Mónica Febres Cordero de Espinel
¿Qué fue para ese niño su madre?
En Juventud de Gide, o la letra y el deseo, Lacan
pregunta: “¿Que fue para ese niño su madre?” y dice que hay muchas
maneras de amar en exceso a un hijo, entre ellas, la de la madre del homosexual
(1).
Insinúa, en el trasfondo de la homosexualidad de
Gide, la de ella, repetida en la escena que el niño vislumbra entre las
sirvientas: “reino taciturno de poderes sombríos” (2). Los fantasmas de la
madre se trasmiten al niño, y esa transmisión encierra la pista de las futuras
elecciones afectivas del escritor. En la hiancia que da origen a su vida
fantasmática aparece lo insondable de la sexualidad femenina: existen
tantas cosas que a esa edad uno no se explica…, escribirá Gide. En ese
contexto aparece el goce solitario del niño, clandestino, porque le hizo falta
la palabra del padre, la “que humaniza el deseo” (3).
El padre en ocasiones reía y los paseos con él
tenían cierto encanto; para la madre, en cambio, era bueno vivir bajo la
ley. Cuando el padre muere Gide tiene 11 años y queda a expensas de ella,
“completamente envuelto por ese amor que en adelante se concentró en mí” (4).
Lacan habla de momentos decisivos en la vida de
Gide, encuentros que se transfieren de un texto a otro. Se detiene en el
encuentro con la tía, mujer seductora, mujer otra que la madre del deber
que era la suya. Acontecimiento de cuerpo, en el cual la feminidad se dibuja
como lo real, lo indecible.
La tia, esposa de Emile Rondeaux, es la madre de
Madeleine. Mujer de amores ilícitos, se va con otro hombre y amenaza a
Madeleine con el abandono. Gide se ofrece a protegerla para toda la vida. En
este voto, escribe: “Descubrí el místico oriente de mi vida”, así como también
descubre el secreto de su destino (5). Para Miller, la posición de Gide se
inscribe en relación a las mujeres y son tres las que orientan su vida: la madre,
la tía y Madeleine.
En la escena de seducción por la tía, Gide deviene
objeto de deseo. De ella toma el rasgo de lo prohibido (la atracción por los
jóvenes vagabundos). De la madre, su forma de amar, “amor embalsamado contra el
tiempo”, y formula el voto de amor hacia Madeleine (6).
Madeleine, ella también ama según un amor detenido,
pues por la infidelidad de la madre se encerraría en la nostalgia por el
padre y ya no desearía a un hombre. Madeleine quiso el matrimonio blanco con
Gide. Sin embargo, cuando él se marcha a Londres con un joven amante,
ella realiza el acto terrible de quemar la correspondencia, a la que Gide se
refirió como lo más hermoso que había escrito en su vida. Intento quizá
de abrir en él la falta en donde se habría alojado el deseo que no existió.
No es la homosexualidad de Gide lo que retiene a
Lacan sino esa elección hacia una sola mujer, y cree que el secreto del
deseo que los unió, es “la pieza faltante” (7) en su biografía. Para Miller es
la relación con la madre la determinante en el acceso de Gide al Otro sexo,
bajo la forma de una sola mujer (8).
Así, son dos los hechos que Lacan subraya en la
posición subjetiva de la madre de Gide: su homosexualidad y la relación no
normativizada con el falo, de ahí su amor por el hijo único. Gide reproducirá
esta abnegación, y el goce que queda, el goce clandestino, permanecerá fuera de
la ley.
(1) Lacan,
J. Juventud de Gide, o la letra y el deseo, Escritos 2, Siglo XXI,
Bs. Aires 1985, p. 729
(2) Idem.
p. 730
(3) Idem.
p. 732
(4) Gide,
A. Si la semilla no muere…(Autobiografía), Losada, Bs. Aires,
1951
(5) Idem.p.
94
(6) Op.
Cit. en 1, p.743
(7) Op.
Cit. en 1, p.737
(8) Miller,
J.A. Acerca del Gide de Lacan, Malentendido 7
***
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