24 de junio de 2014

Citas de referencia en la obra de Lacan


“Para ese goce de ser no-toda, es decir, que la hace en alguna parte ausente de sí misma, ausente en tanto sujeto, la mujer encontrará el tapón de ese a que será su hijo.”

 Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aun, Paidós, Barcelona, 1985, p. 47. 

“… la elucubración freudiana del complejo de Edipo, que hace de la mujer pez en el agua, por ser la castración en ella inicial (Freud dixit), contrasta dolorosamente con el hecho del estrago que en la mujer, en la mayoría, es la relación con la madre, de la cual parece esperar como mujer más sustancia que de su padre –lo que no va con su ser segundo en ese estrago.” 

Lacan, J., “El atolondradicho”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 489. 

“Decir que una mujer no es toda es lo que el mito nos indica por ser ella la única cuyo goce sobrepasa a aquel que surge del coito
.
Es también por lo cual ella quiere ser reconocida como única [la seule] por la otra parte: no se sabe sino en demasía.

Pero es también donde se capta lo que hay allí que aprender, a saber que si se satisface ahí la exigencia del amor, el goce que se tiene de una mujer la divide, haciendo de su soledad partenaire, mientras que la unión queda en el umbral.

Entonces cómo reconocería el hombre servir mejor a la mujer de la que quiere gozar si no es devolviéndole ese goce suyo que no la hace toda suya: por en ella re-suscitarlo.” 

Lacan, J., “El atolondradicho”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, pp. 490-491.
“Sea como sea, si la mujer suscita mi angustia, es en la medida en que quiere mi goce, o sea, gozar de mí. Esto, por la muy simple razón (…) de que no hay deseo realizable que no implique la castración. En la medida en que se trata de goce, o sea, que ella va por mi ser, la mujer sólo puede alcanzarlo castrándome.”

Lacan, J., El Seminario, Libro 10, La angustia, Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 196.

“Una mujer demuestra ser superior en el dominio del goce, porque su vínculo con el nudo del deseo es mucho más laxo. La falta, el signo menos con el que está marcada la función fálica para el hombre, y que hace que su vínculo con el objeto deba pasar por la negativación del falto y el complejo de castración –el estatuto del (-φ) en el centro del deseo del hombre–, he aquí algo que no es para la mujer un nudo necesario. 

Lacan, J., El Seminario, Libro 10, La angustia, Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 200. 

“En verdad, lo que nos importa es captar el vínculo de la mujer con las posibilidades infinitas o, más bien, indeterminadas del deseo en el campo que se extiende a su alrededor.

Ella se tienta tentando al Otro (…) cualquier cosa le sirve para tentarlo, cualquier objeto, aunque para ella sea superfluo… Es el deseo del otro lo que le interesa.” 

Lacan, J., El Seminario, Libro 10, La angustia, Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 207.

“… el masoquismo femenino es un fantasma masculino … En este fantasma, y en relación a la estructura masoquista imaginada en la mujer, es por procuración como el hombre hace que su goce se sostenga mediante algo que es su propia angustia. Es lo que recubre el objeto. En el hombre, el objeto es la condición del deseo. El goce depende de esta cuestión. Ahora bien, el deseo, por su parte, no hace más que cubrir la angustia.

Para la mujer, el deseo del Otro es el medio para que su goce tenga un objeto, si puedo expresarme así, conveniente. Su angustia no es sino ante el deseo del Otro, del que ella no sabe bien, a fin de cuentas, qué es lo que cubre. (…) en el reino del hombre siempre está presente algo de impostura. En el de la mujer, si hay algo que corresponda a esto, es la mascarada.”

Lacan, J., El Seminario, Libro 10, La angustia, Paidós, Buenos Aires, 2006, pp. 207-208.

“Don Juan es un sueño femenino (…) se trata de una pura imagen femenina. (…) El prestigio de Don Juan está ligado a la aceptación de dicha impostura. Él está ahí siempre en el lugar de otro. Es, por así decir, el objeto absoluto. Observen que no se dice en absoluto que él inspire deseo. Si se desliza en la cama de las mujeres, está ahí no se sabe cómo. Incluso se puede decir que él mismo tampoco lo tiene. Está en relación al algo frente a lo cual debe cumplir con cierta función. Llámenlo odore di femina y nos llevará lejos. (…) Hay que decirlo, no es un personaje angustiante para la mujer. Cuando sucede que una mujer sitnee que es verdaderamente el objeto en el centro de un deseo, pues bien, créanme, de esto es de lo que en verdad huye.”
Lacan, J., El Seminario, Libro 10, La angustia, Paidós, Buenos Aires, 2006, pp. 209-2010.

Resulta que las mujeres hablan. Habrá quien lo lamente, pero es un hecho. Ella, por lo tanto, también quiere el objeto, e incluso un objeto tal como el que ella no tiene. Esto es ciertamente lo que Freud nos explicó, su reivindicación del pene seguirá vinculada hasta el final a la relación con la madre, o sea, con la demanda. En la mujer, el objeto a se constituye en dependencia respecto a la demanda. Ella sabe muy bien que, en el Edipo, no se trata de ser más fuerte, más deseable que la madre –porque enseguida se da cuenta de que el tiempo está de su lado–, sino de tener el objeto.”

