Por Beatriz
Udenio*
Para
escribir este breve
texto necesito inventar mi audiencia, la que quiera hacerse
lectora de lo que
me interesa pasarles. Esto tiene un fundamento. Tendré el
gusto de participar
de las Jornadas "Nuevos Cuerpos. Nuevas Satisfacciones.
Respuestas del
psicoanálisis", de la EOL- Rosario , este
sábado, desde las 9, en la Federación Gremial
(Córdoba 1868).
Hay en la
asociación
psicoanalítica a la que pertenezco y que muchos de ustedes
conocen, un
dispositivo --llamado Pase-- al que aquel que considere que ha
terminado su
análisis puede dirigirse y solicitar dar cuenta de cómo ha
llegado al final de
su recorrido analítico. Al concluir mi (tercer) análisis
decidí presentarme
allí, buscando transmitir lo que resumiré como el pasaje de un
sufrimiento a
una solución.
La frase es
corta, el
trayecto fue largo. Es siempre así con el lenguaje: algo queda
en un medio
decir, inabarcable en su totalidad, que puede atraparse en
efectos que, en
general, prescinden de una amplificación del sentido y
resuenan, más bien, en
el tono y el color que toman algunas expresiones que resultan
afortunadas.
El periplo
de un análisis
es así: hablamos, mucho, siempre demasiado en relación con lo
que habría que
circunscribir. Necesitamos contar con la oportunidad de que un
analista se haga
lector de lo que escucha --lo que implica una enorme
reducción, ya que se trata
de oír algún que otro término que "suena" fuerte en tanto no
se
espesa de sentido-- y de consentir a reducir la necia
satisfacción que nos
produce el blá blá dedicado a camuflar nuestra estofa de
hablantes.
Aspiramos,
por esta vía, a
transformar nuestra humana pasión por el padecimiento en
alguna forma de nueva
solución. Así fue en mi caso, donde el modo de experimentar un
haber nacido fuera
de tiempo y fuera de lugar --dislocada-- fue desplegándose
hasta lograr
transmutar el sufrimiento que eso me implicaba en un modo de
localización y
locomoción, anudados al gusto por ir y venir, por dar la
vuelta.
Entre las
vueltas más apreciadas, está mi gusto por dialogar con otros,
más
"otros" que los de la propia parroquia, cuestión que hunde sus
raíces
en mis condiciones de llegada a una familia extranjera, donde
busqué hacerme un
lugar, meciéndome entre lenguas y costumbres diversas, hasta
llegar a disfrutar
de esa posibilidad, sin la necesidad de "encantar" al íntimo
extranjero que me inquietaba. Y admitir que es en la
estructura de los seres
que yunta entre el lenguaje que nos atraviesa y el cuerpo que
soportamos.
Una vez
obtenido este
saldo del análisis y pasado por el dispositivo que culminó con
mi nominación
como Analista de
la Escuela
(AE), una pregunta se me impuso: ¿Para qué querría alguien
hacer el Pase si no
fuera para transmitir a cualquiera que se interese en ello, en
qué un
psicoanálisis sirve para transformar un sufrimiento en una
singular solución?
Dije
"transmitir a
cualquiera". El asunto no es evidente. Al inicio, los
resultados del
dispositivo se guardaban para el debate interno a la
asociación psicoanalítica.
Y por buenas razones. En especial, la dificultad para difundir
más abiertamente
lo obtenido de modo tan singular, imposible de tipificar. Sin
embargo, esta
condición no impide sino que estimula a buscar los modos de
convidar a
cualquiera a que se interese en escuchar.
Es decir:
"¡Oigan,
lean, esto es para lo que un psicoanálisis sirve!". Concluyo
que por ello
me zambullí en este trabajo, en clarificar, en dar pruebas. Me
interesa el
"pase" a otros, de lo que esa experiencia me ha permitido.
¿Involucra
nuevas satisfacciones y una nueva relación con el cuerpo? Sí.
Pero se trata,
sobre todo, de una forma de vivir la vida. También, de
sostener mi relación con
el psicoanálisis, cada día.
*Analista
de la
Escuela , AE, de
la EOL.
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