El
analista y su práctica
São Paulo - 3 de septiembre de 2015
René Magritte. L`art de la conversation |
Letras
en línea
Boletín
Nº 10
Contamos
ahora con la generosa contribución de Luís Tudanca quien al leer nuestro
boletín, consideró oportuno ofrecernos el tercer capítulo de su libro De
lo político a lo impolítico. Una lectura del síntoma social,* en el que plantea
las diferencias entre debate, discusión y conversación, como medios o
formas distintas de intercambiar ideas. Extraemos una parte del capítulo para
presentarlo a continuación y más abajo encontrarán el enlace que llevará al
capítulo completo a los interesados en continuar la lectura por los diversos
usos de estos medios. No hay garantías y corre a cuenta del lector ―indica Tudanca―
la elección de cada una de estas formas de intercambio según la ocasión que se
presente.
En el extracto “La conversación permanente” leemos el
recorrido que hace Tudanca por distintos autores que abordan el tema de la
conversación, sus dificultades y sus consecuencias. El autor se pregunta: ¿cómo
conversar? La conversación se sostiene en el malentendido como tal (y no se
busca anularlo), lo que permite mantener un cierto grado de apertura en el
saber. Hace falta el deseo para conversar y sostener la conversación. También
el reconocimiento de la ignorancia, la tolerancia y cierto pudor. Solo así se
puede sostener una posición ética que da cuenta de un bien decir.
De
esta manera, y con broche de oro, finalizamos la sección que iniciamos hace 10
números dedicada a la conversación. En el siguiente boletín comenzaremos a
pensar en torno a la práctica analítica y contaremos con nuevos comentarios
esclarecedores sobre los problemas que se presentan en la práctica.
Volvemos
a incluir la ficha de inscripción para los que todavía no la han enviado.
Recuerden que solo así podrán recibir con anticipación los casos de la Conversación.
María Hortensia Cárdenas
___________________
*
Tudanca, Luís, De
lo político a lo impolítico. Una lectura del síntoma social, Grama, Buenos Aires, 2006.
La conversación permanente
Luís Tudanca
Se
conversa con un texto, con quien lo escribió, con quien habla de ese texto, en
tanto obligan, interrogan, agujerean el saber de uno.
Si el
otro se hace otros, se pluraliza, no desaparece la conversación, incluso puede
enriquecerse si logra sedimentar argumentos que mantengan cierto grado de
apertura en el saber.
La
conversación en tanto múltiple, heterogénea como aquello contrario a la
voluntad de lo homogéneo, tendencia del grupo como tal, se sostiene
en el malentendido sin pretensión de anularlo como tal.
La
conversación se hace permanente si cada uno que participa en ella logra
respetar, lo voy a decir así, algo de su etimología, que indica que dar
conversación o sacar conversación implica un deseo de sostenerla.
Aún
cuando se dice dejar caer una cosa en la conversación, decirla afectando
aparentemente descuido, como quien no quiere la cosa, eso muestra que se
introduce un tema de una manera sigilosa, con cierto pudor hacia el semejante.
Para
conversar hay que querer conversar.
La
conversación se sostiene en “recorridos topológicos que no quedan sin
consecuencias” en tanto es esperable que “cada recorrido deje una marca en lo
real que permita otros recorridos”. [1]
Sin
esto no habría comunidad de trabajo, es decir lazo social, cualquiera sea.
J.-A.
Miller nos enseña que la invitación que Lacan realiza a propósito del nombre
del padre, servirse de…, es susceptible de una generalización por lo tanto: no
es lo mismo creer en el consenso o en el disenso que servirse indistintamente
de ambos según la ocasión.
Pero,
aún, ¿cómo conversar?
Theodor
Adorno decía que “sólo el pensamiento que se hace violencia a sí mismo es lo
suficiente duro para quebrar los mitos”. [2]
La
lucha contra la estupidez parcial que se encarna en cada uno, nuestra debilidad
mental, necesita cierto despertar del otro.
He
allí una manera. Encuentro otra en Lévi-Strauss cuando propone ser tolerante
definiendo la tolerancia como una “actitud dinámica que consiste en prever,
comprender y promover aquello que quiere ser” [3] preocupándose
por aclarar que no se trata de una actitud contemplativa.
Quizás
a la manera de Montaigne, escritor y moralista francés de siglo XVI por quien
nos podemos dejar guiar en la manera de plantear una conversación, desde una
posición que dista bastante de estar sostenida en una preocupación por el
consenso o el disenso.
La
base de la cual parte es que “estamos formados de retazos y somos de contextura
tan informe y diversa, que en cada momento cada pieza juega a su modo, habiendo
tanta diferencia de nosotros a nosotros mismos como de nosotros al
prójimo”. [4]
Montaigne
era alguien que quería limitar más que extender la opinión sobre los demás.
