ERNESTO
SINATRA
“¡Hay que gozar!”
Antes, en los tiempos de
Sigmund Freud, la civilización instauraba un mandato paterno, de renuncia,
“¡hay que dejar de gozar!”, pero –sostiene el autor– “el imperativo actual de
la civilización es ‘¡hay que gozar!’”: esto propicia nuevos derechos, pero es
causa de nuevos síntomas.
Sigmund Freud interpretó que el
malestar en la cultura mostraba que la renuncia pulsional –“¡hay que dejar de
gozar!”, como mandato paterno de la civilización– no reinstalaba la felicidad,
sino que, por el contrario, reforzaba el circuito infernal del superyó
reintroduciendo la ferocidad del goce por medio de la prohibición. El malestar
de la civilización en la época freudiana obedecía a la lógica que Jacques Lacan
adjudicó a la posición masculina: el conjunto sostenido en el Todo, a partir de
la culpa y el castigo, de los pecados y su expiación: de ese modo el imperativo
proscriptivo de la civilización reforzaba el superyó. La Iglesia florecía con
su negocio: “¡hay que dejar de gozar!, pero, si has pecado, puedes expiar tus
pecados, pero, entonces, vuelves a gozar, y vuelves a la Iglesia para volver a
expiar...”, etcétera. Pero, más acá de los inalterables intereses repetidos a
perpetuidad por la Iglesia –con el objetivo de mantener su poder terrenal– las
cosas han cambiado. El imperativo actual de la civilización ha devenido “¡hay
que gozar!”, en una época que sabe demasiado de la inexistencia de la relación
sexual.
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