primera vez: soy mujer por tener una vagina. Y a partir de ello, Mynerva reflexiona sobre una noción que nos aproxima estrechamente a la obra de Kunisada: el lugar en la sociedad del hombre como atacante y la mujer como atacada. Una clara descripción nada casual de una suerte de Beanman contemporáneo y plural que en su incapacidad de asir aquello que es una mujer, la ataca buscando cierto dominio en el acto traumático.

L'isteria non sa che è una donna3

En la histeria, buscando de alguna forma atrapar aquello que es ser mujer -que no se sabe qué es-, parece vislumbrarse una operación que lo abarca todo, que lo consuma todo en el deseo como la manifestación más fuerte de la falta (Recalcati, 2022). Una consumación imposible, una suerte de entrampamiento en el ejercicio permanente en el intento de atrapar lo inatrapable. Un ejercicio que sufre. Y sufre en el cuerpo como síntoma. Como diría Recalcati, l’isteria parla attraverso il corpo4.

Ese deseo, en el que el ser mismo de la posición histérica busca hallarse insistentemente, jamás se satisface. Lo que interesa profundamente a la posición histérica, a toda costa, es hallar qué es eso que hace que una mujer sea una mujer. Y como no es posible encontrar eso directamente en sí o en una mujer, se lo busca en quienes gravitan alrededor de una. Se lo busca en sus miradas, en sus acciones, en sus palabras. Pero no es suficiente. No hay satisfacción y el goce se suspende indefinidamente.

Es así que la ruta de ese deseo utópico siendo insostenible como solución, propia y característica de la posición histérica, presupone algo. No puede tolerarse esa suerte de espejismo constante. Hay que atribuir algo, hay que intentar poder gestar una imagen. Hay que buscar encontrar lo que sí podría ocupar un lugar ante tanta oquedad insostenible. La posición histérica consuma su bucle -en el que se entrampa-, en la presuposición contundente de lo que se encuentra en el deseo por una mujer. Algo de qué cogerse, que señale al menos eso que la mujer supuestamente tiene y que genera una gravitación del deseo a su alrededor.

En casos estudiados por Freud podemos ver esta dimensión de la posición de forma clara, este aspecto que hace del bucle histérico una trampa -digamos- inescapable. La voluptuosidad potencial de la amiga si comiera salmón en la Bella carnicera. El cuerpo deliciosamente blanco de la Señora K. descrito por Dora. Pero, lo curioso, es que lo que hace de la flaca amiga o la Señora K. mujeres que concentran el misterio de ser mujer no se busca en ellas, se busca en aquellos hombres que las desean. Es así que la respuesta parece encapsularse en el deseo de esos hombres, en la dirección de su mirada. Lo que hace que esa mirada gravite hacia ellas.

Por su parte, Jacques Lacan, en Palabras sobre la histeria (1977), se pregunta qué es lo que reemplaza los síntomas histéricos, postulados por Freud, en otros tiempos y si la histeria se ha desplazado en el campo social.

Y es aquí que encontramos algo en este giro de tuerca propuesto por Lacan que nos permite enlazar nuestro discurso y nos permite -tras comprender la naturaleza de la histeria- ya no circunscribir únicamente al sujeto la posición histérica, sino que nos habilita pensarla desplazada en el campo social. En ese Japón de la buena esposa y madre sabia de Kunisada, en la privacidad de las colecciones o las múltiples censuras de L'Origine du monde de Courbet o en el hombre atacante contemporáneo que toca la vagina de Mynerva en plena calle. Una posición histérica en el campo social que necesita presuponer algo sobre ese deseo indescifrable que gravita, como una galaxia, hacia su centro que no es otra cosa que un agujero negro. Una posición histérica desplazada en el campo de lo social que busca imaginar algo -casi desesperadamente- frente al horror del vacío ontológico de la mujer y ante la imposibilidad de la mirada que ese vacío supone.

Attack on the vagina

La palabra histeria proviene del griego hystera, que significa útero. Ya Hipócrates, a quien se le nombra generalmente como el padre de la medicina (me pregunto, quién la dio a luz), propuso, hace dos mil trescientos años aproximadamente, algo que él denominó el mal de útero: una afección propia de las mujeres que las llevaba a estados alterados, desequilibrados. Su solución: el embarazo. Digamos, hay que llenar el útero para erradicar el mal que en su oquedad se alberga.

No parece una mera coincidencia entre lo que se atribuye a la histeria durante el siglo XIX, su desarrollo en el psicoanálisis, su atención particular y estudios posteriores durante el siglo XX y XXI, y lo propuesto por Hipócrates, lo caracterizado en la época victoriana o el ryosai kenbo imperial japonés. Contrariamente, podría hipotetizarse la existencia de una histeria histórica (o una historia histérica, también).

En Beanman and Beanwoman attack on the vagina atendemos al momento previo de la victoria de Beanman, según el relato. Una victoria para vencer el horror de lo que no hay. La obra de Kunisada, así, hace parte de esta idea uterina, del mal de útero, del mal de hystera hipocrático, de esa otra histeria histórica.

Courbet, en L’Origine du monde, muestra un pliegue hacia el infinito, delimita lo real y nos sitúa en el borde del acantilado. Y sobrevivimos. La histeria, desplazada hacia el campo social (como posibilitaba Lacan con su pregunta), se ve confrontada en la obra de Courbet. Ya el ataque no es el de Beanman acompañado por Beanwoman. El ataque mismo es la obra. La obra tuerce la mirada y la doma se confronta, se revierte. Lo que se doma es la mirada de esa histeria del campo social ante la obra expuesta.

