10 de mayo de 2015

Saberse ser un objeto - Jean-Louis Gault




Si alguien no se ha considerado nunca como víctima, ese es Lacan. A pesar de que hubo al menos una circunstancia en la que las condiciones fueron reunidas para que le sirvieran en bandeja el veneno del sacrificio. De ese pasto no quiso probar.

 El 20 de Noviembre de 1963 comienza su seminario sobre «Les Noms du père». Anuncia de entrada que le pondrá fin después de esta única lección. Esta interrupción surge en el contexto de los eventos que conducen a Lacan fuera de la IPA, y unos meses después, a la fundación de la École Freudienne de Paris. En Enero de 1964 retoma su enseñanza y comienza un seminario sobre “Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis”. Este seminario, que se inscribe en ese momento de crisis, constituye un punto de inflexión mayor en el desarrollo de su reflexión sobre el descubrimiento freudiano. Lacan había empezado su enseñanza con su “Discurso de Roma”, también tras una crisis que había sacudido al grupo analítico francés. El nuevo seminario se sitúa en la continuación de este primer texto. En una nota, hace tiempo señalada por Jacques-Alain Miller, que es contemporánea de este seminario XI y que figura en el final del escrito “Posición del inconsciente”, Lacan indica que en ese texto aborda la función de lo que llama objeto a y subraya el retraso que lleva en el desarrollo de este punto clave de su elaboración de la doctrina analítica. Escribe esto: “Mediremos el obstáculo que debemos aquí superar, con el tiempo que nos ha hecho falta para dar al discurso de Roma el seguimiento de este texto”.

 ¿De qué obstáculo habla? Se trata del obstáculo que debió superar para introducir en el psicoanálisis una noción del objeto, hasta entonces siempre referida a la regresión siguiendo el modelo pregenital. La novedad es la concepción de un “objeto causa” del deseo desarrollada en el seminario y en este escrito. Falta de entender por qué Lacan interpreta esto que hacía obstáculo al seguimiento de su enseñanza refiriéndolo al objeto a, y cómo en las circunstancias que preceden al Seminario XI, encuentra la posibilidad de superar este obstáculo.

Al final del año 1963 la Société Française de Psychanalyse, que Lacan había contribuido a fundar en 1953, estaba a punto de obtener su afiliación a la IPA, tras difíciles tratos que duraban desde hacía cuatro años. El obstáculo era Lacan. La IPA pedía a la SFP, como precio a su habilitación, la proscripción de la enseñanza de Lacan en la formación de los analistas, y la retirada definitiva de su nombre de la lista de didácticos. Únicamente le estaba permitido dejarle trabajar en paz como simple miembro. Lacan está torturado. La SFP se quiebra, los que toman partido por la IPA crean una nueva sociedad que obtiene sin dificultad su afiliación. Lacan, que desde entonces vuela con sus propias alas, funda su escuela poco después.

En la primera lección del Seminario XI Lacan recita este episodio, y cualifica su exclusión de excomunión. Buscó una moraleja en lo que le había ocurrido. Su rechazo y el de su enseñanza de parte de la comunidad freudiana eran un fracaso. Durante casi tres décadas había sido un miembro activo de esta comunidad, en la vida de la cual había ocupado una posición dominante. Se encontraba ahora solo, fuera de la asociación que Freud había fundado, y que agrupaba a aquellos que reclamaban su descubrimiento.

Es difícil pensar que Lacan no contara para nada en lo que le pasaba. Si era rechazado, es sin duda porque había ocupado, en el grupo analítico, el lugar de ser un objeto de rechazo. Es cierto que en sus relaciones con la sociedad internacional fue un objeto inasimilable, irreductible e incompatible. Más allá del dramatismo de estos sucesos, Lacan supo reconocer la estructura de la situación, y no se le escapó que en esta cuestión él fue tratado como un objeto. Fue un objeto y es esta posición de “ser un objeto” lo que retuvo su atención, para extraer de ello un saber sobre lo que significa “ser un objeto” para un ser hablante.

Lacan señala que él fue objeto de negociación, entre sus colegas y la sociedad francesa, encargados de parlamentar con el comité internacional. Se trataba de saber si el valor habilitador de su enseñanza podía contrarrestar la habilitación internacional de la sociedad. Lacan introduce aquí una nota decisiva que condiciona la resolución de la situación: “(ser negociado) puede ser vivido, cuando se está en ello, desde la dimensión de lo cómico”, y precisa: “No puede ser entendido plenamente, creo yo, más que por un psicoanalista.” Ser negociado no es una situación tan rara para el sujeto humano, remarca Lacan. En la sociedad cada uno en cada instante y en todos los niveles, es negociable. Lévi-Strauss había señalado que las mujeres se inscribían como objetos de intercambio en las estructuras de parentesco. Lacan generaliza esta observación, todo sujeto entra en el orden social como un objeto de intercambio.

Esta dimensión de objeto revela dónde se encuentra la verdad del sujeto. Sin duda sólo la experiencia analítica demuestra que la verdad del sujeto está en un objeto que, por naturaleza, está velado. “Hacer surgir este objeto es propiamente el elemento cómico puro”, subraya Lacan, es la razón por la que esta dimensión puede ser vivida desde el punto de vista analítico bajo el ángulo del humor, es decir en el reconocimiento de lo cómico de la situación. Abordar la dimensión de ser tratado como un objeto bajo el acento de lo cómico ofrece una salida favorable al sujeto. Éste puede al contrario, vivir esta experiencia bajo el ángulo de la depreciación, del rechazo o de la depresión, e instalarse en la posición de víctima.

No fue el caso de Lacan. Después de un tiempo para comprender, percibió lo cómico de la posición, y transformó su marginalización fuera de la comunidad fundada por Freud, en la ocasión de un segundo nacimiento del movimiento freudiano, con la fundación de una escuela que lleva su nombre. Este episodio permitió a Lacan el desarrollar un punto de la doctrina, su teoría del objeto a, que sigue siendo su contribución más original al psicoanálisis. El Seminario XI participa a esta elaboración. El sujeto es, en su verdad más profunda, un objeto. Esta constatación tiene consecuencias clínicas. El sujeto no sabría orientarse en su vida, cualquiera que sea, a partir de su imagen, ésta es siempre engañosa, y las técnicas de reforzamiento de la autoestima no cambian nada a este hecho. El estatus del sujeto en lo simbólico y su referencia a un ideal no constituyen una brújula más segura. Lo que falta al sujeto en cada uno de estos casos es el mando de este objeto que es él mismo. Es lo que la experiencia del análisis es susceptible de revelarle, en el elemento de lo cómico, único capaz de darle una posibilidad de maniobra.

En la negociación de la que Lacan era objeto, supo reconocer el estatus que es el del sujeto en la relación social, y la dimensión cómica de su posición. Pudo entonces superar esta posición y producir un saber sobre aquello de lo que se trataba. Estos eventos tuvieron otra consecuencia. Lacan era rechazado de esta asociación que Freud había querido, mientras él mismo se agarraba a restaurar la verdad de su descubrimiento del inconsciente. ¿Había entonces que suponer alguna impureza en la voluntad del padre del psicoanálisis? Es lo que Lacan admitirá. El obstáculo a la continuación de su elaboración es Freud, y por ello tratará de cuestionar el deseo de Freud.

Traducción de Itxaso Muro Usobiaga

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