 Lacan, J., El Seminario, Libro 10, La angustia, Paidós, Buenos Aires, 2006, pp. 218-21

“El –φ es el vacío de la vasija, la misma que define al Homo faber. Mientras que la mujer es primordialmente una tejedora, el hombre, sin duda, el alfarero. Incluso ya sólo por este lado, en la especie humana, tiene fundamento aquel estribillo –como nos dicen, el hilo es para la guja como la chica para el muchacho. Referencia que pretende ser natural. No es tan natural. 

La mujer se presenta, sin duda, con la apariencia de la vasija, y evidentemente es esto lo que engaña al partenaire, al Homo faber en cuestión, el alfarero. Él se imagina que esta vasija puede contener el objeto de su deseo.” 

Lacan, J., El Seminario, Libro 10, La angustia, Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 221. 
“Sin el análisis, ¿de qué modo puede la mujer superar su Penisneid, si lo suponemos ahí implícito? Lo conocemos muy bien, es la forma más ordinaria de seducción entre los sexos –es ofrecer al deseo del hombre el objeto de la reivindicación fálica, el objeto de no detumescencia para sostener su deseo, o sea, hacer de sus atributos femeninos los signos de la omnipotencia del hombre.”

Lacan, J., El Seminario, Libro 10, La angustia, Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 287. 
“… una mujer no tiene testimonio de su inserción en la ley, de lo que suple a la relación, más que por el deseo del hombre.” 

Lacan, J., El Seminario, Libro 18, De un discurso que no fuera del semblante, Paidós, Buenos Aires, 2009, p. 65 

“Volverse mujer y preguntarse qué es ser mujer son dos cosas esencialmente diferentes. Diría aún más, se pregunta porque no se llega a serlo y, hasta cierto punto, preguntarse es lo contrario de llegar a serlo. La metafísica de su posición es el rodeo impuesto a la realización subjetiva en la mujer. Su posición es esencialmente problemática y, hasta cierto punto, inasimilable.” 

Lacan, J., El Seminario, Libro 3, Las psicosis, Paidós, Barcelona, 1984, p. 254. 

“No es indiferente que haya partido del texto de La carta robada, porque si esta carta puede, llegado el caso, tener esta función feminizante, es que el mito escrito, Totem y tabú esta hecho exactamente para indicarnos que es impensable decir La mujer. ¿Por qué es impensable? Porque no puede decirse todas las mujeres. No puede decirse todas las mujeres porque esto solo se introduce en este mito en nombre de que el padre posee a todas las mujeres, lo que es manifiestamente el signo de una imposibilidad.” 

Lacan, J., El Seminario, Libro 18, De un discurso que no fuera del semblante, Paidós, Buenos Aires, 2009, pp. 98-99.

“La identificación sexual no consiste en creerse hombre o mujer, sino en tener en cuenta que hay mujeres, para el muchacho, que hay hombres, para la muchacha. (…) Para los hombres, la muchacha es el falo, y es lo que los castra. Para las mujeres, el muchacho es la misma cosa, el falo, y esto es lo que las castra también porque ellas solo consiguen un
pene, y que es fallido. (…) Ciertamente es más fácil para el hombre enfrentar cualquier enemigo en el plano de la rivalidad que enfrentar a la mujer, por cuanto ella es el soporte de esta verdad, el soporte del hecho de que hay semblante en la relación del hombre con la mujer.”  

Lacan, J., El Seminario, Libro 18, De un discurso que no fuera del semblante, Paidós, Buenos Aires, 2009, pp. 33-34. 

El inconsciente se origina en el hecho de que la histérica no sabe lo que dice cuando, de hecho, algo dice con las palabras que le faltan. El inconsciente es un sedimento de lenguaje. (…)En el extremo opuesto de nuestra práctica está lo real. Se trata de una idea límite, la idea de lo que no tiene sentido. (…)

Un síntoma histérico es algo muy curioso. Se soluciona a partir del momento en que la persona, que verdaderamente no sabe lo que dice, comienza a balbucear.

¿Y el histérico macho? Ni uno se encuentra que no sea una hembra.

Freud convirtió a ese inconsciente, del que no comprendía estrictamente nada, en representaciones inconscientes. ¿Qué podrían ser las representaciones inconscientes? En su  Unbewusste Vorstellungen hay una contradicción en los términos. Intenté explicarlo, promoverlo, para instituirlo en el plano de lo simbólico. Lo simbólico consiste en palabras, nada que ver con  representaciones. Y en última instancia sí, se puede concebir que las palabras sean inconscientes. No son más que palabras lo que se cuenta, y a montones. En conjunto, hablan sin saber absolutamente nada de lo que dicen. Por lo que el inconsciente no tiene cuerpo más que de palabras. 

Lacan, J., Consideraciones sobre la histeria, Universidad de Granada y el ICF, Granada, 2013. 

Agradecemos a María Hortensia Cárdenas, por estas citas de referencia en la obra de Lacan, acorde nuestras VIII Jornadas NEL 
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Para mayor información, Usted puede acceder a:

Twitter:  @JornadasNELima

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