Boletín de las VIII
Jornadas de la NEL
Eva-Lilith
No. 41
21 de noviembre de 2014
Lo femenino y el
cartel
Ana Viganó
Introducción
Damos inicio a esta Plenaria sobre Lo femenino y el cartel, dando la bienvenida
a las integrantes de la
Comisión de Carteles que en estos días concluye su labor,
comisión que a su vez se ha constituido en cartel en estos 2 años: Mayra de
Hanze, Mercedes Iglesias, Mónica Pelliza aquí presentes, y Claudia Velásquez
que lamentablemente no ha podido venir.
Agradecemos tanto a la
Comisión Científica y organizadora de las Jornadas como al
Comité Ejecutivo de la NEL,
este espacio inaugural para los carteles -como tema de reflexión-, en esta
mesa.
Esta iniciativa que saludamos con alegría tiene su pequeña anécdota de origen,
nacida del intercambio con los responsables de carteles de las distintas
Escuelas, en el último Congreso de la AMP. Una sugerencia de Eric Laurent dada a otros
colegas tuvo una especial resonancia para nosotros y nos dejamos trabajar por
ese efecto. La sugerencia: “Hay que darle una presencia real a los carteles en
las Jornadas de la Escuela”
No se trata solamente, claro está, de que esa presencia real tenga que ver con
nuestra presencia en la realidad de esta sala... aunque ésta sea una buena
consecuencia! ¿De qué se trata esa presencia real del cartel que habría que
propiciar? ¿Y qué relación podríamos proponerle con lo femenino?
1.- Lo femenino y el cartel
La convocatoria a trabajar lo femenino y el cartel -a pesar de haberla
propiciado- nos sumió en un estado de sorpresa. Alguien decía que fue como
“poner un signo de interrogación sobre un vacío.” ¿El cartel y el goce
femenino? ¿El cartel y la posición femenina? Nos llevó un tiempo y muchos
rodeos poder decir algo, confirmando una vez más en acto que el saber requiere
tiempo, y que sus escansiones son necesarias no tanto para obtener una
respuesta última -que no tenemos... por suerte-..., sino para ir mutando el
problema inicial.
Encontramos que hay por un lado, cierto rechazo al saber que se inmiscuye en
toda pretensión de saber. Por otro, hay algo que se resiste a entrar en la
maquinaria de saber. “Rechazo a” y “resistencia de” lo heterogéneo, que habita
el corazón del saber, su agujero. Lo femenino es en Lacan un nombre para este
agujero que, bordeado para cada uno por las marcas de lalengua, es en sí mismo
indecible, pero está habitado por un goce, llamado femenino. Así este goce
femenino es uno de los nombres posibles para cierto real que nos agita.
¿En qué cartel pensamos cuando pretendimos articularlo con lo femenino? No en
cualquiera, aunque cualquiera podría servir a tal efecto. Hablaré aquí del
cartel como dispositivo de Escuela, de formación de los analistas. Llamaré a
esto “los carteles que duran”, tomando como analogía la expresión que solemos
usar últimamente para referirnos a los análisis que implican recorridos
considerables.
Se trata del cartel que dura en las Escuelas -es una perspectiva-. Pero también
del cartel que dura para los practicantes mismos, tomando la noción de puerta
de entrada como un ejercicio que no está solamente al inicio, sino que es el
devenir mismo de la formación para los analistas: entrar, es pasar y hacer
pasar algo cada vez. Este es uno de los resortes y consecuencias que, entiendo,
implica una Escuela del pase.
Los “carteles que duran” dan cuenta de que en la formación hay un punto de fuga
y que esto complicaría pensar en un “final de carteles” como dispositivo. Un
cartel, cada cartel, se termina. Los carteles que duran son un dispositivo de
formación que se sostiene en el tiempo.
2.- Sobre el saber y su agujero
Miller dice que uno de los usos del cartel -no el único sino el que él hace-,
está en relación con el saber: “El cartel no me ha interesado nunca más que con
propósitos de saber” ¿De qué saber se trata? Encontramos al menos 2 modos del
saber que nos interesan.
Tenemos
la vertiente de saber que articula el S1 y el S2, es decir el saber que da
sentido, cuya temporalidad característica es la retroacción. El efecto es el de
encontrar un saber que, aunque no sabido, aparece como ya escrito, y para el
cual el lugar del Otro es fundamental para obtenerlo. Un saber que está y que
hay que alcanzar; un saber que hace carrera. Una gran parte del trabajo en
carteles puede -es esperable, incluso necesario-, situarse en esta perspectiva
que supone un cierto progreso.
Pero, en la propuesta misma sobre el cartel, Lacan objeta esta dimensión: “No
hay que esperar ningún progreso, a no ser el poner a cielo abierto
periódicamente tanto los resultados como las crisis de trabajo.” En el
cartel se tratará de un saber que no progresa sino que se expone, se demuestra,
periódicamente. En todo caso, ése es su modo de progreso.
