La experiencia contemporánea del análisis
Claudia
Velásquez
La
comisión epistémica de las Jornadas de la NEL, ha propuesto abordar como uno de
los ejes de trabajo de las mismas, la cuestión de “La experiencia contemporánea
del análisis”. Esta expresión ha sido extraída de la clase del 30 de marzo de
2011 del curso de J.-A. Miller El ser y el Uno,[1] texto
de apoyo para lo que se plantea a continuación.
Una primera pregunta que cabría plantearse al respecto es ¿qué es lo contemporáneo de la
Una primera pregunta que cabría plantearse al respecto es ¿qué es lo contemporáneo de la
experiencia
de análisis?
Lo
contemporáneo de la experiencia de análisis es su orientación hacia lo real,
más precisamente, para cada sujeto, hacia su real como Un real.
Un real que es susceptible de ser demarcado, localizado, en tanto su posición
está definida por la conexión del significante Uno con el goce. Así, seguir el
recorrido de estas dos coordenadas, la del Uno y la del goce en un análisis,
conduce al punto donde ellas se encuentran, encuentro que se experimenta como
un acontecimiento del cuerpo, como la emergencia de un cuerpo que se
goza.
Hablar
de lo contemporáneo de cierta manera impone plantear al menos algo de aquello
que le precedió. Al respecto Miller plantea la experiencia contemporánea del
análisis como una zona, un campo, que se abre más allá de la experiencia que
Freud instauró en su práctica; también Lacan antes de los últimos años de su
enseñanza. Por tanto, conviene precisar con respecto a qué se abre ese “más
allá”.
Freud,
en su práctica, se detuvo en la repetición que es efecto de la represión que
recae sobre la fijación de la pulsión; de allí que el análisis se hacía
terminable e interminable. Lacan por su parte, alcanza esos puntos de fijación
que estaban dados por el objeto a, como fijaciones de goce que
se deslizan en la cadena significante y que el sujeto experimenta como lo que
vuelve siempre al mismo lugar. Así, el fin del análisis estaría pues en la
caída del objeto con la consiguiente separación del sujeto, es decir,
atravesamiento del fantasma. Tanto este Lacan como aquel Freud, no quitan todas
aquella envolturas que cubren la fijación de la pulsión o conexión del
significante Uno y el goce. Pero un Lacan posterior, va más allá y se dirige al
campo que se abre hacia lo real. ¿Y que se encuentra en este nuevo campo
que da lugar a una experiencia de análisis diferente, que es aquella que se
practica, y se espera se practique, en nuestra época?
“En adelante, nuestra
experiencia pone al analizante en lucha con aquello que de su goce no produce
sentido, con lo que permanece más allá de la caída del objeto a,
con el Uno del goce.”[2] Se
trata entonces de un análisis que conduce al sujeto hacia un campo donde el
goce ya no produce sentido, no hace sucesiones al repetirse, no responde a una
ley, sino que por el contrario la repetición se hace a la manera de una
re-iteración del Uno del goce; dicha experiencia de goce es cada vez única,
aislada, imposible de ser enlazada a otra.
Se
plantea aquí una segunda pregunta. ¿Qué de lo femenino se sitúa en esta zona?
¿Es el goce femenino, Uno?
Y
una tercera pregunta: ¿cómo llevar a un sujeto contemporáneo a esta zona?
Sujetos adictos, desculpabilizados, deprimidos, no engañados, … ¿Acaso, de
cierta manera, se encuentran ya allí?
De esta zona que se abre como real,
dice Miller, zona experiementada, pero todavía mal conocida y mal pensada,[3] es
que nos ocuparemos para poner en claro algo de esta experiencia contemporánea
del análisis.
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