I
Conversación Clínica de la
NEL
El
analista y su práctica
El atravesamiento del fantasma toca aquello mediante lo cual comprendemos. Mientras el practicante no haya descubierto cuál es la regla que rige el goce en juego en su relación con su objeto a, estará lidiando con no agregar un sentido, desde la regla no conocida de su decir, al sinsentido de lo real del analizante. En la experiencia analítica, el analizante no deviene analista sin pasar por esa consecuencia lógica del fin de análisis, que es atravesar su fantasma fundamental.
El
analista y su práctica
São Paulo - 3 de septiembre de 2015
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Boletín Nº 12
Termina
junio y faltan solo dos meses para la primera Conversación Clínica de la NEL, el 3 de septiembre en São
Paulo, con la participación de Miquel Bassols. Para los que todavía no se han
inscrito, no dejen de hacerlo con un clic en el enlace de abajo. Solo así
podrán recibir los casos clínicos con anticipación y en la Conversación podremos
intercambiar ideas, interrogar lo que queda oscuro, proponer abordajes nuevos,
comparar, arribar a nuevas conclusiones. Pero todo esto solo será posible si
hay practicantes bien orientados.
En este boletín tenemos dos comentarios notables por su calidad y precisión.
Existe
una política del psicoanálisis ‒dice Miller‒ que se orienta por la diferencia
absoluta y por eso afirma que la formación del psicoanalista, son las formaciones del
inconsciente, y en primer lugar el suyo. [1]
Esta política condensa muy bien las dos citas y los comentarios que presentamos
aquí.
El texto del analizante tiene su propia lógica articulada al fantasma, a su
significación y goce. El analista se cuida de no hacer una observación de
comportamiento, aunque a veces tenga la tentación de hacerlo, intentando
comprender el sentido. Se comprende mediante el fantasma, explica María
Cristina Giraldo y precisa que las coordenadas fantasmáticas que rigen la vida
subjetiva son las coordenadas del programa de goce. Lo más importante para el
practicante es poder descubrir, en su propio análisis, la regla que rige su
modo de goce que le permita, en su práctica, saber no agregar sentido al
sinsentido de lo real del analizante.
La autonomía del discurso analítico es el mayor principio de la política del
psicoanálisis. Solo así puede mantener su diferencia absoluta con otros
discursos. En cuatro puntos justos y rigurosos Gustavo Zapata comenta este
principio. Ubica los límites de la experiencia analítica que permiten medir sus
obstáculos, alcances y resultados. Esta es una experiencia radicalmente
singular que no se aviene ni se conforma con otros discursos, poderes o
ideologías. El deseo del analista apunta lo real y a liberar al Otro del
sentido.
María Hortensia
Cárdenas
________________
[1] Miller, J.-A., “Perspectivas de política lacaniana”, Freudiana 55, ELP, Barcelona, 2009.
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En este boletín tenemos dos comentarios notables por su calidad y precisión.
El texto del analizante tiene su propia lógica articulada al fantasma, a su significación y goce. El analista se cuida de no hacer una observación de comportamiento, aunque a veces tenga la tentación de hacerlo, intentando comprender el sentido. Se comprende mediante el fantasma, explica María Cristina Giraldo y precisa que las coordenadas fantasmáticas que rigen la vida subjetiva son las coordenadas del programa de goce. Lo más importante para el practicante es poder descubrir, en su propio análisis, la regla que rige su modo de goce que le permita, en su práctica, saber no agregar sentido al sinsentido de lo real del analizante.
La autonomía del discurso analítico es el mayor principio de la política del psicoanálisis. Solo así puede mantener su diferencia absoluta con otros discursos. En cuatro puntos justos y rigurosos Gustavo Zapata comenta este principio. Ubica los límites de la experiencia analítica que permiten medir sus obstáculos, alcances y resultados. Esta es una experiencia radicalmente singular que no se aviene ni se conforma con otros discursos, poderes o ideologías. El deseo del analista apunta lo real y a liberar al Otro del sentido.
