7 de enero de 2022

LOS PRIMEROS INTENTOS DE LEER LO INCONSCIENTE EN FREUD por Iván D’Onadío Muñoz

“…puesto que lo que digo está consagrado al inconsciente, es decir, a lo que se lee ante todo.” 

Jacques Lacan, Posfacio Seminario 11[1]

Lo “inconsciente” es un concepto que ha tenido mucho éxito: casi todo el mundo cree saber a qué se refiere. Se acostumbra apelar a la existencia del “inconsciente” cuando a alguna persona le sucede un lapsus, un olvido o cuando alguien narra un sueño sugerente. Sin embargo, para el psicoanálisis, es un concepto que sigue en permanente investigación y descubrimiento.


Freud comienza a reconocer lo inconsciente a partir de intentar comprender el funcionamiento de patologías como la afasia y la histeria. En esa época ya se había utilizado la palabra “inconsciente” como lo que no era consciente, era concebida a partir de su oposición a un concepto supuestamente conocido y “comprobado” como la conciencia, es decir, desde su negación. El cogito de Descartes se había convertido ya en un fantasma y había hecho más cercanos a los “observadores” (al “yo”) a un pensamiento más positivista. El “yo pienso, luego existo” enmarcaba a la “conciencia” en una preponderancia conceptual y ontológica que se mantiene hasta la actualidad. Sin embargo, si somos rigurosos, la conciencia es una noción todavía oscura, que hasta el siglo XXI aún es difícil de definir o categorizar, salvo por el proceso inverso, a partir de sus ausencias o vacíos, es decir, en base a otra negación. Freud intenta ir más allá desde el comienzo de sus estudios.

El primer paso fue, tal vez, la intuición persistente que tenía Freud de pensar lo inconsciente como causa, sistema o proceso. Ese deseo de descifrarlo, de leerlo. En esa búsqueda, encuentra al famoso neurólogo Charcot. Influido por este, a partir del estudio de la histeria en sus pacientes y por sus tratamientos con la hipnosis, Freud reconoce la importancia que tienen los procesos psíquicos inconscientes en la causa de la histeria. Ya en 1888, en su primer texto sobre la histeria, escribe:

Junto a los síntomas físicos de la histeria cabe anotar una serie de perturbaciones psíquicas en las que ciertamente algún día se descubrirán las alteraciones características de esta enfermedad… Se trata de alteraciones en el decurso y en la asociación de representaciones, de inhibiciones de la actividad voluntaria, de acentuación y sofocación de sentimientos… las alteraciones psíquicas, que es preciso postular como base del status histérico, se despliegan por entero en el ámbito de la actividad encefálica inconsciente, automática. [2]

En este texto, Freud utiliza por primera vez, aunque no desde lo específicamente psicoanalítico, la palabra “inconsciente” (unbewusst). La utiliza desde un aspecto más de adjetivo y la asocia a lo “automático”. En ese sentido, también deja ver otra de sus influencias, la teoría de Jackson, quien advierte de la confusión entre lo psíquico y lo físico, proponiendo dos ejes en el funcionamiento de lo psíquico: un eje que giraba en torno de lo organizado a lo desorganizado, y otro, de alguna manera análogo, de lo consciente a lo automático. Viéndolo desde un punto de perspectiva actual, esto ya nos podría remitir al principio de regresión y también podría guardar alguna relación con la idea de la organización en lo simbólico y lo “in-organizable” de lo “real”, que aparecerá más tarde ya como registros en Lacan.

Para Freud, lo psíquico se comienza a evidenciar como causa de procesos físicos, y se postula como base de la histeria. En esa misma página de su texto, agrega:

…en la histeria el influjo de procesos psíquicos sobre los procesos físicos del organismo está acrecentado (como en todas las neurosis), y que el enfermo de histeria trabaja con un excedente de excitación en el sistema nervioso, el cual se exterioriza ora inhibiendo, ora estimulando, y es desplazado con gran libertad dentro del sistema nervioso[3]

Aquí se esbozan las primeras ideas sobre lo que más adelante será el principio de constancia y cómo este inhibe o estimula a partir de los “desplazamientos”. La palabra “desplazamiento” pronto se usaría no solo para describir excitaciones en el sistema nervioso si no también para asociaciones y representaciones. Se van relacionando estos dos conceptos, y así podría decirse que las representaciones como los sentimientos podrán ser inhibidos como acentuados.