Esta perspectiva nos orienta hacia esa otra definición de saber que en Lacan es
clave al final de su enseñanza. Un saber “que no pasa por esta aportación de
sentido”; un saber, “como pura iteración del S1”, es decir, una identidad de sí
mismo que se mantiene y constituye el fundamento mismo de la existencia.”
Saber que sería no dialéctico -se trata del S1 solo- pero aún así es
significante dando cuenta de una alteridad misma del orden significante.
¿Puede el cartel dar lugar a alguna elaboración de este tipo de saber, más
propia de un recorrido analítico?
Si pensamos en los carteles que duran en el tiempo podemos -no está
garantizado- hacer del dispositivo una serie cuya seriedad radique en situar el
punto de interrogación que, bajo distintas formas, insiste en los recorridos de
cada uno de los cartelizantes.
¿Qué anima en todo caso esta serie cuándo en términos de formación, los
carteles se proponen abordar el saber de la teoría psicoanalítica y sus puntos
opacos?
Le anima el agujero en el saber alrededor del cual se organiza la Escuela: la pregunta ¿qué
es un analista?, tomada desde cualquiera de sus perspectivas posibles. No hay
El analista es un nombre para el agujero en el saber del psicoanálisis. Es un
nombre entonces, para cierta perspectiva de lo femenino en el psicoanálisis
mismo.
Pero el cartel solo comporta un instrumento de formación si está implicada en
él la disposición singular al tratamiento de esa pregunta situada sobre un
vacío. Si tomamos en serio/en serie esta cuestión, es posible argumentar que
tal disposición singular no puede ser sino sintomática, articulada al modo en
que cada quien responde al no-todo con el que, en los azares de su historia, se
confrontó y se confronta. No es un saber que se descubre, es un saber que se
produce, de ahí la lógica precisa del producto que se espera al final de cada
cartel y de lo que se produce en el transcurso de la experiencia misma. Tomado
en serio/en serie, el cartel es un recurso exquisito para sostener la posición
analizante como deseo de saber sobre aquello que se resiste al saber: el de
cada uno, el de la propia práctica, pero más aun el del psicoanálisis mismo. Y
podríamos decir la serie al revés. No sin cada uno. No sin los otros.
3.- El
más-o-menos-uno (como lo llama Miller)
Si avanzamos en esta lógica, este saber -que no se encuentra sino que se
produce-, requiere de un orden temporal diferente: el de la contingencia. ¿Es
posible introducir la contingencia? Ciertamente no. Es un problema clínico y
también es un problema para el cartel. Sin embargo, es posible estar en
posición de rechazarla. En este punto para el cartel es crucial la función
más-uno. Cito a Miller “El trabajo es suscitado siempre por una llamada, una
llamada de provocadores que va a buscar lo que es latente y que llamando
revela, véase crea.” No el mandato, ni la demanda sino el llamado
con el cual se evoca y provoca un sesgo pulsional en juego en toda pretensión
de saber.
Consideramos esencial -y lo proponemos como un trabajo a seguir-, revisar a la
luz de la última enseñanza de Lacan lo que llamamos la función más-uno.
Heredera en cierta medida -Miller ha destacado cómo su nombre evoca esta
herencia- de la lógica del todo y la excepción, el desafío es producir un
viraje de esta función, un desplazamiento de una lógica a otra en la que “el
más-uno no se añade al cartel más que descompletándolo.” Miller ha llamado a
esto la ascesis del más-uno, aquel que tomando a su cargo la división subjetiva
inserta el efecto de sujeto en el cartel pero ¿para qué? Para obtener que “los
miembros de ese cartel tengan estatuto de S1 (...) que cada miembro del cartel
tenga su propio rasgo, puesto en valor como tal.”
Entre tener un rasgo de trabajo y tener el estatuto de S1 -de ese rasgo puesto
en valor como tal en la
Escuela-, se juega la sutil diferencia entre lo que
distinguimos como el automatón del cartel y su contingencia.
4.- Despegue del cartel
Tomaré para terminar una famosa frase de Lacan que permite otra luz sobre la
cuestión de pasar de una lógica a otra: “Para prevenir el efecto de cola debe
hacerse una permutación, un año, máximo dos.” Se ha trabajado muchísimo
la perspectiva del efecto de grupo y de cómo contrarrestarlo; también sobre la
transferencia en el cartel y la posibilidad de volverla transferencia de
trabajo, cuestiones sin duda importantísimas.
Sin embargo me parece que estamos en condiciones de considerar que la
introducción de esta cierta prescripción normativa puede responder a otra
lógica. Con el tiempo y la permutación no se trata únicamente de evitar el
pegoteo con los otros. Se trata de que el dispositivo del cartel introduzca una
perspectiva de lo real que permita a los cartelizantes ir despegando el S1 del
S2, despejando así la causa que anima su articulación del saber. Despegue que
se orienta así por la lógica no de la falta sino del no-todo, descompletando en
este movimiento tanto al cartelizante como a la Escuela misma.
