“Los debates recientes que han tenido
lugar alrededor de la interdicción del espectáculo de Dieudonné hacen resonar
de manera muy actual una de las anticipaciones lacanianas sobre
la función del psicoanálisis en la civilización. Las últimas palabras del
seminario 19, en junio de 1972, apuntan precisamente sobre nuestro porvenir. La
salida de la civilización patriarcal le parecía (a Lacan) entonces superada. De
la época post-68 zumban aún palabras sobre el fin del poder de los padres y el
advenimiento de una sociedad de hermanos, acompañadas del hedonismo feliz de
una nueva religión del cuerpo.
Lacan arruina un poco la fiesta
añadiendo una consecuencia que entonces no se advertía: Cuando
regresamos a la raíz del cuerpo, si revalorizamos la palabra hermano, […] sabed
que lo que asciende, que aún no se ha visto hasta sus últimas consecuencias, y
que, este, se enraíza en el cuerpo, en la fraternidad del cuerpo, es el
racismo. La idolatría del cuerpo tiene consecuencias totalmente
distintas que el hedonismo narcisista al cual algunos creían poder limitar esta religión
del cuerpo. Anuncian en la modernidad otras figuras de la religión que
aquellas de las religiones seculares, como se expresaba Raymond Aron, quien
marcaba la época y que suministraba, según él, el opio de los
intelectuales.
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