Ya desde su monografía sobre la afasia, en 1891, se muestran los intentos de Freud de entender el “aparato del lenguaje” no solo desde una teoría de la localización, muy acorde a la tendencia de su época, sino más como un aparato de procesos y asociaciones, lo cual paradójicamente sigue siendo el debate actual de las neurociencias sobre las funciones subjetivas. Hasta ahora existe el conflicto entre la teoría localizacionista y la contraria, la que piensa que no es posible localizar estas funciones en el sistema nervioso central.

Reconocidos investigadores en neurología como Edelman (biólogo ganador del premio Nobel de Fisiología en 1972) y Tononi (psiquiatra neurocientífico) escriben en su libro El universo de la conciencia del 2001:

Nuestras respuestas se basan en la suposición que la conciencia surge dentro del orden material de ciertos organismos, pero queremos dejar bien claro que no consideramos que la conciencia en toda su plenitud surja únicamente del cerebro, creemos que las funciones superiores del cerebro precisan interactuar con el mundo y otras personas… la conciencia y las funciones subjetivas no son un objeto sino un proceso.[4]

Para ellos, no habría lugar en el cerebro para almacenar toda la experiencia subjetiva. Junto con la conciencia y el recuerdo, estos serían procesos que no pueden localizarse ni explicarse únicamente en el cerebro. Entonces sería necesario la relación con el mundo, con el otro con “O” mayúscula, si lo vemos desde Lacan.[5]

Este “aparato del lenguaje” de Freud se convertirá, más tarde, en el aparato psíquico. Lo que luego le dará un “lugar/función/causa” no localizacionista a lo inconsciente ¾quizás ya empezando implícitamente a ser “estructurado como un lenguaje” y esperando otro soporte, nuevamente si lo vemos desde una perspectiva lacaniana¾. En esta monografía sobre la afasia, Freud critica la creencia de que una idea esté localizada en la célula nerviosa:

¿Cuál es pues el correlato fisiológico de la simple idea que emerge o vuelve a emerger? Obviamente, nada estático, sino algo que tiene carácter de proceso. Este proceso no es incompatible con la localización[6]

Freud empieza a plantear una especie de psicología del lenguaje, donde prioriza los procesos y la asociación de ideas. Argumenta que no se puede separar la asociación de ideas con la aparición de una idea en el individuo, así como la misma percepción y las funciones del aparato del lenguaje.

En este sentido, Freud postula lo siguiente: “Desde el punto de vista psicológico, la «palabra» es la unidad funcional del lenguaje; es un concepto com­plejo constituido por elementos auditivos, visuales y cinestésicos. El conocimiento de esta estructura lo de­bemos a la patología.”7

De alguna manera, Freud está tentando, si se puede decir así, un camino más “estructuralista”, basado en el lenguaje, en su intento de entender las afasias. También agrega lo siguiente:

…la palabra adquiere su significado mediante su asociación con la «idea (concepto) del objeto»… Según lo enseñado por la filosofía, la idea del objeto no con­tiene otra cosa; la apariencia de una «cosa», cuyas «pro­piedades» nos son transmitidas por nuestros sentidos, se origina solamente del hecho de que al enumerar las impresiones sensoriales percibidas desde un objeto de­jamos abierta la posibilidad de que se añada una larga serie de nuevas impresiones a la cadena de asociaciones.[8]

En esta última idea se entrevé la importancia que Freud le da a la palabra y al objeto, y a la relación entre los dos. Aplica una mirada lingüística para entender la afasia, y su idea central sobre la función de la palabra podría ser un atisbo al concepto de “significante” que luego usaría Lacan: cómo el “significado” depende de una larga cadena de impresiones y asociaciones.

Es interesante cómo en esta temprana monografía aparecen términos y conceptos tomados por diferentes autores y especialmente de Meynert, como “proyección, representación, ocupación, catectizar, inervación”, que luego Freud retomará, con algunas modificaciones, desde una perspectiva más psicológica, y utilizará para explicar el funcionamiento de lo inconsciente y el aparato psíquico.

