5 de octubre de 2013

Entrevista a José Fernando Velásquez - Segunda Parte

Estimados amigos, publicamos la segunda parte de la entrevista que realizamos a José Fernando Velásquez. 

P: ¿Cómo se enseña o se transmite el psicoanálisis?

R: Con la pregunta me remontas a ¿cómo hizo Freud?, ¿cómo hizo Lacan?, o ¿cómo hicieron los grandes maestros del psicoanálisis? Fueron seres que rompieron los esquemas del discurso social en donde estaban establecidos, y que hicieron lo mismo con los que se sometieron a su intervención, o a su enseñanza. Pero esa ruptura no la hicieron simplemente por rebeldía, sino al establecer muy bien cuál es el discurso en el que la subjetividad está inserta. Freud, leyendo muy bien lo que había entre líneas en la era victoriana, en el modernismo que se estaba consolidando en ese momento, cómo leía la función del Padre, la función del amo respecto a la sexualidad.

Yo creo que una primera condición para la transmisión del psicoanálisis es poder responder a las preguntas de la época. Me parece que el psicoanálisis debe saber responder muy bien o acompañar en la lectura de lo que son las situaciones del momento en que se vive. Remito al Lacan del 68, un Lacan que estaba viviendo un ambiente revolucionario, de juventud, donde se quería destituir al amo, donde se quería el empoderamiento del discurso universitario.  Lacan acompaña ese movimiento con una posición de lectura muy singular. Él supo que no bastaba destituir al Amo, luego lo afirma, hay que separarse de él con la condición de haberse servido de él. No era cualquier cosa. Ese solo hecho hizo que la gente haya vuelto los ojos a mirar quién era ese, más que escuchar qué es lo que este hombre está diciendo conceptualmente, aunque lo hacía con una gran solvencia. Eso generó un gran impacto en toda la generación que acompañaba a Lacan, que son los maestros de hoy en día.

Otro pilar es la práctica analítica. No se puede enseñar el psicoanálisis, desde mi punto de vista, bajo lo que es el discurso universitario. Hoy en día hay muchas maestrías, doctorados, especializaciones, hay CID que transmiten un conocimiento sobre el psicoanálisis. Hay una cantidad de saber que se puede transmitir de un modo universitario, pero eso no da suficientes herramientas para la práctica clínica. Entonces, una forma de agarrar ese vector de la práctica analítica es a partir de la cuestión de la casuística. Casuística propia, casuística de otros que sea similar a la que yo estoy teniendo. Y que se pueda desarrollar con otros el estudio de esa casuística.

Por lo menos a nivel personal, esa ha sido mi manera de aprender. Porque, entonces, me llega un chiquito, como el que comentaba, un autista de 4 años, en mi primer año de formación como psiquiatra. “Y bueno, yo, ¿qué hago?, aquí, ¿qué hago?” Y bueno, si yo me reúno con docentes, o con otros compañeros que están en las mismas recibiendo a otros autistas, y si además estoy leyendo a Silvia Elena Tendlarz, que está atendiendo autistas, si leo a la señora Lefort, que está atendiendo autistas, puedo ahí establecer una serie de inquietudes y de similitudes, de leer entre líneas qué es lo que está sucediendo ahí. Si además puedo hacer un cartel con la pregunta por el autismo, y ese dispositivo me permite mantener abierta la cuestión por un tiempo de uno o dos años, eso va a formar un saber que es diferente al que me transmite un docente. Un poco de saber nunca va a ser “un saber” completo: No se puede decir, ya hice el curso sobre psicosis en niños, y ya sé cómo manejar psicosis en niños. No hay nada más alejado de eso.

Entonces, la transmisión del psicoanálisis me parece que tiene que pasar por la práctica analítica. Y tiene que pasar por un agujereamiento de la posición de saber. Por eso es que alguien que quiera formarse en psicoanálisis debe además de analizarse, consentir al dispositivo de Escuela. El dispositivo de Escuela es el andamiaje de normas, ordenamientos, lineamientos de funcionamiento alrededor del psicoanálisis pero en el que hay un agujero central y en donde nadie puede decirse que él es el analista. Pues nadie lo encarna. Todos están ahí bordeando ese agujero. Es lo mismo, nadie sabe exactamente cómo manejar al autista, puede que lo haya sabido en un caso, pero eso no lo autoriza a saber cómo hacerlo con otro. Yo puedo haber manejado algunos autistas, pero puede que no sepa cómo manejar el que viene. Y eso es necesario pasarlo entre varios, en el dispositivo de Escuela, o de cartel. La función del Más Uno o del docente no es como en otras disciplinas del que sabe, sino más bien del que acompaña en una empresa de construcción de saber. No es el que transmite el saber.

Eso no es tan sencillo, aun dentro de las instituciones psicoanalíticas del Campo Freudiano. Es factible que algunos adopten la infatuación: “Yo soy el maestro”, “Yo soy el que sé”, “Yo transmito”, “Yo dicto tal seminario”. La infatuación obtura la transmisión. Siempre y cuando haya un lugar vacío, es posible generar algo. Y eso es fundamental para la transmisión del psicoanálisis.

