P: ¿Cómo se enseña o se transmite el
psicoanálisis?
R:
Con la pregunta me remontas a ¿cómo hizo Freud?, ¿cómo hizo Lacan?, o ¿cómo hicieron
los grandes maestros del psicoanálisis? Fueron seres que rompieron los esquemas
del discurso social en donde estaban establecidos, y que hicieron lo mismo con
los que se sometieron a su intervención, o a su enseñanza. Pero esa ruptura no la
hicieron simplemente por rebeldía, sino al establecer muy bien cuál es el
discurso en el que la subjetividad está inserta. Freud, leyendo muy bien lo que
había entre líneas en la era victoriana, en el modernismo que se estaba consolidando
en ese momento, cómo leía la función del Padre, la función del amo respecto a
la sexualidad.
Yo
creo que una primera condición para la transmisión del psicoanálisis es poder
responder a las preguntas de la época. Me parece que el psicoanálisis debe
saber responder muy bien o acompañar en la lectura de lo que son las
situaciones del momento en que se vive. Remito al Lacan del 68, un Lacan que
estaba viviendo un ambiente revolucionario, de juventud, donde se quería
destituir al amo, donde se quería el empoderamiento del discurso universitario.
Lacan acompaña ese movimiento con una posición
de lectura muy singular. Él supo que no bastaba destituir al Amo, luego lo
afirma, hay que separarse de él con la condición de haberse servido de él. No
era cualquier cosa. Ese solo hecho hizo que la gente haya vuelto los ojos a
mirar quién era ese, más que escuchar qué es lo que este hombre está diciendo
conceptualmente, aunque lo hacía con una gran solvencia. Eso generó un gran
impacto en toda la generación que acompañaba a Lacan, que son los maestros de
hoy en día.
Otro
pilar es la práctica analítica. No se puede enseñar el psicoanálisis, desde mi
punto de vista, bajo lo que es el discurso universitario. Hoy en día hay muchas
maestrías, doctorados, especializaciones, hay CID que transmiten un conocimiento
sobre el psicoanálisis. Hay una cantidad de saber que se puede transmitir de un
modo universitario, pero eso no da suficientes herramientas para la práctica
clínica. Entonces, una forma de agarrar ese vector de la práctica analítica es
a partir de la cuestión de la casuística. Casuística propia, casuística de
otros que sea similar a la que yo estoy teniendo. Y que se pueda desarrollar
con otros el estudio de esa casuística.
Por
lo menos a nivel personal, esa ha sido mi manera de aprender. Porque, entonces,
me llega un chiquito, como el que comentaba, un autista de 4 años, en mi primer
año de formación como psiquiatra. “Y bueno, yo, ¿qué hago?, aquí, ¿qué hago?” Y
bueno, si yo me reúno con docentes, o con otros compañeros que están en las
mismas recibiendo a otros autistas, y si además estoy leyendo a Silvia Elena
Tendlarz, que está atendiendo autistas, si leo a la señora Lefort, que está
atendiendo autistas, puedo ahí establecer una serie de inquietudes y de
similitudes, de leer entre líneas qué es lo que está sucediendo ahí. Si además
puedo hacer un cartel con la pregunta por el autismo, y ese dispositivo me
permite mantener abierta la cuestión por un tiempo de uno o dos años, eso va a
formar un saber que es diferente al que me transmite un docente. Un poco de
saber nunca va a ser “un saber” completo: No se puede decir, ya hice el curso
sobre psicosis en niños, y ya sé cómo manejar psicosis en niños. No hay nada
más alejado de eso.
Entonces,
la transmisión del psicoanálisis me parece que tiene que pasar por la práctica
analítica. Y tiene que pasar por un agujereamiento de la posición de saber. Por
eso es que alguien que quiera formarse en psicoanálisis debe además de
analizarse, consentir al dispositivo de Escuela. El dispositivo de Escuela es
el andamiaje de normas, ordenamientos, lineamientos de funcionamiento alrededor
del psicoanálisis pero en el que hay un agujero central y en donde nadie puede
decirse que él es el analista. Pues nadie lo encarna. Todos están ahí bordeando
ese agujero. Es lo mismo, nadie sabe exactamente cómo manejar al autista, puede
que lo haya sabido en un caso, pero eso no lo autoriza a saber cómo hacerlo con
otro. Yo puedo haber manejado algunos autistas, pero puede que no sepa cómo
manejar el que viene. Y eso es necesario pasarlo entre varios, en el
dispositivo de Escuela, o de cartel. La función del Más Uno o del docente no es
como en otras disciplinas del que sabe, sino más bien del que acompaña en una
empresa de construcción de saber. No es el que transmite el saber.
Eso
no es tan sencillo, aun dentro de las instituciones psicoanalíticas del Campo
Freudiano. Es factible que algunos adopten la infatuación: “Yo soy el maestro”,
“Yo soy el que sé”, “Yo transmito”, “Yo dicto tal seminario”. La infatuación
obtura la transmisión. Siempre y cuando haya un lugar vacío, es posible generar
algo. Y eso es fundamental para la transmisión del psicoanálisis.