Un par de años después, en unos bosquejos que Freud envía a Breuer mientras preparaban la Comunicación Preliminar, se habla por primera vez de la concepción de una segunda conciencia cuando explica su tesis del ataque histérico: “El recuerdo que forma el contenido del ataque histérico es un recuerdo inconsciente; dicho en términos más correctos: pertenece al estado de conciencia segunda, que en toda histeria posee un grado de organización más o menos elevado.”[9]

Freud, en varias ocasiones, le da una cualidad de “reino de las sombras” a estos designios (o representaciones) inhibidos e inconscientes que se apoderan de la conciencia yoica de las histéricas y también en otras neurosis. Lo dice como si el cuerpo pasara del dominio de la conciencia normal a esta segunda conciencia. Estos dos estados de conciencia no conversarían libremente. En una carta anterior a Breuer, plantea tres teorías bases en su doctrina de la histeria[10]:

aLa tesis de la constancia de la suma de excitación.

bLa teoría del recuerdo.

c. La tesis de que los contenidos de estados de conciencia diferentes no son asociados unos con otros.

Por esta época, Freud y Breuer usan la palabra “subconsciente” para hablar de esta segunda conciencia. En francés, Freud había utilizado “le subconscient” (el subconsciente) por primera vez en el Estudio comparativo de las parálisis motrices orgánicas e histéricas, publicado en 1893.  Y en alemán, “Unterbewusst” (Subconsciente), utilizado la mayor parte de las veces por Breuer. Freud cuestionaría este término recién en La interpretación de los sueños.

Lo inconsciente siempre se muestra y al mismo tiempo se escapa de sus observaciones clínicas o en el análisis de sus propios sueños. La represión empieza a aparecer más claramente como concepto para explicar las ausencias de la conciencia. Se dejan ver más claramente las defensas hacia los contenidos de las representaciones en las diversas estructuras neuróticas. Freud comprende que el contenido de la representación inconciliable es desintegrado, es sustituido, es apartado del yo o proyectado al exterior. Freud señalaría, años más tarde, en 1914, en su Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico, que la represión era el pilar fundamental del psicoanálisis en esa época, y que él la concibió de forma independiente (en relación a Breuer). Comenta en el mismo texto que ya posteriormente había encontrado un atisbo de la noción de represión en Schopenhauer (1819).

En su conocido texto del Proyecto de psicología, por más que el énfasis sea hacia una teoría neurológica, es notorio que Freud sigue entramado en el enfrentamiento entre lo exógeno y lo endógeno. Hay dos sistemas de neuronas para cada uno, el “psi” no está en contacto con el exterior, sino que recibe lo del “phi”. Sin embargo, aún el enfrentamiento hacia las fuerzas exteriores parecen ser el principal problema, y las interiores cobran más importancia como defensa o en relación al estado de deseo o búsqueda de satisfacción. Aún el ello no ha sido planteado como tal, y por más que sea de las primeras veces que se menciona la palabra trieb”, las pulsiones aún no son abordadas realmente. Es sugerente el otro sistema hipotético “w”, donde Freud se pregunta sobre dónde y cómo se generan las “cualidades” (en oposición a las “cantidades” y procesos neuronales) que la conciencia nos brinda:

La conciencia nos da lo que se llama cualidades, sensaciones que son algo otro {anders sind} dentro de una gran diversidad, y cuya alteridad {Anders} es distinguida según nexos con el mundo exterior. En esta alteridad existen series, semejanzas, etc. [11]

Aquí, de nuevo, Freud da un paso a un cuestionamiento “estructuralista” desde el lenguaje y la lógica, pero tal vez desvía este análisis imaginando otro tipo de neuronas (w) que estén destinadas a convertir cantidad en cualidad (la cualidad solo la asocia a las sensaciones conscientes). Sin embargo, en el apartado 11 llamado “La vivencia de satisfacción” plantea cómo el organismo humano entra al mundo cualitativo de la comunicación y de la moral ¾lo que podría ser un sutil antecedente de la intervención de “lalengua” de Lacan o a su ontología “moterialista” referida al materialismo de la palabra¾ a partir de su indefensión: 

El organismo humano es al comienzo incapaz de llevar a cabo la acción específica. Esta sobreviene mediante auxilio ajeno: por la descarga sobre el camino de la alteración interior, un individuo experimentado advierte el estado del niño. Esta vía de descarga cobra así la función secundaria, importante en extremo, del entendimiento {Verstandigung; o «comunicación},y el inicial desvalimiento del ser humano es la fuente primordial de todos los motivos morales.[12]