Una experiencia formativa muy importante es la enseñanza que se desprende de la presentación de enfermos. Lacan la sostuvo durante casi todos los años del Seminario en un hospital, con entrevistas a sujetos psicóticos que estaban internados. Es una práctica que hemos heredado, y que algunas Sedes de la Escuela y de los CIDs lo tienen. Alguien autorizado hace la entrevista al paciente, buscando situar su singularidad psíquica, luego y ya sin el paciente, entre varios se estudia qué sucedió en esa entrevista: “Yo creo que había forclusión”, “no, no había forclusión”, “yo creo que sí la había en tal punto, lo que dijo en este momento, lo que hizo, cómo hizo”, “aquí hay un fenómeno alucinatorio”, o “¡ah, esto es lo que Lacan decía del fenómeno elemental, etc.!”. “¡ah, esto es!”, “que el deseo es el deseo del Otro, véanlo ahí”, “que el significante se vuelve real en la alucinación, ve, ¡ahí está!” Es una experiencia anudada al acto analítico y de la cual se puede extraer muchísimo saber.


En general puedo decir que nunca el psicoanálisis se estudia solo, y sin el análisis personal. Si es así, se termina en un delirio. Siempre es entre varios y siempre alrededor de un agujero de saber, así como todas las galaxias están constituidas alrededor de agujeros negros. Es una buena metáfora, en el sentido de que todo lo que podamos hacer está alrededor de un “no saber”.

P: ¿Qué piensa del movimiento de masas actual, qué piensa de los movimientos colectivos?

R: Yo no soy experto en estas lecturas, sin embargo me inquietan en la medida que creo son situaciones siempre contingentes y temporales, que se mueven alrededor de un vacío y generan distintas oleadas; primero viene la derecha, después viene la izquierda, luego de nuevo la derecha. Por ejemplo lo que ha pasado en España es que suben los socialistas, luego viene el partido de derecha, luego vuelve el socialismo. Hay una temporalidad en la dirección a la que se apunta. Igual sucede hoy con Egipto.

En todos esos movimientos hay una necesidad de líderes, pero los que surgen están todos tomados por una modalidad mediática. El líder utiliza lo mediático para rápidamente generar una imagen impactante de sí mismo, donde incluye su ideal de pareja, si es un líder atractivo, si es muy fuerte, si estuvo en vacaciones en tal sitio, si “moja” prensa o no. Y, de otro lado, también las masas necesitan de esos líderes, los empoderan muy rápido e igualmente los destituyen por cualquier dato estadístico o por la demostración de corrupción. El líder contemporáneo pasa a ser otro gadget más. Se instituye con pasión y la popularidad es altísima, y en cuestión de año y medio o dos años ya esa popularidad cae al 30 por ciento; entonces hay que cambiarlo, hay que destituirlo, hay que renovar y hay que encontrar otro nuevo.

Ahí veo una dinámica muy acelerada de cambio pero no es un cambio estructural, es un cambio más mediático, arrastrado por los mass media, muy del lado de la imagen, de aquello que pueda encarnar en un momento dado un ideal; pero el ideal está puesto en el objeto, no en el discurso.

Estas son condiciones políticas que andan dando muestra de aquello que dice el psicoanálisis, de que en la época el Nombre del Padre ya no va más, se puede corroborar en la medida que los partidos políticos tradicionales del siglo pasado tampoco van más. Tal vez una de las sociedades que conserva lo tradicional en política es la americana, pero en nuestras sociedades los partidos políticos se configuran y desconfiguran, duran una temporada hasta que se constituye otro.

Esto no está muy lejos tampoco de lo que son los fenómenos de tribus urbanas entre jóvenes, en un momento son los “Emos”, en otro tiempo serán los “Punk”, y luego “los tatuados”. Es una movilidad donde hay mucha transformación de la imagen, pero realmente en el fondo se sigue siendo lo mismo, una constante que no va a ser realmente tocada, una cosa que siempre va a estar allí. Y dentro de eso hay una persistencia muy fuerte de un amo del mercado y del comercio, que es lo que está empujando, impulsando y favoreciéndose de todos estos cambios y todos estos consumos. Estamos consumiendo no solo gadgets, tabletas, celulares, sino líderes políticos, imágenes, formas de satisfacción. Ahora el país de moda es Colombia en unos años será Turquía y dentro de tres o cuatro será tal isla. Estamos constantemente modificando lo que nos impone el mercado; el mercado está detrás movilizando al sujeto a tener una satisfacción episódica, repetitiva, siempre quiere más, generando un automatón de repetición, independiente si es con esto o con aquello.

Creo que los movimientos de masa contemporáneos pueden ser muy impactantes, pero así como suben a alguien luego lo bajan; realmente son cosas superficiales, de la imagen, se modifican ciertos semblantes, pero no se modifica lo estructural.

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