José Fernando
Velásquez
Frente al
psicótico, desde cualquier disciplina, se tiene el intento automático de querer
abordarlo desde la terapéutica. Es fácil caer en intervenciones que toman como
fundamento de su trabajo lo adaptativo del sujeto de la necesidad. Se han
propuesto métodos de abordaje que asumen que la locura es un déficit, un
trastorno cognitivo de base orgánica o psicogenética y que, para tratarlo, se
hace necesario realizar un inventario de situaciones de la relación con el
entorno, identificar las aptitudes y discapacidades del individuo, identificar
las situaciones que puedan ser modificadas. Por esta vía se llega a la
psicologización (intentando con modelos de estimulación adecuados y oportunos,
fortificar o rectificar al Yo); a una “pedagogía” con la formulación de una
enseñanza especial, (como la propuesta por Itard al llamado “el salvaje de
l’Aveyron”); y a la medicalización, (por medio de la neurologización y el uso
de medicaciones). Ello conduce a un reforzamiento de la condición de objeto, sí
el psicoanálisis falta a la cita para implicarlo como sujeto.
En Lacan encuentro
una enseñanza sobre lo conveniente en la clínica con los psicóticos. Él se
separa de la clínica psiquiátrica, pero de ella conserva ese sentido
investigativo del cual hace uso para llamarnos la atención y hacer, con
precisión, una clínica diferencial entre fenómenos neuróticos y psicóticos;
para ubicar la importancia del desencadenamiento, de la estabilización, dentro
de la transferencia y fuera de la transferencia; para trabajar con la psicosis
en el niño; para arriesgarse a la clínica de los inclasificables; para
encontrar las distintas funciones del síntoma, y para asumir una ética frente
al trabajo de acompañamiento e intervención con el sujeto psicótico.
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