Afirmaba: “el reconocimiento de la ignorancia me parece uno de los mejores y
más seguros testimonios del buen juicio”. [5]
Para
él la virtud rehúsa la compañía de la facilidad y presupone contrastes y
dificultades y necesidad de que no pueda ejercerse sin contraposición. Y es una
virtud la ignorancia que se conoce, se juzga, y se condena, ya que no es entera
ignorancia porque para ello es menester que se ignore a sí misma.
Por
ello prefería que lo contradijeran para generar conversación, aprovechando las
ideas y las razones de las que se impregnaba. Bregaba por la diversidad como la
más universal cualidad de todo. Decía de su propia obra que era “un registro de
diversos y veleidosos accidentes y de imágenes indecisas”. [6]
Proponía
como torpe querer paliar los males atacándolos de frente y da más resultado
hacerlos indirectamente declinar y disiparse.
Se
privaba de aceptar cosas definitivas, aceptaba las opiniones diversas, lo
despertaba la contradicción en los juicios y quería que lo contradijeran para
instruirse.
Es
indudable que Montaigne “odiaba el todo, la infatuación, el decirlo
todo”. [7] En sus ensayos muestra que cualquier afirmación o enunciado van
a ser un poco verdaderos y un poco falsos, reafirmándose en esa paradoja como
productiva.
Tuvo
la idea de lo que Lacan luego llamó poubellication al
afirmar que sus Ensayos eran “los excrementos de un espíritu viejo y, por lo
tanto, ya estreñido, ya descompuesto, e indigesto siempre”. [8]
No
podría dejar de mencionar la manera de Gramsci quien consideraba que había que
hacer un esfuerzo por comprender lo que han querido decir los adversarios y “no
detenerse maliciosamente en los significados superficiales e inmediatos de sus
expresiones”. [9]
Todos
estos pensadores nos muestran una dirección que es la sostenida en un bien
decir. Bien decir que es un decir a medias, un decir no-todo.
Es
ésta una posición ética que lleva a éste bien decir a estar gobernado por el
pudor, “de no querer decirlo todo no solo por una cuestión de cálculo sino por
una cuestión de estructura cuya violación solo lleva a hablar de más sin por
eso decir mejor”. [10]
Si hay
algo que caracteriza al pudor, es que tiene en cuenta al otro.
Conclusión:
leer con pudor pero también intervenir con el máximo del bien decir que las
condiciones permitan cada vez.
[1] Aramburu,
Javier. “Por qué decidir por la
Escuela Una” en El caldero de la Escuela, número 65. Buenos
Aires, Argentina, 1998. Pág. 14.
[2] Adorno,
Theodor. Dialéctica de la ilustración. Ed. Trotta. Madrid, España. 1994
[3] Lévi-Strauss, Claude.
“Raza e historia” en Raza y cultura. Ed. Cátedra. Madrid, España. 1993
[4] Montaigne. Ensayos
2. Ed. Orbis. Buenos Aires, Argentina. 1984
[5] Montaigne. Ensayos 3.
Ed. Orbis. Buenos Aires, Argentina. 1984
[6] Ibíd. 11.
[7] Indart, Juan Carlos.
“Seminario sobre la lógica de la cura”. Clase número 26 del 12/11/1993. Inédito
[8] Ibíd. 10.
[9] Gramsci,
Antonio. La política y el estado moderno. Ed. Planeta Agostini. Barcelona,
España. 1993. Pág. 29 y 30
[10] Brodsky, Graciela. “La
barrera del pudor” en Acerca de la ética del Psicoanálisis. Ed. Manantial.
Buenos Aires, Argentina. 1990. Pág. 48.
Ficha de inscripción
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Miembro
o asociado..................................................
Está
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Costo
- Si solo se inscribe en la I Conversación Clínica: USD 30.00
- I Conversación Clínica y Seminario
de Formación del INES: USD 40.00
El pago se puede realizar en la Sede con el tesorero
correspondiente o el 2 de septiembre en São Paulo.
Ficha de inscripción en este archivo:
Responsables
del Boletín Letras en línea
María
Hortensia Cárdenas
Ana
Viganó
Boletín Nº 10
En el extracto “La conversación permanente” leemos el recorrido que hace Tudanca por distintos autores que abordan el tema de la conversación, sus dificultades y sus consecuencias. El autor se pregunta: ¿cómo conversar? La conversación se sostiene en el malentendido como tal (y no se busca anularlo), lo que permite mantener un cierto grado de apertura en el saber. Hace falta el deseo para conversar y sostener la conversación. También el reconocimiento de la ignorancia, la tolerancia y cierto pudor. Solo así se puede sostener una posición ética que da cuenta de un bien decir.
* Tudanca, Luís, De lo político a lo impolítico. Una lectura del síntoma social, Grama, Buenos Aires, 2006.
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- Si solo se inscribe en la I Conversación Clínica: USD 30.00
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