Más adelante, en el apartado 15, agrega lo siguiente: “Cuando en el estado de deseo inviste de nuevo el objeto-recuerdo y entonces decreta la descarga, no obstante que la satisfacción por fuerza faltará, porque el objeto no tiene presencia real sino sólo en una representación-fantasía.[13]

¿De alguna manera, esto “real” para Freud podría tener que ver también con La Cosa no representada o solo como el objeto de la realidad objetiva que no está presente, y que tampoco llegaría a satisfacer en su totalidad? ¿Se desprende la misma falta en la satisfacción en este sentido? En ambos sentidos, una falta de satisfacción originaría una búsqueda constante, el deseo. Freud le da la función al sistema de las neuronas “w” de proporcionar el signo (excitación-descarga) de esta realidad objetiva o cualidad, laque solo podría competir con una fuerte investidura del objeto-deseo por una inhibición del “yo” hacia esta vía alucinatoria. El “yo” entonces proporcionaría “criterio para distinguir entre percepción y recuerdo”.

Por ejemplo, en el caso que esté presente un objeto real y la investidura objeto-deseo concuerde solo en parte con la percepción, se plantea de esta forma:

El complejo-percepción se descompondrá, por comparación con otros complejos-percepción, en un ingrediente neurona a, justamente, que las más de las veces permanece idéntico, y en un segundo, neurona b, que casi siempre varía. Después el lenguaje creará para esta descomposición el término juicio {Urteil; «parte primordial»}, y desentrañará la semejanza que de hecho existe entre el núcleo del yo y el ingrediente constante de percepción [por un lado], las investiduras cambiantes dentro del manto y el ingrediente inconstante [por el otro]; la neurona será nombrada la cosa del mundo {Ding}, y la neurona b, su actividad o propiedad -en suma su predicado.[14]

En el texto citado se menciona por primera vez La Cosa (Das Ding) en el proyecto. Es interesante que La Cosa sea asociada al sujeto, que sería lo constantemente no representado, a diferencia de sus propiedades o actividad que sería lo inconstante del predicado. Es otra analogía lingüística que muestra el interés, siempre presente, de Freud en el lenguaje para abordar o ejemplificar la estructura de los procesos psíquicos. ¿La presencia de La Cosa indeterminada en el otro, el “sujeto” invariable, es también causante de deseo?

Es curioso que la característica de cosa indeterminada del sujeto sea retomada por Lacan de diferentes maneras y en diferentes tiempos, pero el resto indeterminado también es asociado al sujeto, en un sentido inverso: para hablar de la división del sujeto al entrar al mundo del otro, siempre quedando un resto no comprendido, indeterminado y singular.

En Función y campo de la palabra, alude a una referencia de Heidegger:

…el instinto de muerte expresa esencialmente el límite de la función histórica del sujeto. Ese límite es la muerte, no como vencimiento eventual de la vida del individuo, ni como certidumbre empírica del sujeto, sino, según la fórmula que da Heidegger, como ‘posibilidad absolutamente propia, incondicional, irrebasable, segura y como tal indeterminada del sujeto’, entendámoslo del sujeto definido por su historicidad. [15]

En este texto, Lacan plantea el predicado, lo simbólico, o sea el lenguaje, como el asesinato de La Cosa, que es el límite del “pasado que se manifiesta invertido en la repetición”[16]. “Repetición primitiva” que Freud en estas épocas asociaba con lo inconsciente automático (a partir de la teoría de Jackson) que después, en Más allá del principio del placer, lo ligará al instinto de muerte. Sin embargo, en ese asesinato de la cosa queda un resto, un resto que deja o aparece en el sujeto como un deseo eterno. ¿Un deseo de descarga indeterminado? ¿Un resto-causa del inconsciente? ¿Lo indeterminado es causa? Lacan más adelante tratará al inconsciente como lo “no realizado”:

El inconsciente se manifiesta primero como algo que está a la espera, en el círculo, diría yo, de lo no nacido. No es extraño que la represión eche cosas allí. Es la relación con el limbo de la comadrona que hace abortos. Esta dimensión ha de evocarse, con toda seguridad, en un registro que nada tiene de irreal o de-real, pero sí de no realizado.[17]

