"Deberíamos forjar un nuevo paradigma en el que la anormalidad
esté contemplada",
señaló el francés Eric Laurent.
"Intermission"
de Magritte
Psicoanálisis. En un congreso lacaniano se discutió el papel del cuerpo como territorio de encuentros, conflictos y goces en el mundo real y en el virtual.
Por: Martina Menzio
Un cuerpo puede convertirse en un territorio inefable, peligroso e inconstante. Aunque en estos tiempos, en los que la función paterna está en crisis, poseer el propio no es tarea sencilla y son vastos los ejemplos que dan cuenta de las múltiples formas, muchas signadas por la fascinación a la violencia extrema, por las que intentamos hacernos de uno: “cuerpos que se atiborran de comida de manera compulsiva para sostenerse; que se cortan para sentir o se golpean para no sentir; que se mutilan para desprenderse del falo como significante, otros donde los cosmetizan para recuperar el brillo fálico. Unos donde el tatuaje construye un cuerpo; otros en los que en lugar de un cuerpo se constituye un borde”. Así resuenan las palabras del psicoanalista Patricio Álvarez en la presentación del VI ENAPOL, el Encuentro Americano de Psicoanálisis de la Orientación Lacaniana, recientemente llevado cabo en el Hotel Panamericano bajo un tema de inmensa actualidad, no sólo para el campo psicoanalítico: “Hablar con el cuerpo. La crisis de las normas y la agitación de lo real”. Denominación inquietante que hace referencia a una frase que se desprende del texto La Tercera, de Lacan: lo real, aquella dimensión que escapa a lo simbólico, se encabritará (se desbocará) ante los avances de la ciencia y será misión del analista hacerle frente. Y es que en la sociedad contemporánea, signada por la falta de reglas y de un universal organizador “los cuerpos son librados más bien a sí mismos, librados a la ley del goce, ante la pérdida del significante amo que instala sus disciplinas de marcación y educación”, en palabras del reconocido psicoanalista francés Eric Laurent, uno de los fundadores de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP) y uno de los referentes internacionales, además del español Miquel Bassols y el brasileño Sergio Laia, que participaron como disertadores en estas intensas jornadas el 22 y 23 de noviembre pasado.
Hubo conferencias y mesas redondas, con debates e intercambios de
ideas entre los más de 1600 inscriptos (profesionales oriundos de
Brasil, Chile, México, Perú, Ecuador, Venezuela y Bolivia); se
presentaron 300 casos y 14 conversaciones clínicas centradas en
las investigaciones promovidas por las escuelas de Brasil (EBP) y Centroamérica (NEL), y también con la presencia de
colegas chilenos y uruguayos. De manera simultanea y distribuidos
en diferentes salones del hotel, los grupos de trabajo, abordaron
con avidez tópicos como “el uso del cuerpo en los autistas”, “el
niño amo”, “la construcción del cuerpo infantil”, “tatuajes”,
“sexualidades”, “cambio de sexo”, “el cuerpo cosmético”,
“mutilaciones”, “cuerpo de mujer”, “histeria”, “trauma”, “tiempo”,
“bulimia y obesidad” o “el cuerpo y la genética”, solo por
recorrer algunos de los temas que conforman el entramado de
nuestros cuerpos presentes y conquistados.
“Habitados -destaca Ricardo Seldes, presidente del ENAPOL- por ese
real incomprensible y que agazapado en el síntoma suele hablar
de manera muy silenciosa, en un escenario en el que pareciera que
la tristeza no es tolerable y en el que cualquier insatisfacción
pretende ser borrada”. En momentos en los que el ‘I like’ de Facebook reduce los goces de cada uno nosotros a uno sólo.
Mesurable, detectable, predecible. Conceptos en los que también se
detuvo Laurent, al retomar la polémica que rodeó la publicación de
la quinta edición del DSM (el manual de trastornos mentales de la
Asociación Estadounidense de Psiquiatría), criticado por ser un
compendio excesivamente costoso, rígido y anclado en una lógica
positivista. “A medida que el mundo se globaliza se tiende a
medicalizar toda diferencia, a normalizar a partir de la
medicalización. La homogenización de los diagnósticos explicaría
el consiguiente crecimiento exponencial de ciertas patologías como
la bipolaridad y el autismo. Deberíamos forjar un nuevo paradigma,
en el que la anormalidad esté contemplada, ya que todos somos un
poco excéntricos a toda categoría”. Ante el empecinamiento de
aplastar, amalgamar y corregir las particularidades, el analista
deberá entonces enfrentarnos a nuestra singularidad, incluso a
partir de la lectura del síntoma que hace cuerpo.
“El psicoanalista se instala como un sostén, un lazo capaz de
afirmar al paciente que busca hacer pie en un mundo desarticulado
y de relaciones líquidas”, apunta Alicia Arenas, en tanto Jorge
Forbes, acentúa que “lo real en cada uno no está en el mundo y que
aún ante un horizonte complejo, somos, en nuestra condición de
sujetos, como ya lo decía Lacan, responsables”. La ecuatoriana
Piedad Ortega de Spurrier apuesta a la necesidad de los
especialistas de pensar la inscripción del goce fijado en el
cuerpo; de evocar un nuevo uso del significante más cerca del
vacío: “En el campo del goce existe un trozo indominable para
cualquier empresa de dominio. Las palabras tienen una carga de
goce y la experiencia analítica debería orientarse a que se
produzca una reducción a lo insoluble”.
Fuente: Revista Clarín
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