31 de agosto de 2013

Para guardar la orientación del psicoanálisis - Judith Miller

                                                                                              Judith Miller

Cartas a los amigos
Para guardar la orientación del psicoanálisis
De Judith Miller a Pablo E. Chacón

En su forma actual, la lógica del discurso del amo admite que el ser humano es un viviente, pero deja de lado que es un viviente que habla. De este modo olvida (y hace olvidar) los efectos que se desprenden de ello. El primero es que tratando de expulsar por la puerta al síntoma -furor sanandi-, éste retorna por la ventana, tal como Freud lo constata.
La consecuencia es esa “crueldad sonriente”, según la bella fórmula de Jacqueline Dheret: la de encontrar métodos o “buenas prácticas”, “recomendadas” porque son aprobadas por la autoridad política o por autoproclamados expertos en evaluación. Esta lógica conduce a reducir al ser hablante a un productor-consumidor del que se espera conseguir alguien que no ponga ningún grano de arena en la máquina aceitada del mercado mundial, todos puestos a marchar al paso de la norma, formateados como robots sobre un premodelo de bienestar y felicidad. Este totalitarismo soft querría imponerse en nombre de un universal que conjuga los derechos del hombre y la ciencia a través de operaciones de marketing que se jactan de la novedad de los métodos consensuales.

Es a lo que está confrontado en la actualidad el psicoanálisis. Esos ataques no son una novedad, como lo demuestra la historia desde que Freud nombró la palabra inconsciente. Ser atacado es algo bueno. Aún le es necesario al psicoanálisis saber guardar su orientación, sin ceder sus principios y evitar la autosegregación que resultaría de un desinterés de los nuevos pasos que la ciencia puede dar: las ilusiones del amo hipermoderno. Es clave no sólo resistir al cientificismo y a las operaciones de marketing que vienen a su apoyo, a menudo por vía de medios dóciles, cómplices de los imperativos del discurso capitalista.

Escuché recientemente a una mujer dedicada a la política que decía: “Hay pequeñas cosas que tienen gran importancia”. Ese principio me parece que condensa la orientación que exigimos, en términos muy simples, y tienen, además, la ventaja de subrayar que “pequeñas” cosas tienen una “gran” importancia. Formado en el psicoanálisis como experiencia personal, un practicante sabe, por ejemplo, que el ser humano es un viviente cuyo cuerpo está marcado por la lalengua, y que el pequeño hombre (el niño) es portador de un saber para escuchar, haya o no hecho la “elección” autista. Los niños también saben, casi de entrada, que al dirigir las palabras a un analista, éstas toman todo su peso, y les alivian el sufrimiento y la soledad que son propios de cada uno.

24.08.2013


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