María Hortensia Cárdenas
[1] Miller, J.-A., “Perspectivas de política lacaniana”, Freudiana 55, ELP, Barcelona, 2009.
Comentario de María Cristina Giraldo a la cita:
“El analista, por
supuesto, no hace esto [una observación del comportamiento], aunque a veces
tiene la tentación. El mismo Freud, cuando tenía en tratamiento al famoso
“Hombre de los lobos”, tiene tantos hechos y datos, que casi se ve que está a
punto de convertirse en observador. Es solamente después, y precisamente por
medio de este caso, que Freud ubica la presencia del fantasma: que nunca la
observación del comportamiento dará el sentido del fantasma, que ninguna
recopilación es tan exacta que sea equivalente al fantasma, y que mientras más
y más un sujeto —como ocurre en el caso del Hombre de los lobos—, se acerca a
los datos, hasta hacer desear más y más datos, la misma intensidad de la
vivencia que él pone en algunos hechos señala, más bien, el carácter
fantasmático de esos supuestos recuerdos. A partir de esto, Freud pone en
función el tema del recuerdo encubridor, que significa, precisamente, que
la intensidad misma del recuerdo, en lugar de señalar la exactitud del hecho,
señala que lo más importante no está ahí. Bien, el analista no es un observador
del comportamiento”. [1]
La perspectiva del
desarrollo conduce a un saber referencial que pretende una verdad a ser
verificada por la referencia, con base en correlatos de la realidad: los datos
de la historia y de la observación del comportamiento. La afirmación de Lacan
“La verdad posee estructura de ficción” nos ubica en otra orientación que es la
lógica del texto del analizante, en el cual el axioma del fantasma constituye
una articulación esencial. Si “la significación es el fantasma”, [2] es por su
conexión entre significación y goce, que constituye el amor pasional de cada
uno con la verdad y el sentido. Cuando creemos comprender, lo hacemos mediante
el fantasma. Este es el que fija el sentido; de ahí que Lacan nos advierta: en
la experiencia analítica “cuídense de comprender”, de escuchar al analizante a
través del lente del propio fantasma.
El giro freudiano
se operó al advertir en la intensidad del recuerdo encubridor no un dato, sino
el carácter fantasmático del mismo. Un axioma es una proposición lógica. Freud
lo definía como una frase que se queda congelada para el sujeto en un punto de
fijación de la libido. El axioma opera como regla fantasmática que condiciona
todas las significaciones. Las coordenadas de la vida subjetiva están regladas
en cada uno por su fantasma fundamental; son las coordenadas de su programa de
goce. Miller propone que en el axioma se da la conjunción del Uno y del goce,
por tanto, es el lugar de lo real, es lo que en los síntomas vuelve siempre al
mismo lugar, lo que permanece constante como consistencia lógica, que es la
relación del sujeto con el objeto a.
El atravesamiento del fantasma toca aquello mediante lo cual comprendemos. Mientras el practicante no haya descubierto cuál es la regla que rige el goce en juego en su relación con su objeto a, estará lidiando con no agregar un sentido, desde la regla no conocida de su decir, al sinsentido de lo real del analizante. En la experiencia analítica, el analizante no deviene analista sin pasar por esa consecuencia lógica del fin de análisis, que es atravesar su fantasma fundamental.
[1] Miller, J.-A.,
“Estructura desarrollo e historia”, Seminarios
en Caracas y Bogotá, Paidós, Buenos Aires, 2015, p. 310.
[2] Miller, J.-A., Donc,
Paidós, Buenos Aires, 2011, p. 92.
Otras referencias
en Miller: El ser y el
Uno, La psicosis en el texto de Lacan, Iluminaciones profanas.
Comentario de Gustavo Zapata a la cita:
“Existe una
política del psicoanálisis: concierne a los fines últimos y los resultados de
la operación analítica. Su mayor principio, y posiblemente el único, es la
autonomía del discurso analítico, que mantiene su diferencia absoluta con los
otros discursos. Es bueno todo lo que preserva y alimenta esta autonomía; es
malo todo lo que la mella, la corroe, la arruina”. [1]
1.- Operar según
este principio implica fundar en razón los conceptos fundamentales del
psicoanálisis, es decir, valorar su pertinencia, medir sus alcances, precisar
sus escollos y acotar sus resultados siempre circunscritos a los límites de la
experiencia, sin tener que echar mano de una supuesta causa última, que reduciría la
operación analítica a las coordenadas de una ciencia pretendida superior.
