19 de septiembre de 2013

Entrevista a José Fernando Velásquez - Primera parte


Por: Angélica Ballón Sánchez
         Roberto Carlos Galván Sánchez


P: A la luz de las últimas enseñanzas de Lacan sobre el inconsciente, considerando el inconsciente transferencial y el inconsciente real, acerca del inconsciente real Lacan dice que “no hay allí amistad alguna que ese inconsciente soporte”. ¿Cómo se puede pensar la transferencia?, ¿cómo se sostiene la transferencia en la clínica del autismo, y también de las psicosis?

R: La transferencia hay que pensarla en términos generales como el anudamiento que se produce entre las posiciones de goce del analizante y algún rasgo, alguna pieza que está en el semblante del analista; puede ser la voz, la mirada, su título, el ideal que representa, una impresión…“no me parece querido, o amable”, o  “me lo referenciaron muy bien”. Eso es para cualquier ser hablante.

En el caso de las psicosis y del autismo la transferencia se va a instalar por el anudamiento entre el autista o psicótico a una posibilidad que le dé ese analista de alojar algo de la construcción que él viene haciendo. Y, eso no es sencillo. Porque nos podemos disponer para recibir a los niños psicóticos, a los autistas, pero es el niño mismo el que elige cómo se va a anudar,  cuándo se va a anudar, y la manera generalmente estereotipada de anudarse. Puede ser simplemente porque el analista no hable, o por el contrario, por que su voz sea muy suave, o porque no lo mira, o por el contrario porque lo mire mucho, o encontró un lápiz o cualquier objeto que le llame la atención. Hay una serie de condiciones que son contingentes en ese anudamiento que hace el niño al espacio, a la persona, al cuerpo, a los objetos del analista.  El arte es que sea un anudamiento sostenido a través del tiempo, porque puede haber anudamientos momentáneos, el chico se entusiasma, se prende de un objeto, por ejemplo, o del hecho de que “no me mira”, el analista no lo mira directamente, y eso hace que el autista o el psicótico pueda sentirse cómodo,  tranquilo, sin amenaza; o porque la sesión sea breve, o porque la sesión sea larga; todo depende del caso por caso. Entonces, ese anudamiento que se da ahí hay que tratar de sostenerlo en la medida en que se sepa leer qué es lo que lo anudó.

Es una transferencia no al sujeto supuesto saber,  lo que sí ocurre en la neurosis, sino que pasa por una dimensión puramente real, por lo imposible, lo ilimitado, lo repetido. Eso hace que por ejemplo se pueda trabajar entre varios con un solo autista. La práctica entre varios lo que muestra es que la transferencia el autista la instala, diríamos, a un Otro insustancial, no personificado, no individualizado, sino más bien a unas ciertas condiciones de espacios, de sonidos, de ambientes, de modos de ser recibido. Eso es lo que el analista tiene que tener en cuenta, que no va a ser una transferencia de suposición de saber, y que se basará sobre todo en alimentar esa transferencia a través de hacer una buena lectura de lo que está sucediendo en él a nivel real.  El autista o el psicótico, es muy sensible a cualquier surgimiento de una encarnación del Otro real. Por decir algo, hay mucha bulla afuera en el consultorio, o que el analista lo mire mucho, o que le haga una pregunta dirigiéndose directamente a él, o que perciba un determinado gesto. Eso ya puede encarnarle al autista el Otro real. Entonces se va a replegar, y se va a replegar detrás de su fortaleza, y bueno, va a ser mucho más complicado volverlo a sacar.

Insisto en que es con la lectura sostenida que permita entender y comprender cuál es el lugar que da el autista al analista, sobre todo en esa dimensión como espejo, y como receptor del objeto de la pulsión parcial.

Para mí me es muy importante lo que hizo la señora Rosine Lefort con Nadia. Nadia es una chica de 18 meses, que en ese momento está internada en un hospicio, y tiene muchísimas enfermedades, prácticamente es una niña desahuciada; pero está siendo asistida, alimentada, cambiada, cargada por todo el personal de la institución. Y lo que hace la señora Lefort es tachar ese Otro, descompletarlo, ser ex-istente a ese Otro. Ella decide: Nunca le voy a dar ni comida, ni le voy a cambiar pañales; así esté pidiéndomelo, así esté sucia, no lo voy hacer. Ella se sustrajo de ese Otro general, y eso no es algo que pase desapercibido para Nadia. Nadia se da cuenta, y empieza a construir una demanda: “déme papilla”.