Una
experiencia formativa muy importante es la enseñanza que se desprende de la
presentación de enfermos. Lacan la sostuvo durante casi todos los años del
Seminario en un hospital, con entrevistas a sujetos psicóticos que estaban
internados. Es una práctica que hemos heredado, y que algunas Sedes de la Escuela y de los CIDs lo
tienen. Alguien autorizado hace la entrevista al paciente, buscando situar su
singularidad psíquica, luego y ya sin el paciente, entre varios se estudia qué
sucedió en esa entrevista: “Yo creo que había forclusión”, “no, no había
forclusión”, “yo creo que sí la había en tal punto, lo que dijo en este momento,
lo que hizo, cómo hizo”, “aquí hay un fenómeno alucinatorio”, o “¡ah, esto es
lo que Lacan decía del fenómeno elemental, etc.!”. “¡ah, esto es!”, “que el
deseo es el deseo del Otro, véanlo ahí”, “que el significante se vuelve real en
la alucinación, ve, ¡ahí está!” Es una experiencia anudada al acto analítico y de
la cual se puede extraer muchísimo saber.
En
general puedo decir que nunca el psicoanálisis se estudia solo, y sin el
análisis personal. Si es así, se termina en un delirio. Siempre es entre varios
y siempre alrededor de un agujero de saber, así como todas las galaxias están
constituidas alrededor de agujeros negros. Es una buena metáfora, en el sentido
de que todo lo que podamos hacer está alrededor de un “no saber”.
P: ¿Qué piensa del movimiento de masas
actual, qué piensa de los movimientos colectivos?
R:
Yo no soy experto en estas lecturas, sin embargo me inquietan en la medida que
creo son situaciones siempre contingentes y temporales, que se mueven alrededor
de un vacío y generan distintas oleadas; primero viene la derecha, después
viene la izquierda, luego de nuevo la derecha. Por ejemplo lo que ha pasado en
España es que suben los socialistas, luego viene el partido de derecha, luego
vuelve el socialismo. Hay una temporalidad en la dirección a la que se apunta.
Igual sucede hoy con Egipto.
En
todos esos movimientos hay una necesidad de líderes, pero los que surgen están todos
tomados por una modalidad mediática. El líder utiliza lo mediático para
rápidamente generar una imagen impactante de sí mismo, donde incluye su ideal
de pareja, si es un líder atractivo, si es muy fuerte, si estuvo en vacaciones
en tal sitio, si “moja” prensa o no.
Y, de otro lado, también las masas necesitan de esos líderes, los empoderan muy
rápido e igualmente los destituyen por cualquier dato estadístico o por la
demostración de corrupción. El líder contemporáneo pasa a ser otro gadget más. Se instituye con pasión y la
popularidad es altísima, y en cuestión de año y medio o dos años ya esa
popularidad cae al 30 por ciento; entonces hay que cambiarlo, hay que destituirlo,
hay que renovar y hay que encontrar otro nuevo.
Ahí
veo una dinámica muy acelerada de cambio pero no es un cambio estructural, es
un cambio más mediático, arrastrado por los mass
media, muy del lado de la imagen, de aquello que pueda encarnar en un
momento dado un ideal; pero el ideal está puesto en el objeto, no en el
discurso.
Estas
son condiciones políticas que andan dando muestra de aquello que dice el
psicoanálisis, de que en la época el Nombre del Padre ya no va más, se puede
corroborar en la medida que los partidos políticos tradicionales del siglo
pasado tampoco van más. Tal vez una de las sociedades que conserva lo
tradicional en política es la americana, pero en nuestras sociedades los
partidos políticos se configuran y desconfiguran, duran una temporada hasta que
se constituye otro.
Esto
no está muy lejos tampoco de lo que son los fenómenos de tribus urbanas entre
jóvenes, en un momento son los “Emos”, en otro tiempo serán los “Punk”, y luego
“los tatuados”. Es una movilidad donde hay mucha transformación de la imagen,
pero realmente en el fondo se sigue siendo lo mismo, una constante que no va a
ser realmente tocada, una cosa que siempre va a estar allí. Y dentro de eso hay
una persistencia muy fuerte de un amo del mercado y del comercio, que es lo que
está empujando, impulsando y favoreciéndose de todos estos cambios y todos
estos consumos. Estamos consumiendo no solo gadgets,
tabletas, celulares, sino líderes políticos, imágenes, formas de satisfacción.
Ahora el país de moda es Colombia en unos años será Turquía y dentro de tres o
cuatro será tal isla. Estamos constantemente modificando lo que nos impone el
mercado; el mercado está detrás movilizando al sujeto a tener una satisfacción
episódica, repetitiva, siempre quiere más, generando un automatón de repetición, independiente si es con esto o con
aquello.
Creo
que los movimientos de masa contemporáneos pueden ser muy impactantes, pero así
como suben a alguien luego lo bajan; realmente son cosas superficiales, de la
imagen, se modifican ciertos semblantes, pero no se modifica lo estructural.
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