Con
el nombre de “Comunidades de goce, nuevas ideologías y nuevas terapias”, las
jornadas de la NEL en Lima nos convocan al trabajo en un eje temático cuyo
argumento expresa:
“Las formas de goce
diferentes al estándar se agrupan en esferas o guetos más allá de lo privado.
Una suerte de rechazo generalizado a consentir en hacerse representar por un
significante válido ante el Otro, el anhelo de mantener cierta unicidad y de
defender cierta originalidad, sumado a lo inasible del goce real, deja
ocasionalmente al sujeto como síntoma del Otro antes que ocupado en su
sufrimiento. El uso de tatuajes, ciertas manifestaciones artísticas, la
preponderancia de los vínculos virtuales a través del internet, las
organizaciones en pandillas o en defensa de un orden allí donde la
institucionalidad fracasa, etc., son parte de la serie de manifestaciones que
responden a su propio modo, al declive de la autoridad y de la función del
padre, y encarnan un goce que no se ordena en el par falo-castración.
Un eje que nos invita a pensar cómo
se presenta el goce femenino en el plano social. Si el mismo encarna,
para el psicoanálisis, un más allá de los límites fálicos, nos pone ante la
complejidad de lo que Éric Laurent nombra como “comunidades de goce”.
¿Pueden ellas llamarse “comunidades”, cuando el goce es inútil al lazo social?
¿Cuándo ellas, lejos de poner límite al goce, “hacen comunidad” en función del
exceso?
Un eje que también nos permite ir más
allá, pensar la violencia en los colegios, la relación acosador-acosado, la
manera en que las instituciones educativas tropiezan con sus problemas de
autoridad y “los chicos pueden sentirse abandonados a sí mismos y a su
propia violencia”.[1] Violencia
como goce sin límites que lleva, incluso, a las actuales masacres escolares y
que le hacen decir al mismo Laurent: “No hemos sabido inventar los rituales
apropiados que puedan ayudar a un joven violento a encontrar salidas que no
sean autodestructivas o destructivas para los demás”.
“Goce sin rostro”, goce opaco,
que opera de acuerdo al imperativo superyoico, caprichoso y que, a nivel
social, lo vemos funcionando también en intereses políticos, accionado por
colectivos que instalan un orden alterno en el seno de una
sociedad, cuando el esfuerzo de homogeneizar choca con lo innegable de la
disparidad de los goces, produciendo efectos segregativos y de violencia.
Más allá de la diversidad de ejemplos
que encontremos en el plano social, este eje nos permite interrogar a las
“nuevas ideologías y nuevas terapias”. ¿Qué quiere decir con ello? ¿Se trata de
las ideologías basadas en el rechazo del Otro o las que presuponen inscribirse
en el Otro? ¿Son ideologías que sostienen a las “nuevas terapias”? ¿Cómo se
articulan al goce femenino si, al decir “ideologías” y “terapias”, de alguna
manera pretenden cierta inclusión en el Otro, aunque no sea de acuerdo con lo
tradicional?
Si tenemos como presupuesto el goce
femenino como el lente a través del cual pensar el fenómeno social, ¿es posible
pensar una ideología o una terapia que no busquen inscribirse en el Otro? Se
tratará de explorar, aquí, de qué alteridad se trata en psicoanálisis. Y
cuál sería la posición del analista respecto a lo femenino, pues no se trata de
estar desarticulado del Otro. Una posición que va más allá de de la lógica
falo-castración y que nos permite comprender mejor lo que llamamos inconsciente
real.
Para mayor información, Usted puede
acceder a:
Twitter: @JornadasNELima
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