2.- Es menester
entonces que para el analista se haya cernido esa diferencia absoluta entre el I y
el a, que haya “circunscrito la causa de su horror, el suyo propio, el de
él, separado del de todos, horror de saber” [2], para que sepa ocupar en el
dispositivo ese lugar que al final es de desecho.
3.- A partir de
eso, el analista entiende que la experiencia analítica es radicalmente
singular, por lo tanto no es masificable ni clasificable, no se deja atrapar en
otra contabilidad como no sea la del uno por uno, ni acotar por los poderes del
estado, por las iniciativas de bienestar o seguridad social de los gobiernos,
por ideologías políticas de cualquier signo o color, o por interpretaciones
históricas, sociológicas o antropológicas de la realidad.
4.- Así, el
analista verá, como comenta J.-A. Miller [3], que el psicoanálisis es
incompatible con el orden totalitario, y no existe si no es posible hablar con
libertad y ejercer la ironía. Efectivamente, un analista debe querer las
condiciones materiales para su práctica, y si entiende bien que el deseo del
analista es “un deseo de alcanzar lo real, de reducir al Otro
a su real y liberarlo del sentido” [4], sabrá entonces que el
psicoanálisis es subversivo, no revolucionario.
____________________________________
[1] Miller, J.-A.,
“Perspectivas de política lacaniana”, Freudiana 55,
ELP, Barcelona, 2009.
[2] Lacan, J.,”Nota Italiana”, Uno por Uno,
N° 17, abril 1991, pp. 16-18.
[3] Miller,
J.-A.,”Anguila”, http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-192679-2012-04-26.html
[4] Miller,
J.-A.,” Un real para el siglo XXI”, Scilicet. Un real para el siglo XXI, Grama, Buenos
Aires, 2013, pp. 17-27.
Referencias bibliográficas sobre la práctica analítica
Lacan, J., Función
y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis (1953)
· “Es
la tentación que se presenta al analista de abandonar el fundamento de la
palabra, y esto precisamente en terrenos donde su uso, por confinar con lo
inefable, requeriría más que nunca su examen: a saber la pedagogía materna, la
ayuda samaritana y la maestría dialéctica. El peligro se hace grande si le
abandona además su lenguaje en beneficio de lenguajes ya instituidos y respecto
de los cuales conoce mal las compensaciones que ofrecen a la ignorancia.” (p.
65)
· “No
hay duda de que estos efectos –donde el psicoanalista coincide con el tipo de
héroe moderno que ilustra hazañas irrisorias en una situación de extravío-
podrían ser corregidos por una justa vuelta al estudio en que el psicoanalista
debería ser maestro, el de las funciones de la palabra.” (p. 65)
· “El
único objeto que está al alcance del analista, es la relación imaginaria que le
liga al sujeto en cuanto a yo,
y, a falta de poderlo eliminar, puede utilizarlo para regular el caudal de sus
orejas, según el uso que la fisiología, de acuerdo con el Evangelio, muestra
que es normal hacer de ellas: orejas
para no oír, dicho de otra manera para hacer la ubicación de lo que
debo oír.” (74-75)
· “Afirmamos
por nuestra parte que la técnica no puede ser comprendida, ni por consiguiente
correctamente aplicada, si se desconocen los conceptos que la fundan. Nuestra
tarea será demostrar que esos conceptos no toman su pleno sentido sino
orientándose en un campo de lenguaje, sino ordenándose a la función de la
palabra” (p. 68)
· “…
el arte del analista debe ser el de suspender las certidumbres del sujeto,
hasta que se consuman los últimos espejismos. Y es en el discurso donde debe
escandirse su resolución.” (72-73)
Responsables del Boletín Letras en línea
María Hortensia Cárdenas
Ana Viganó
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