¿Cómo nos
hacemos con el cuerpo?
Desde hace un tiempo me cuestiono por el cuerpo,
por mi cuerpo, por el cuerpo que tengo, pero no poseo, pues muchas veces se ha
ido, se rebela y me revela cosas de mí que desconozco o he olvidado.
A partir de la teoría del estadío del espejo,
Lacan elabora la incidencia en el cuerpo para el sujeto. Debido a que la cría
humana nace fragmentada, se le atribuye a la imagen y a la identificación la
unidad del cuerpo. El bebé humano al identificarse con esa imagen proyectada
consigue la idea de que su cuerpo está unido, surgiendo el júbilo del infante
cuando se reconoce ante el espejo que lo lleva a un cierto orden dentro de ese
caos de desintegración. Sin embargo, en el estadío del espejo, la fuerza pulsional
la da el deseo de la madre, el cual se asemeja a un mundo de locura, de ahí su
inestabilidad.
Freud se cuestionó sí el lenguaje es el que
organiza el cuerpo, tomando como punto de partida a las parálisis orgánicas,
las cuales seguían las vías de la anatomía a diferencia de las parálisis
histéricas que seguían las vías de la formación del síntoma, la explicación
fisiológica no se imponía sino el poderío de la palabra determinando así la
extensión de la parálisis. Asimismo, Lacan da cuenta que lo simbólico ordena el
mundo imaginario. Es así como el lenguaje le da un orden a lo imaginario.
Cuerpo erógeno – cuerpo goce
Hay veces que mi cuerpo no tiene energía, se
siente pesado, quisiera dejarlo, tener otro cuerpo y otras veces es un cuerpo
salvaje, no humano, gracias a mi cuerpo me he sumergido en la horda primitiva,
he sido parte de un eco, un sonido gutural lejano, casi olvidado.
Cuando el
cuerpo está tomado por la palabra, surge una suerte de desvitalización, algo
muere y el hombre pasa de la naturaleza a la civilización. Lacan lo denomina
desierto de goce, el goce originario se pierde, la introducción del lenguaje
conlleva a una disminución de goce y como consecuencia este se concentra y se
organiza a través de las zonas erógenas del cuerpo en cuanto a su actividad
pulsional.
Es así como la incidencia del lenguaje en el
cuerpo mortifica y a la vez introduce reglas de funcionamiento y un orden
simbólico, dándose una fluctuación entre el cuerpo como desierto de goce y
cuerpo como ubicación de goce, donde el síntoma juega un papel fundamental.
Freud, comprobó que el lenguaje da forma al
síntoma, esto es, manifiesta un conflicto en el cuerpo, que es una sustancia
gozante, para Lacan esa sustancia gozante es propia del significante el cual es
la causa del goce y aparece como un régimen de satisfacción que nunca será
pleno. Así, la permanencia del cuerpo que goza es el que lo mantiene unido. “pero no sabemos qué es
estar vivo, a no ser por esto, que un cuerpo es algo que se goza. No se goza
sino corporeizándolo de manera significante" [1]
Cuerpos tomados, cuerpos abandonados
Un día las palabras movieron mi cuerpo, lo
estremecieron, le arrancaron algo, no sé qué, lo reacomodaron y la vida volvió
con nuevo sentido.
Tanto en la histeria como en la psicosis
ordinaria puede darse un delirio en cuanto al cuerpo, en ambos casos se puede
escuchar a sujetos narrar que el cuerpo es tomado, violado o enajenado ya sea
en sueños o posesiones por espíritus o entes. Sin embargo, en la histeria no
hay certezas, los delirios pueden presentarse en sueños o pesadillas, son
recuerdos confusos, mezclados con miedos de la infancia. En el des anudamiento
de la psicosis ordinaria, el paciente narra su experiencia con certeza, no
tiene dudas de que los hechos sucedieron.
En la histeria estos delirios ocurren por la
vacilación del fantasma, es decir el orden simbólico pierde firmeza, emergiendo
el objeto a, mostrando la
inestabilidad constitutiva de lo imaginario. El delirio es una construcción
fallida para no hacer frente a lo real del goce. Es ahí cuando la histérica
coloca su cuerpo para amortiguar la angustia y no aceptar la falta.
En la psicosis ordinaria el encuentro con el
cuerpo y su uso se da mediante esfuerzos a veces extraordinarios, es ahí donde
el sujeto se crea artificios que le permitan apropiarse de ese cuerpo, unirse a
él. Por ejemplo: el síntoma corporal puede cumplir el rol del nombre del padre,
es decir, el sujeto se anuda mediante sus síntomas corporales o se vale de un
medio artificial para habitar su cuerpo, como pueden ser tatuajes, piercings,
drogas.
Lacan designó como nombre del padre, a aquel
mecanismo simbólico del cual el sujeto se apropia y así encuentra un cierto
ajuste entre el sentido y el goce, si bien a lo largo de su enseñanza va
modificando su concepto del nombre del padre, lo que si se mantiene es la
noción de que la forclusión de esta simbolización ocasiona el origen de la
psicosis ya sea en el orden del lenguaje o las psicosis que da cuenta de una
perturbación en el cuerpo.