Otra manera de sustraerse de la señora Lefort a ese Otro es prestándose a dejarse agujerear: Nadia requiere agujerear lo real, agujerear al Otro y la señora Lefort se presta para que la niña lo haga, presta su cuerpo. El Otro de la institución no lo hacía, solamente hacía una tarea de asistencia. La señora Lefort permite que la niña explore sus ojos, su boca, sus manos, la blusa, sus gafas. Con ese ejemplo te muestra cómo el analista sabiéndose situar frente al autista, instala la transferencia. Y que es una transferencia que no puede ser solamente de 5 o 10 minutos, sino que hay que sostenerla a través del tiempo. Eso será posible siempre y cuando entienda cómo es que se mueve, cuál es el sustrato de esa transferencia.


P: ¿Cuál es la especificidad del psicoanálisis frente a los otros tratamientos psi?

R: La especificidad viene de la conceptualización de la condición del ser humano como un ser de goce y como ser hablante. A través de la historia si bien somos definidos como seres humanos, también somos seres de goce, que obtenemos una satisfacción que va mucho más allá de la necesidad. El anudamiento entre lengua y satisfacción genera una serie de situaciones en la condición humana como es la demanda. Demandamos amor, demandamos afecto, demandamos cuidados, demandamos que el otro cumpla con nuestras expectativas. No sólo instala la demanda sino también instala las identificaciones, entonces yo quiero ser como tal o aquel, como este personaje o como mi papá. Y genera también una sensibilidad a la palabra, al significante como decimos en el psicoanálisis; el ser hablante de goce es un ser que no es indiferente a la palabra del Otro, al deseo del Otro o a la satisfacción del Otro.

Son esas tres respuestas del ser hablante lo que las demás disciplinas psi tienen en cuenta, cómo el ser hablante responde al deseo del Otro o a sus ideales. Sabemos que cualquier psicología trata para que un chico se instale en la demanda que el colegio quiere: Que marche bien, que se comporte bien, o la demanda al ideal que el padre o la madre quieren.

El psicoanálisis de orientación lacaniana tiene en cuenta la posición de cómo se responde desde una necesidad de satisfacer un goce que es muy singular en cada ser hablante; una satisfacción que se impone, que no es del orden de la necesidad, que siempre es repetitiva, que siempre va a estar a pesar de la edad o de la evolución de ese ser hablante. Y esa necesidad de satisfacer ese goce se vuelve algo sintomático.

Esto es lo que vemos por ejemplo en la anorexia; la anorexia está por fuera, dice el psicoanálisis, del ideal de la delgadez, está por fuera del sentido común de que me voy a enfermar, que ya tenga o no osteoporosis o que se le está complicando la cuestión de la salud porque se desmaya. Ahí vemos a un sujeto tomado absolutamente por una satisfacción que va mucho más allá del ideal, del deseo o de la identificación, que pretende satisfacer una condición muy autística de goce, muy singular en ese sujeto para sentirse realizado o satisfecho. Lo mismo en una toxicomanía o lo mismo se puede explicar por ejemplo en la relación entre los sexos.

El tomar en cuenta que en ese tipo de satisfacción no hay complementariedad, no hay pareja, no hay ideal, satisfacción en un orden muy autístico, muy singular, hace que el psicoanálisis de orientación lacaniana no pueda responder a los ideales de un tercero, ni el de los padres, ni el de la escuela, ni de una sociedad; no se puede decir que los sujetos sometidos a un psicoanálisis de orientación lacaniana van a rectificar una conducta o se van a acomodar a un ideal institucional, más bien buscarán estar más tranquilos con la satisfacción que pretenden.

El psicoanálisis de orientación lacaniana se oferta para que el sujeto en cuestión pueda leer y capturar ese rasgo de satisfacción, de goce singular y que el sujeto pueda asumirlo, que pueda consentir que eso es del él, que lo reconozca como algo propio a pesar de que sea ajeno, que genere un cierto tipo de extrañeza. No es algo del orden de la manera usual de pensar o que vaya acorde con los ideales; pero sí es posible que él se diga: “yo soy eso, yo repito eso, yo me veo varias veces en ese comportamiento, en esa conducta, eso es mío”. Que el ser hablante se reconozca en eso donde él goza, permite que ese ser hablante pueda tener un saldo de saber a su favor, que sepa cómo saber hacer con eso, porque eso va a estar ahí siempre en su existencia. Saber hacer con eso implica un poco una versatilidad respecto a ese rasgo de goce, una posibilidad de obtener una satisfacción pero de una manera en que él mismo lo decida, lo elija, y no simplemente ser arrebatado por esa condición de goce, que es lo que uno ve en muchos síntomas contemporáneos, o en el neurótico obsesivo que no quiere hacer esto, o la histérica que quiere que el otro la satisfaga de esta u otra manera.

Entonces lo que singulariza al psicoanálisis de las otras disciplinas psi es tener en cuenta la dimensión de lo que Lacan llamaba lo real, lo sin ley, aquello ilimitado, aquello repetitivo, aquello que siempre vuelve a ser lo mismo, aquello que es imposible de ser atrapado por el sentido.

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