En la misma línea, quería citar otro pequeño texto de Lacan de los Otros Escritos, en el prefacio a la versión inglesa del mismo Seminario 11, en donde se conceptualiza el inconsciente “real” lacaniano:

Cuando el esp de un laps, o sea, puesto que no escribo sino en fran­cés, el espacio de un lapsus, ya no tiene ningún alcance de sentido (o interpretación), solo entonces uno está seguro de estar en el inconscien­te. Uno lo sabe, uno mismo. Pero basta con que se le preste atención para salir de él. No hay allí amistad que a ese inconsciente lo soporte.[18]

Lo inconsciente mantiene su característica principal de no dejarse coger, solo se necesita la atención para que huya de lo determinado. Se podría hacer una conceptualización sugerente como un “principio de incertidumbre”, citando a la física, o teorizarlo como una necesidad lógica desde la teoría de conjuntos.

En Estudios sobre la histeria, la búsqueda de Freud se enfoca en el uso del instrumento de la sugestión hipnótica para sacar este material del inconsciente, que es tan difícil de atrapar. Así se plantean ¾con Breuer¾ dos razones, relacionadas con lo que se pensaba ya en el Proyecto, para la formación de la histeria desde lo inconsciente: una es que la vivencia o trauma original se da en un estado de disociación del sujeto (“estado hipnoide”), y la otra es cuando el “yo” considera defenderse de esa vivencia traumática por medio de la represión. El procedimiento “catártico” funcionaría en los dos casos para volver consciente lo inconsciente o para descargar o “abreaccionar” la fuerza del síntoma. La definición del principio de constancia, para darle más sustento a la descarga, llegaría más tarde.

A partir del análisis de las histéricas se empiezan a usar los términos teóricos conocidos desde una perspectiva más psicoanalítica. Breuer influye aún más en Freud en relación a que los problemas psíquicos deben tratarse en el lenguaje de la psicología. En Estudios sobre la histeria, Breuer mismo menciona por primera vez el concepto de “lo inconsciente” (das Unbewussle) en un sentido psicoanalítico; lo hace mientras habla del caso de Anna O. y lo usa entre comillas también como si fuera una idea de Freud, el que luego lo utiliza en el texto, pero sin comillas.[19]

La idea de “pulsión sexual” aparece también en este texto. Breuer la remarca como “la fuente más poderosa de aumentos de excitación persistentes (y, como tal, de neurosis)”.[20] Para Freud cobra más importancia lo sexual en lo inconsciente, como origen de la histeria y las neurosis.

Otras nociones, como investidura (Besetzung), están todavía en camino de convertirse en conceptos puramente psicoanalíticos (creo que ya se puede proponer esa palabra, ya que un año después ya es utilizada en sus textos). Recién en 1905, en El chiste y su relación con lo inconsciente, Freud rechazaría todo uso del término investidura que no fuera psicológico, es decir, todo propósito de equiparación a las neuronas o al aparato nervioso[21].

Sobre el término “sistema nervioso”, James Strachey comenta en una nota dentro de Estudios sobre la histeria:

Una corrección que Freud se sintió obligado a hacer treinta años después en la última oración del presente libro pone de relieve la inestabilidad de la posición que en materia de neurología aún trataba de mantener en 1895. En esta fecha había empleado el término «Ner- vensystem» {«sistema nervioso»}, que en 1925 cambió por «Seelen- leben» {«vida anímica»}. Pero lo que parecía un cambio trascendental no afectó en lo más mínimo el significado de la oración. Ya en la época en que Freud escribió este trabajo, el viejo vocabulario neurológico no era más que una envoltura.[22]

El camino de Freud hacia su obra más importante de estos años, La interpretación de los sueños, en 1900, está marcado por el abandono de la hipnosis, la diferenciación con el método catártico, el acercamiento a otras neurosis, y, sobre todo, la apertura de la investigación de lo inconsciente por medio de los sueños ¾los suyos principalmente¾ y su autoanálisis ¾que empieza en el verano de 1887¾. A partir de esto, se posibilitan diferentes vías para descubrimientos fundamentales, que van desde la sexualidad infantil y los comienzos del complejo de Edipo hasta la crítica a las convenciones de la cultura y hacia la propia medicina en su abordaje de la sexualidad.

