3 de mayo de 2024

EL CUERPO EN LA PSICOSIS ORDINARIA Y EN LA HISTERIA; Por Susana Valle

 



¿Cómo nos hacemos con el cuerpo?

Desde hace un tiempo me cuestiono por el cuerpo, por mi cuerpo, por el cuerpo que tengo, pero no poseo, pues muchas veces se ha ido, se rebela y me revela cosas de mí que desconozco o he olvidado.

A partir de la teoría del estadío del espejo, Lacan elabora la incidencia en el cuerpo para el sujeto. Debido a que la cría humana nace fragmentada, se le atribuye a la imagen y a la identificación la unidad del cuerpo. El bebé humano al identificarse con esa imagen proyectada consigue la idea de que su cuerpo está unido, surgiendo el júbilo del infante cuando se reconoce ante el espejo que lo lleva a un cierto orden dentro de ese caos de desintegración. Sin embargo, en el estadío del espejo, la fuerza pulsional la da el deseo de la madre, el cual se asemeja a un mundo de locura, de ahí su inestabilidad.

Freud se cuestionó sí el lenguaje es el que organiza el cuerpo, tomando como punto de partida a las parálisis orgánicas, las cuales seguían las vías de la anatomía a diferencia de las parálisis histéricas que seguían las vías de la formación del síntoma, la explicación fisiológica no se imponía sino el poderío de la palabra determinando así la extensión de la parálisis. Asimismo, Lacan da cuenta que lo simbólico ordena el mundo imaginario. Es así como el lenguaje le da un orden a lo imaginario.

 Cuerpo erógeno – cuerpo goce

Hay veces que mi cuerpo no tiene energía, se siente pesado, quisiera dejarlo, tener otro cuerpo y otras veces es un cuerpo salvaje, no humano, gracias a mi cuerpo me he sumergido en la horda primitiva, he sido parte de un eco, un sonido gutural lejano, casi olvidado.

Cuando el cuerpo está tomado por la palabra, surge una suerte de desvitalización, algo muere y el hombre pasa de la naturaleza a la civilización. Lacan lo denomina desierto de goce, el goce originario se pierde, la introducción del lenguaje conlleva a una disminución de goce y como consecuencia este se concentra y se organiza a través de las zonas erógenas del cuerpo en cuanto a su actividad pulsional.

Es así como la incidencia del lenguaje en el cuerpo mortifica y a la vez introduce reglas de funcionamiento y un orden simbólico, dándose una fluctuación entre el cuerpo como desierto de goce y cuerpo como ubicación de goce, donde el síntoma juega un papel fundamental.

Freud, comprobó que el lenguaje da forma al síntoma, esto es, manifiesta un conflicto en el cuerpo, que es una sustancia gozante, para Lacan esa sustancia gozante es propia del significante el cual es la causa del goce y aparece como un régimen de satisfacción que nunca será pleno. Así, la permanencia del cuerpo que goza es el que lo mantiene unido. “pero no sabemos qué es estar vivo, a no ser por esto, que un cuerpo es algo que se goza. No se goza sino corporeizándolo de manera significante" [1]

 Cuerpos tomados, cuerpos abandonados

Un día las palabras movieron mi cuerpo, lo estremecieron, le arrancaron algo, no sé qué, lo reacomodaron y la vida volvió con nuevo sentido.

Tanto en la histeria como en la psicosis ordinaria puede darse un delirio en cuanto al cuerpo, en ambos casos se puede escuchar a sujetos narrar que el cuerpo es tomado, violado o enajenado ya sea en sueños o posesiones por espíritus o entes. Sin embargo, en la histeria no hay certezas, los delirios pueden presentarse en sueños o pesadillas, son recuerdos confusos, mezclados con miedos de la infancia. En el des anudamiento de la psicosis ordinaria, el paciente narra su experiencia con certeza, no tiene dudas de que los hechos sucedieron.

En la histeria estos delirios ocurren por la vacilación del fantasma, es decir el orden simbólico pierde firmeza, emergiendo el objeto a, mostrando la inestabilidad constitutiva de lo imaginario. El delirio es una construcción fallida para no hacer frente a lo real del goce. Es ahí cuando la histérica coloca su cuerpo para amortiguar la angustia y no aceptar la falta.

En la psicosis ordinaria el encuentro con el cuerpo y su uso se da mediante esfuerzos a veces extraordinarios, es ahí donde el sujeto se crea artificios que le permitan apropiarse de ese cuerpo, unirse a él. Por ejemplo: el síntoma corporal puede cumplir el rol del nombre del padre, es decir, el sujeto se anuda mediante sus síntomas corporales o se vale de un medio artificial para habitar su cuerpo, como pueden ser tatuajes, piercings, drogas.

Lacan designó como nombre del padre, a aquel mecanismo simbólico del cual el sujeto se apropia y así encuentra un cierto ajuste entre el sentido y el goce, si bien a lo largo de su enseñanza va modificando su concepto del nombre del padre, lo que si se mantiene es la noción de que la forclusión de esta simbolización ocasiona el origen de la psicosis ya sea en el orden del lenguaje o las psicosis que da cuenta de una perturbación en el cuerpo.

 


Susana Valle, participante del CID-Lima




Bibliografía 

[1] Lacan, J. El Seminario, Libro 20: Aún. Paidós. p 32.