Como diría Wynnie Mynerva en una entrevista realizada a propósito de la inauguración de su obra en ARTCO 2021: soy parte de una estructura más grande; mi carne está construida para los otros [...] y es por eso que hago lo que hago con mis obras [quizá] para hacer la vida un poco más vivible. Cerrar para abrir. Pero no cerrar todo. No es la clausura absoluta. Un cuarto de su vagina aún bastará como abertura suficiente para lo inasible. Una ventana hacia el centro de la galaxia. ¿Pero qué se abre al cerrar?

En Mynerva, el poner el cuerpo no es meramente una consecuencia inadvertida a una consciencia de la posición histérica en el campo social. No solo le cierra su vagina al atacante. Le deja también un agujero de lo imposible. Un agujero que, además, fisiológicamente le permite no morir. Es un acto en el que se cierra una vagina para abrir la vida de alguna forma, hacerla más vivible, domando algo en el vórtice de lo inasible. En ese hueco que quedó de mi identidad… lo abordo desde el arte, ¿no? (Wynnie Mynerva, 2021). En la frase, ella parece abordar el hueco mismo, posibilidad que solo el arte permite.

Aunque el arte, para Lacan, es un agujero en lo Simbólico, la función del arte tradicional ha sido, desde un principio, tapar de algún modo ese agujero. [...] La creación del lugar del arte mediante la afirmación de su vacío, a través de un proceso de vaciamiento y puesta en relieve del señuelo, ha sido, a pesar de las infinitas variaciones y aportaciones singulares, la verdadera tarea del arte contemporáneo. (Hernández, 2021).

Obras de arte como L’Origine du monde, desde un lugar y Cerrar para abrir, desde otro, se posicionan en relación a los comportamientos sociales de esa histeria que se agita de formas diversas en la historia, esa historia histérica o esa histeria histórica. O esas histerias, digamos, más precisamente. El arte puede también atacar algo más como proceso de descolonización del cuerpo de la mujer del paradigma ryosai kenbo (buena esposa, madre sabia) bajo el manto de la premisa imperial kokutai ron (cuerpo-nación). Un ataque desde la oquedad indomable que tanto pánico ha generado a los hombres especialmente a lo largo del tiempo.

Pero, aun así la pregunta sigue latiendo, ¿qué hay en esa hystera, en ese hueco uterino? Jugando a dar algún atisbo de respuesta: quizá nuestro pánico radica en saber que venimos de ahí, del lugar de la nada, del vacío que de alguna forma hemos llenado y quizá el pánico al útero podría ser el pánico por la evidencia de nuestra propia oquedad original. La obscuridad al abrirse ciega desde el origen del mundo.

 

Bibliografía

Arpin, D. (2024, julio). No hay relación sexual. Bitácora Lacaniana, (12). Revista de Psicoanálisis de la Nueva Escuela Lacaniana del Campo Freudiano - NEL. (Texto presentado en el cierre del XIV Congreso de la AMP, París, 25 de febrero de 2024).

Courbet, G. (1866). L’origine du monde [Óleo en tela].

Freud, S. (1893-1895). La señorita Anna O. En Obras completas (Vol. 2). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu editores.

Freud, S. (1901-1905). Fragmento de análisis de un caso de histeria. (J. L. Etcheverry, Trad.). En Obras completas (Vol. 7). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu editores.

Hernández, M. Á. (2024). La so(m)bra de lo real (Nueva edición revisada y ampliada). Holobionte Ediciones.

Lacan, J. (1981). Palabras sobre la histeria (Propos sur l’hystérie). Quarto, (2). (Originalmente presentado el 26 de febrero de 1977 en Bruselas).

López, M. (2021). Pasajes "Closing to Open". "Cerrar para abrir" de Wynnie Mynerva y Miguel López - Ginsberg Galería [Entrevista]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=CLxrAti0tYk

Molina Barea, M. del C. (2019). El imaginario estético de la histeria en la cultura japonesa. Aisthesis, 66, 155-185. Instituto de Estética - Pontificia Universidad Católica de Chile.

Mynerva, W. (2021). Cerrar para abrir [Pintura, video-instalación].

Recalcati, M. (2011). Las tres estéticas de Lacan. Buenos Aires, Argentina: Del Cifrado.

Recalcati, M. (2022, 28 de julio). #16 Massimo Recalcati Podcast | La Nevrosi [Video]. YouTube. Massimo Recalcati Podcast. https://www.youtube.com/watch?v=BSdN0676Hjw

Utagawa, K. (1827). Beanman and Beanwoman attack on the vagina [Ilustración].

 

1. Única referencia obtenida del nombre de los personajes.

2. James McNeil Whistler es particularmente reconocido por su obra Arrangement in Black and White N°1, que curiosamente dista diametralmente de la obra encargada a Courbet. En ella se vea una mujer vieja (la madre del artista) sentada totalmente de perfil, impecable y meticulosamente retratada, vestida de negro y ubicada contra una pared gris de la que cuelga en el extremo izquierdo una cortina con diseños en tonalidades opacas y grisáceas y una pintura que muestra una construcción arquitectónica en tonalidades grises también.

3. [“La histeria no sabe qué es una mujer” (según traducción del autor).] Frase extraída de la conferencia La nevrosi de Massimo Recalcati publicada en 2022 en el canal de YouTube Massimo Recalcati Podcast.

4. [“La histeria habla a través del cuerpo” (según traducción del autor).] Frase extraída de la conferencia La nevrosi de Massimo Recalcati publicada en 2022 en el canal de YouTube Massimo Recalcati Podcast.



                                                               Leonardo Barbuy, participante del CID Lima nivel avanzado