En La interpretación de los sueños, se reafirma lo que Freud había estado pensando ya unos años antes, en el “Proyecto”. Convierte su base neuronal en sistemas o procesos, “divide” el aparato psíquico en los sistemas Inconsciente, Pre-consciente y Consciente (se habla de una “primera tópica” freudiana basada en estos tres sistemas como su fundamento).  Esta concepción dura más de veinte años hasta que se planteará el Ello, Yo y Superyó (la que sería la “segunda tópica”). Sin embargo, ligado a esto, James Strachey cree que “el más importante entre todos los descubrimientos obsequiados al mundo en La interpretación de los sueños: la distinción entre los dos modos diferentes del funcionamiento psíquico, el proceso primario y el proceso secundario”[23], aunque también esta división se había iniciado en el Proyecto.

El que se llame proceso “primario” se refiere no solo a un orden jerárquico ni característico sino también cronológico en el desarrollo de la psiquis. Este se encargaría de la “descarga de la excitación a fin de producir, con la magnitud de excitación así reunida, una identidad perceptiva (con la vivencia de satisfacción).”[24] Y el proceso secundario mediaría la descarga por medio de las investiduras, entonces apuntaría más bien a “una identidad de pensamiento”.[25] Entonces el principio de “placer” estaría fuertemente ligado al principio de “constancia” y complementado por el de “realidad”:

…la acumulación de la excitación —según ciertas modalidades de que no nos ocupamos— es percibida como displacer, y pone en actividad al aparato a fin de producir de nuevo el resultado de la satisfacción; en esta, el aminoramiento de la excitación es sentido como placer. A una corriente [Strómung] de esa índole producida dentro del aparato, que arranca del displacer y apunta al placer, la llamamos deseo; hemos dicho que sólo un deseo, y ninguna otra cosa, es capaz de poner en movimiento al aparato, y que el decurso de la excitación dentro de este es regulado automáticamente por las percepciones de placer y de displacer.[26]

Aquí cabría preguntarse si el aminoramiento de la excitación es sentido siempre como “placer” en el proceso primario; ¿en el proceso secundario también podría ser displacer, no solo si lo vemos desde el principio de realidad? Esto podría ser una sutil idea de conflicto entre procesos o principios que llevaría a los cuestionamientos del texto “Más allá del principio de placer”, en 1920, y luego, tal vez, al “goce” de Lacan.

En La interpretación de los sueños también se tocan otras de las teorías que Freud ha estado pensando a lo largo de los años. La mayoría de términos se utilizan ya de forma casi enteramente psicológica y Freud se sumerge en esta forma de interpretar los sueños como hechos psíquicos. Él cree firmemente que para entender al ser humano hay que entender lo psíquico. Y quiere dejar nuevamente bien en claro que lo psíquico no es lo consciente; que la propiedad de “conciencia” está sobreestimada y es más bien un obstáculo para comprender lo inconsciente:

Lo inconsciente, según la expresión de Lipps [1897, págs. 146-7], tiene que suponerse como una base universal de la vida psíquica. Lo inconsciente es el círculo más vasto, que incluye en sí al círculo más pequeño de lo consciente; todo lo consciente tiene una etapa previa inconsciente, mientras que lo inconsciente puede persistir en esa etapa y, no obstante, reclamar para sí el valor íntegro de una operación psíquica. Lo inconsciente es lo psíquico verdaderamente real, nos es tan desconocido en su naturaleza interna como lo real del mundo exterior, y nos es dado por los datos de la conciencia de manera tan incompleta como lo es el mundo exterior por las indicaciones de nuestros órganos sensoriales.[27]

Recurrente es la presencia de Lipps en este punto. Es un filósofo y psicólogo alemán contemporáneo a Freud, que también teoriza sobre la conciencia. Lipps planteaba que todo lo psíquico había tenido necesariamente que ser inconsciente y que podrían existir diversos niveles de conciencia. Freud lo cita con mucha estima y lo separa de otros filósofos que teorizan sobre lo inconsciente solo como lo opuesto a lo consciente. Lipps también utilizó la palabra “subconsciente”, que justo a partir de La interpretación de los sueños se vuelve obsoleto para el psicoanálisis. Freud utilizaría en otros textos posteriores la teoría de Lipps sobre la empatía para tratar el problema de la relación con el otro, algo que Lacan desarrollaría aún más.

