16 de octubre de 2013

ENTREVISTA A LUIS TUDANCA 
PRIMERA PARTE

“Lacan dijo que era lacaniano porque estudio chino”
Por Pablo E. Chacón


En Una política del síntoma, el psicoanalista Luis Tudanca despliega la concepción de la política para los chinos: actividad directa y eficacia indirecta o impolítica, categorías que pueden pensarse para la práctica analítica en la comunidad y en la clínica, orientada por el síntoma o por lo que se cifra en el síntoma.


El libro, publicado por la casa Grama, está ilustrado por los caracteres chinos que nombran la política, y es la oportunidad para discutir algunas categorías del italiano Roberto Esposito y los franceses Michel Foucault y Francois Jullien.


Luis Tudanca es analista de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL) y miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).


Esta es la primera parte de la conversación que sostuvo con Télam.

T : Cuál es la diferencia entre lo político y lo impolítico, con el trasfondo de la práctica política? ¿Y de la práctica analítica?
T : Me preocupo por distinguir la política de las políticas. De la primera alcanza con recordar que no la hay, aunque se la intente todo el tiempo. De la segunda puede confundir el plural pero se trata de una política cada vez, de la política en singular, contingente, ocasional. Lo impolítico es una política. No es ausencia de política, ni anti-política, ni despolitización. Mientras la política se sostiene en la acción política directa, lo impolítico se lleva mejor con la no-acción, que no es inercia, ni inactividad, ni inacción, sino un actuar sin actuar, una actuar sostenido en una acción indirecta. Ahora bien, no hay oposición entre las políticas y lo impolítico, no son dos formas antagónicas de la política sino que se anudan. No evitan ni agotan el problema de la decidibilidad en cada quien, cada vez. A veces se necesita privilegiar la acción política directa. Otras es necesario intervenir desde lo impolítico a través de una eficacia indirecta.

Aquí también vale distinguir entre acción política y activismo. Lo impolítico puede llevarse bien con la acción política, la que se sostiene en la acción directa, si consigue restarle el activismo en que puede confundirse. A la vez puede decirse que la acción política es el límite mismo a lo impolítico. Planteo en mi libro: Hay que acostumbrarse a la idea paradojal de una acción sostenida en la no-acción y a la inversa, una no-acción que sólo puede desplegarse en una acción concreta. Suplemento, no complemento. El alcance que tiene en psicoanálisis es inherente a la política del psicoanálisis. Diré por ahora que lo impolítico es la forma en que el no-todo se encarna en una política, la del psicoanálisis.

T : La práctica analítica, ¿es una práctica política o impolítica? ¿Cuál sería la diferencia, si existiera?
T : Lacan se preguntó qué es una praxis. La definió como aquella acción que da la posibilidad de tratar lo real mediante lo simbólico. La práctica analítica es en primer lugar, clínica, si con el término clínica abordamos una singularidad inclasificable, es decir, lo que cada uno es. Ese lo que cada uno es, el psicoanálisis lo aborda con la noción de síntoma. El síntoma es lo más real que hay en uno. Entonces: la práctica analítica se ocupa de lo real del síntoma de un sujeto, siempre y cuando ese síntoma se presente del lado de lo que no funciona, de lo que hace sufrir, de lo que traba la vida de alguien. Si nos restringimos a esa descripción, la práctica analítica es clínica -en el sentido recortado que hemos dado al término clínica- y no política, ni impolítica. Pero si el síntoma es singular, ¿habrá un síntoma social en el cual intervenir como práctica política? Lacan no se privó de usar el término síntoma social. Pero le redujo mucho el sentido. Para él sólo hay un síntoma social: cada individuo es realmente un proletario, es decir, no tiene ningún discurso con que hacer lazo social, dicho con otro término, semblante. Es una definición que disminuye mucho el aspecto social del síntoma para reenviarlo a lo más singular de cada quien. Pero lo más singular aparece subsumido en el término individuo que hay que traducirlo más como parlêtre que como sujeto, subrayando la ausencia de división y la connotación  de goce que arrastra. Individuo proviene del latís individuus, que significa indivisible. Que ese individuo sea un proletario da que pensar. ¿Por qué Lacan utiliza un término que proviene de la tradición marxista? Se trata del proletario contemporáneo, despojado de su saber y en el límite, desecho del mercado. La figura del desocupado muestra también lo que es un proletario contemporáneo. Desocupado no es solamente sin trabajo, es un sin lugar. Y Lacan agrega: sin discurso con que hacer lazo social. Es exactamente lo que decimos del sujeto contemporáneo que se refugia en su goce autista. Hay que aceptar esa paradoja: con el término síntoma social Lacan describe un parlêtre autista. Lograr un síntoma singular es muy difícil pero es a lo que apuesta el psicoanálisis: que el síntoma se dirija al Otro. Eso ya constituye un lazo social mínimo: la pareja analista-analizante.

T : Es allí donde usted habla de una política del síntoma. ¿Se podría hablar de una impolítica del síntoma? Sospecho que no. ¿Por qué no?

T : Lacan pensaba que el síntoma instituye el orden en que se revela nuestra política. Implica por otra parte que todo lo que se articule por este orden sea pasible de interpretación. Siempre se trata de leer el síntoma con la única herramienta con la que contamos, la interpretación. Lacan no dice que se pueda hacer algo más que eso, tanto en el psicoanálisis como en lo social. ¿Cómo intervenir entonces? Con la lectura del síntoma y con la interpretación. Si aceptamos esa perspectiva resta discutir qué valor le damos en ese contexto al término interpretación. Quizás haya una excepción en esta perspectiva: cuando se ataca al psicoanálisis. Es el momento de mayor presencia de la acción política en todas sus variantes. No sin lo impolítico pero con un privilegio claro de la acción política. No es lo mismo intervenir cuando se intenta desalojar al psicoanálisis, diluir su presencia, cuestionar su práctica, que en temas sociales donde puede convocarse a un psicoanalista para opinar. En el primer caso, todos los recursos para sostener al psicoanálisis son válidos ya que se cae en la constitución del dos. Ahí no se puede ser neutral y se justifica el despliegue de una acción política. En el segundo caso, cuando hay que opinar sobre temas que exceden nuestro marco, hay que decidir según la ocasión. Quizás en ese caso conviene mucho más lo impolítico que es uno de los nombres del no-todo. Pero  seguro es que hay que evitar agregar un sentido más a los sentidos que aportarán los especialistas. Los sentidos que lo impolítico puede rasurar, restar a las políticas apuntalando la acción política, son múltiples.
  

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