Son necesarias unas cuantas vueltas de cartel para que esta dimensión Otra
(hétera) se presentifique. Pero aquí estamos y como dije al principio, éste
podría ser un momento inaugural. Como retomaba Miller del poeta: “Sepamos qué
hora es...”
En estas Jornadas en las que lo femenino en la formación de los analistas es
asunto de la Escuela,
decimos que es también asunto del cartel en su hora: La hora de que el cartel
haga de su real, su causa y la heterogeneidad que le habita, una presencia en la Escuela.
No. 41
21 de noviembre de 2014
Lo femenino y el cartel
Ana Viganó
Introducción
Damos inicio a esta Plenaria sobre Lo femenino y el cartel, dando la bienvenida a las integrantes de la Comisión de Carteles que en estos días concluye su labor, comisión que a su vez se ha constituido en cartel en estos 2 años: Mayra de Hanze, Mercedes Iglesias, Mónica Pelliza aquí presentes, y Claudia Velásquez que lamentablemente no ha podido venir.
Damos inicio a esta Plenaria sobre Lo femenino y el cartel, dando la bienvenida a las integrantes de la Comisión de Carteles que en estos días concluye su labor, comisión que a su vez se ha constituido en cartel en estos 2 años: Mayra de Hanze, Mercedes Iglesias, Mónica Pelliza aquí presentes, y Claudia Velásquez que lamentablemente no ha podido venir.
Agradecemos tanto a la
Comisión Científica y organizadora de las Jornadas como al
Comité Ejecutivo de la NEL,
este espacio inaugural para los carteles -como tema de reflexión-, en esta
mesa.
Esta iniciativa que saludamos con alegría tiene su pequeña anécdota de origen, nacida del intercambio con los responsables de carteles de las distintas Escuelas, en el último Congreso de la AMP. Una sugerencia de Eric Laurent dada a otros colegas tuvo una especial resonancia para nosotros y nos dejamos trabajar por ese efecto. La sugerencia: “Hay que darle una presencia real a los carteles en las Jornadas de la Escuela”
No se trata solamente, claro está, de que esa presencia real tenga que ver con nuestra presencia en la realidad de esta sala... aunque ésta sea una buena consecuencia! ¿De qué se trata esa presencia real del cartel que habría que propiciar? ¿Y qué relación podríamos proponerle con lo femenino?
1.- Lo femenino y el cartel
La convocatoria a trabajar lo femenino y el cartel -a pesar de haberla propiciado- nos sumió en un estado de sorpresa. Alguien decía que fue como “poner un signo de interrogación sobre un vacío.” ¿El cartel y el goce femenino? ¿El cartel y la posición femenina? Nos llevó un tiempo y muchos rodeos poder decir algo, confirmando una vez más en acto que el saber requiere tiempo, y que sus escansiones son necesarias no tanto para obtener una respuesta última -que no tenemos... por suerte-..., sino para ir mutando el problema inicial.
Encontramos que hay por un lado, cierto rechazo al saber que se inmiscuye en toda pretensión de saber. Por otro, hay algo que se resiste a entrar en la maquinaria de saber. “Rechazo a” y “resistencia de” lo heterogéneo, que habita el corazón del saber, su agujero. Lo femenino es en Lacan un nombre para este agujero que, bordeado para cada uno por las marcas de lalengua, es en sí mismo indecible, pero está habitado por un goce, llamado femenino. Así este goce femenino es uno de los nombres posibles para cierto real que nos agita.
¿En qué cartel pensamos cuando pretendimos articularlo con lo femenino? No en cualquiera, aunque cualquiera podría servir a tal efecto. Hablaré aquí del cartel como dispositivo de Escuela, de formación de los analistas. Llamaré a esto “los carteles que duran”, tomando como analogía la expresión que solemos usar últimamente para referirnos a los análisis que implican recorridos considerables.
Se trata del cartel que dura en las Escuelas -es una perspectiva-. Pero también del cartel que dura para los practicantes mismos, tomando la noción de puerta de entrada como un ejercicio que no está solamente al inicio, sino que es el devenir mismo de la formación para los analistas: entrar, es pasar y hacer pasar algo cada vez. Este es uno de los resortes y consecuencias que, entiendo, implica una Escuela del pase.
Los “carteles que duran” dan cuenta de que en la formación hay un punto de fuga y que esto complicaría pensar en un “final de carteles” como dispositivo. Un cartel, cada cartel, se termina. Los carteles que duran son un dispositivo de formación que se sostiene en el tiempo.
2.- Sobre el saber y su agujero
Miller dice que uno de los usos del cartel -no el único sino el que él hace-, está en relación con el saber: “El cartel no me ha interesado nunca más que con propósitos de saber” ¿De qué saber se trata? Encontramos al menos 2 modos del saber que nos interesan.
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