Con La interpretación de los sueños, Freud demuestra que una de las puertas más directas de entrada al inconsciente es el análisis de los sueños, lo que le permitiría seguir desarrollando su teoría en los años siguientes. Encuentra en los sueños el “gran objeto” de investigación. Una forma única de conocer el funcionamiento de lo inconsciente, sus causas y funciones, sus “objetivos”. La gran promesa no solo queda ahí, sino que al entender lo que no es arbitrario en los sueños, y por ende, lo “psíquico verdaderamente real”, es decir, lo inconsciente:

…se nos promete también alcanzar una perspectiva sobre la infancia filogenética, sobre el desarrollo del género humano… Entrevemos cuan acertadas son las palabras de Nietzsche: en el sueño «sigue actuándose una antiquísima veta de lo humano que ya no puede alcanzarse por un camino directo»; ello nos mueve a esperar que mediante el análisis de los sueños habremos de obtener el conocimiento de la herencia arcaica del hombre, lo que hay de innato en su alma. [28]

Iván D’Onadio Muñoz
(Fuente: 
https://puntoedu.pucp.edu.pe/)

Con la intención de cerrar este inicial recorrido sobre los primeros intentos de Freud de leer lo inconsciente, quisiera citar una última pequeña frase en este mismo sentido de ir hacia lo profundo, arcaico e indeterminado, que aparece ya casi al final de La interpretación de los sueños ¾sin duda, el libro más representativo de estos primeros años, con el cierra una gran etapa y abre otra¾; una frase sugerente de Virgilio, que Freud rememora, utilizándola como metáfora del esfuerzo de las pulsiones desalojadas por llegar a lo consciente, la que podría ser también una analogía sobre la búsqueda que él mismo ha seguido y seguirá durante los próximos años de su vida para leer lo inconsciente: Flectere si nequeo superos, Acheronta movebo (“Si no puedo inclinar a los Poderes Superiores, moveré las Regiones Infernales”)  [Virgilio, La Eneida, VII, 312] “[29]


[1] Lacan, J., Otros Escritos, p.599. Paidós. 2012

[2] Freud, S., Histeria (1988), p. 54. En Obras Completas, volumen I. Buenos Aires. Amorrortu. 1886/1899.

[3] Ibid.

[4] Bassols, M., El Psicoanálisis como resguardo del sujeto frente al ‘Totalitarismo Científico’. Punto de fuga – Revista 22 Feb., 2017 https://www.youtube.com/watch?v=8tuL6R5M5JA

[5] Ibid.

6 Freud, S., La Afasia (1981), p. 71. Nueva Visión.

7 Ibid., p. 86.

[8] Ibid., p. 91.

[9] Freud, S., Bosquejos de la “comunicación preliminar” de 1893, P. 189. En Obras Completas, volumen I. Buenos Aires. Amorrortu. 1886/1899.

[10] Ibid., p. 183.

[11] Freud, S., El Proyecto de Psicología (1950 [1895]), P. 352. En Obras Completas, volumen I. Buenos Aires. Amorrortu. 1886/1899.

[12] Ibid., p. 362.

[13] Ibid., p. 370.

[14] Ibid., p. 373.

[15] Lacan, J., Escritos 1, P. 305. Siglo veintiuno editores. 2009.

[16] Ibid.

[17] Lacan, J., Seminario 11. P. 30. Paidós, 1964.

[18] Lacan, J., Otros Escritos, P.599. Paidós, 2012.

[19] Freud, S., Estudios sobre la histeria (J. Breuer y S. Freud) (1893-1895) , p. 68. En Obras Completas, volumen II. Buenos Aires. Amorrortu. 1893/1895.

[20] Ibid., p. 211.

[21] Freud, S., nota de James Strachey “Estudios sobre la histeria”, p. 19. En Obras Completas, volumen II. Buenos Aires. Amorrortu. 1893/1895.

[22] Ibid.

[23] Ibid., p. 8.

[24] Freud, S., La interpretación de los sueños, p. 591. En Obras Completas, volumen V. Buenos Aires. Amorrortu. 1900/1901.

[25] Ibid.

[26]Ibid., p. 588.

[27] Ibid., p. 600.  

[28] Ibid., p. 542.

[29] Ibid., P. 597.






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